Pierre Granier-Defferre, cineasta
Dirigi¨® a los "monstruos sagrados" de la pantalla francesa
"Monstruos sagrados" pero menos, dir¨¢n algunos. Claro, Pierre Granier-Defferre, cineasta fallecido el viernes de la semana pasada, a los 80 a?os, dirig¨ªa actores franceses, a Simone Signoret y Jean Gabin, a Natalie Baye y Alain Delon, a Jean-Louis Trintignant y Romy Schneider, Jeanne Moreau y Philippe Noiret.
Para algunos, por el simple hecho de ser franceses -?europeos?- son menos mito o menos "monstruo" que los de Hollywood, pero Granier-Defferre sab¨ªa dejarles respirar, les ofrec¨ªa buenos textos, buenos climas, atm¨®sferas en las que ellos se crec¨ªan. El cineasta, oficialmente adicto a la escuela naturalista, admit¨ªa "no haber comprendido la trama" de alguna de sus cintas, pero eso no le importaba. "Lo que cuenta es el mundo en el que se mueven". Adaptaba a menudo a Simenon y se encontraba a gusto en su tejido de relaciones, de psicolog¨ªas, de irrisi¨®n de la l¨®gica del misterio.
Hab¨ªa trabajado como ayudante de direcci¨®n de Marcel Carn¨¦ o de Jean-Paul Le Chanois, dos nombres que son referencias s¨®lidas de la llamada "calidad francesa". En su obra es posible detectar un trasfondo de dilemas morales y religiosos. A menudo, el amor se enfrenta a las convenciones burguesas, convenciones a las que el cineasta, de s¨®lida formaci¨®n protestante, era sensible y captaba como pocos. La veuve Coderc (1971), La race des seigneurs (1973), Le train (1973) y L'?toile du Nord (1982) son muy probablemente las mejores pel¨ªculas de este cineasta que se quer¨ªa cl¨¢sico y al que el paso del tiempo mejorar¨¢. En su mejor momento, en la d¨¦cada de los setenta, aparece como un profesional competente pero desfasado. Ahora convendr¨ªa poner en cuarentena el adjetivo. En cualquier caso, lo que s¨ª parece claro es que se trata de un director que envejeci¨® con sus int¨¦rpretes y sus autores. La desaparici¨®n de Signoret o Schneider, de Gabin o Noiret, la p¨¦rdida de poder de atracci¨®n de otros, el car¨¢cter muy datado de las obras de Simenon o Marceau en las que se inspiraba, no le hicieron ning¨²n favor y anticiparon su silencio profesional.
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