Los diputados que no ven la luz
Parlamentarios libaneses viven recluidos en un hotel de lujo de Beirut por temor a ser asesinados
?Se puede ser diputado, vestir y calzar prendas de precio prohibitivo y no ver la luz del sol durante meses? En L¨ªbano es posible. Mohamed Qabani, Misbah Ahbad y Riad Rahal forman parte del grupo de parlamentarios fieles al Gobierno prooccidental de Fuad Siniora que comenzaron a regresar a su pa¨ªs a partir de septiembre. No pueden faltar, ma?ana, a la elecci¨®n del presidente. Viven desde entonces en las suites residenciales del hotel Phoenicia Intercontinental, temerosos de que los siniestros cerebros que instigan los asesinatos de legisladores vuelvan a la carga y reduzcan la exigua mayor¨ªa de 67 diputados con que cuentan en la C¨¢mara. Culpan de los cr¨ªmenes al r¨¦gimen sirio, aunque las pruebas brillen por su ausencia. La situaci¨®n es kafkiana. Porque, a tenor de las predicciones de los pol¨ªticos implicados, ni siquiera habr¨¢ votaci¨®n en el Parlamento, competente para nombrar al sucesor del aliado de Damasco, Emile Lahoud. L¨ªbano padece un estado de emergencia virtual. Unos 10.000 soldados y polic¨ªas se han desplegado desde el domingo por la noche en las ciudades libanesas, 6.000 de ellos en la capital. Suman 20.000 en un pa¨ªs que vive preso del desasosiego, la frustraci¨®n, la incertidumbre y que sufre las consecuencias de un sistema pol¨ªtico feudal y de las injerencias ¨¢rabes y persas, estadounidenses y francesas.
"No salimos m¨¢s que para las reuniones pol¨ªticas", afirma Rahal
Junto a la sede del Gobierno acampan centenares de fieles de Hezbol¨¢
Un total de 41 diputados regresaron de sus breves exilios en Francia, Egipto o Emiratos ?rabes despu¨¦s de que en junio fuera asesinado el legislador Walid Eido. Ahora no corren las cortinas de sus habitaciones ni se acercan a las ventanas. No importa que uniformados vigilen desde los tejados de los edificios adyacentes el hotel, rodeados de tanquetas y de una multitud de agentes. Como si siempre fuera de noche.
Bloques de cemento, detectores de metales, barreras met¨¢licas que emergen desde el asfalto y soldados patrullando d¨ªa y noche forman el panorama cotidiano. "El hotel est¨¢ bien protegido. Nuestras familias no viven aqu¨ª, s¨®lo vienen a visitarnos. Y no salimos m¨¢s que para las reuniones pol¨ªticas", comenta Rahal. Por supuesto, en coches blindados y con cristales ahumados. A 100 metros del lugar donde fue asesinado el ex primer ministro Rafik Hariri, en febrero de 2005, las medidas de seguridad son extremas. Los inhibidores de frecuencias est¨¢n en manos de la legi¨®n de polic¨ªas y guardaespaldas privados que registran veh¨ªculos, y examinan motores y maleteros antes de permitir el acceso.
Para entrar en las suites del edificio C es preceptivo dejar el pasaporte a cambio de una tarjeta de seguridad. A la vera de Mohamed Qabani, prominente diputado del Movimiento por el Futuro, liderado por Saad Hariri, es permanente la presencia de un joven que apenas habla. S¨®lo mira a derecha e izquierda en los pasillos del hotel. Siempre acompa?a al forastero y alguno bloquea el ascensor para impedir visitas no autorizadas. "Vine directamente desde el aeropuerto hace dos meses y un d¨ªa", afirma Qabani. "Mi casa", a?ade, "est¨¢ en Beirut, pero s¨®lo volver¨¦ cuando el presidente obtenga la confianza del Parlamento". "Cuando viv¨ªa en mi residencia ten¨ªa 15 guardaespaldas. Ahora nos protege el Ej¨¦rcito", apunta Rahal. La seguridad privada, chavales fuertes pistola bajo el cinto, pululan ahora por todos los rincones. "Paga el partido", asegura el legislador. Dinero no les falta.
A s¨®lo un kil¨®metro, a las puertas de la sede del Gobierno liban¨¦s, acampan desde hace un a?o centenares de partidarios de Hezbol¨¢ y del Movimiento Patri¨®tico, dirigido por el caudillo cristiano maronita Michel Aoun. Forman una coalici¨®n muy sui g¨¦neris, aunque en L¨ªbano toda alianza ha sido posible en el pasado y el concepto imposible no lo maneja nadie. Son cientos de afiliados que ayer soportaban las lluvias torrenciales en precarias tiendas de campa?a. Unos y otros, prosirios y amantes de Estados Unidos y Francia, coinciden en s¨®lo un asunto: ninguno ve la luz que gu¨ªe a los libaneses a atisbar la salida del t¨²nel.
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