Perd¨®n insuficiente
La Iglesia debe reconocer su responsabilidad ante la sociedad. No basta pedir perd¨®n a Dios
El presidente de la Conferencia Episcopal y obispo de Bilbao, Ricardo Bl¨¢zquez, aprovech¨® su discurso en la ¨²ltima asamblea del episcopado para abogar porque la Iglesia cat¨®lica pida perd¨®n a Dios por determinadas "actuaciones concretas" durante la Guerra Civil. De ello puede deducirse que a la consideraci¨®n de la Iglesia exclusivamente "como sujeto paciente y v¨ªctima" de la contienda fratricida -discurso dominante en la actual jerarqu¨ªa cat¨®lica- se a?ade la novedad de que tambi¨¦n hizo cosas que no estuvieron bien y de las que debe arrepentirse.
Con todas sus limitaciones -es una toma de posici¨®n personal aunque cualificada, pero de ning¨²n modo colectiva del episcopado-, el discurso de Bl¨¢zquez reconoce alg¨²n tipo de culpa de la Iglesia en su actuaci¨®n durante la Guerra Civil y supone un paso significativo hacia la integraci¨®n en una memoria colectiva, no selectiva, de aquel cruel enfrentamiento, que pueda ser compartida por el conjunto de la actual sociedad espa?ola. Enlaza con una de las preocupaciones m¨¢s sentidas por el cardenal Taranc¨®n en los a?os de la transici¨®n, muy pronto olvidada, sin embargo, por quienes le sucedieron al frente de la Iglesia espa?ola.
Es, sin duda, un paso significativo, pero no suficiente. Aquellas "actuaciones concretas" por las que, seg¨²n el obispo Bl¨¢zquez, la Iglesia deber¨ªa pedir el perd¨®n de Dios contribuyeron a causar da?os y sufrimientos a innumerables v¨ªctimas inocentes. Y por eso es a ¨¦stas y a sus deudos -en definitiva, a la parte de la sociedad espa?ola que todav¨ªa mantiene su recuerdo- a quienes la Iglesia debe pedir perd¨®n. Pretender que la responsabilidad hist¨®rica por aquellas actuaciones reprobables debe rendirse s¨®lo ante Dios supone seguir propiciando una memoria amputada y profundamente antihist¨®rica de lo que sucedi¨®.
La Iglesia no puede seguir dando a su actuaci¨®n en el conflicto, del que fue parte beligerante, una dimensi¨®n exclusivamente religiosa, para eludir cualquier autocr¨ªtica respecto a su papel legitimador, en nombre de la cruzada, del levantamiento militar contra la Rep¨²blica y de las ejecuciones y asesinatos por sus ideas de decenas de miles de espa?oles durante la contienda y los a?os de dictadura.
La actual democracia ha acogido como un acto leg¨ªtimo de la Iglesia su empe?o en elevar a los altares a muchos sacerdotes y religiosos asesinados durante la Guerra Civil en el bando republicano. En el m¨¢s reciente y numeroso -la beatificaci¨®n de 498 de esos asesinados-, el actual Gobierno ha estado representado al m¨¢s alto nivel. Pero la Iglesia espa?ola, a diferencia de las iglesias de otros pa¨ªses, sigue manteniendo, tanto tiempo despu¨¦s, una actitud comparativamente nada generosa con las v¨ªctimas del franquismo y se resiste a reconocer con claridad su culpa por su apoyo legitimador de la represi¨®n. Por eso, mientras no lo haga, estar¨¢ en deuda y merecer¨¢ el reproche de la sociedad espa?ola.
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