Intruso en la feria
En Francfort, "los lectores est¨¢n prohibidos". Madrid es "un mercado de pulgas". Entre ambos extremos, la FIL es "casi un para¨ªso". Por Jorge Volpi
1 Haz patria.
Pocas condiciones resultan menos envidiables que ser nativo de la ciudad de M¨¦xico en Guadalajara. La fama de los chilangos -un despectivo que los capitalinos o defe?os toleramos con resignaci¨®n- resulta merecida: somos arrogantes, centralistas y, por si fuera poco, estamos convencidos de que apenas hay arte fuera del Distrito Federal. Frente a tan torpe idea, cada noviembre el centro cultural del pa¨ªs se traslada a nuestra eterna rival. Durante los nueve d¨ªas que dura la Feria Internacional del Libro, Guadalajara se ve invadida por una plaga atroz: cientos de escritores, periodistas, editores y turistas chilangos se instalan en la ciudad tapat¨ªa como si fuera suya. Desde hace m¨¢s de diez a?os, yo formo parte de esa plaga. Viajo cada noviembre a la FIL. Me siento como en casa. Compruebo, al visitar museos y galer¨ªas, al leer revistas como Luvina, al comprobar la vitalidad de sus novelistas, poetas, periodistas y grupos de rock, o al recordar que Guillermo del Toro o los caricaturistas Jis, Trino y Falc¨®n son de all¨ª, que el centro de la cultura nacional no est¨¢, por supuesto, en mi tierra. Y entonces trato de ocultar, sin ¨¦xito, mi origen. Con suprema malicia, los editores de Babelia me han pedido un texto donde explique al lector extranjero qu¨¦ significa visitar la feria y visitar Guadalajara. Supongo que lo han hecho para que me linchen. Ya lo anuncian algunas pintas: "Haz patria, mata un chilango".
El ambiente es festivo tanto para los ociosos como para quienes acuden a trabajar
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2 Los demasiados libros.
Los escritores tenemos nuestro infierno: la Feria del Libro de Francfort. Pocas experiencias tan angustiantes como asistir -por error- a ese gigantesco laberinto. Libros en todas las lenguas, de todos los temas, de todos los colores, de todos los tama?os. Y, para colmo, miles de "profesionales", los aut¨¦nticos convidados a la fiesta: editores, agentes, publicistas, scouts. En Francfort, los lectores est¨¢n prohibidos (s¨®lo se permite mirar los libros desde lejos) y los escritores son bichos raros: a veces asiste el pr¨®ximo Nobel, el ganador del Premio de los Libreros, la cohorte literaria del pa¨ªs -o cultura- invitados cada a?o y alg¨²n novelista o poeta despistado. ?A qu¨¦? A sufrir frente a lo que Gabriel Zaid llama los demasiados libros. La literatura all¨ª es lo de menos; importan los negocios, las citas cada veinte minutos y las copas por la noche. Lo mejor que autores y lectores pueden hacer en Francfort es huir. La Feria del Libro de Madrid es el caso inverso: un mercado de pulgas literario, con cientos de casetas esparcidas bajo el sol calcinante del Retiro, donde escritores enjaulados deben dedicar (o intentar dedicar) sus libros a los paseantes como si fuesen espinacas en oferta.
En medio de estos extremos, la FIL de Guadalajara es casi el para¨ªso: un espacio enorme pero abarcable, bien ventilado, abarrotado de lectores y escritores, por m¨¢s que tambi¨¦n haya un n¨²mero cada vez mayor de profesionales. Por una vez la publicidad acierta: el ambiente es festivo tanto para los ociosos como para quienes acuden a trabajar. La labor desarrollada a lo largo de estos 21 a?os por la Universidad de Guadalajara -y en especial por Ra¨²l Padilla, presidente de la feria, y sus sucesivas directoras- es ejemplar: hacer que la ciudad se convierta por unos d¨ªas en el centro de la lengua espa?ola (y aun de otras)-. Y m¨¢s: un foro para la discusi¨®n intelectual, un acicate para la cr¨ªtica, un escaparate del pensamiento, un refugio para las artes. No lo digo para que me perdonen por ser chilango: la FIL es un ejemplo para la ciudad de M¨¦xico y para todo el pa¨ªs.
3 El Veracruz.
Hay un rito que se repite cada a?o: una vez concluido el primer fin de semana de la feria, el m¨¢s intenso, con la entrega del Premio FIL -antes Juan Rulfo- y decenas de actividades, editores, escritores y lectores se congregan a bailar salsa en El Veracruz. No es extra?o observar en la pista los sorprendentes giros de Carlos Fuentes y Silvia Lemus o las piruetas del incombustible Alberto Ruy S¨¢nchez, mientras en las mesas adyacentes departen Saramago, Garc¨ªa M¨¢rquez y los sorprendidos escritores extranjeros invitados a la feria (aunque me temo que este a?o la delegaci¨®n colombiana arrasar¨¢ en la pista). Ya por eso vale la pena asistir.
4 En un llano.
Como soy chilango y busco congraciarme con los tapat¨ªos, no pienso hablar del tequila, de las artesan¨ªas de Tonal¨¢ y Tlaquepaque, de los mariachis o de las tortas ahogadas (un bocadillo cubierto con una espesa salsa picante que ha de comerse con las manos: nota para los turistas de lo ex¨®tico). En vez de ello, me permitir¨¦ insistir en la muy sana rivalidad que existe entre Guadalajara y mi ciudad, no muy distinta de la que enfrenta a Madrid con Barcelona, jalonada asimismo por la guerra entre dos equipos de f¨²tbol: las Chivas y el Am¨¦rica. Doy s¨®lo un par de ejemplos en las artes pl¨¢sticas: los sombr¨ªos y dionisiacos murales de Jos¨¦ Clemente Orozco en el fastuoso Hospicio Caba?as son una genial contrapartida a los luminosos y apol¨ªneos frescos de Diego Rivera en el Palacio Nacional. M¨¢s cerca de nosotros, Jorge Vergara, due?o del conglomerado Omnilife -y de las Chivas-, acaba de inaugurar un enorme espacio en Guadalajara para su colecci¨®n de arte contempor¨¢neo, La Planta, que re¨²ne obras de Gabriel Orozco, Francis Al?s, Carlos Amorales, Maurizio Cattelan y Tom Friedman, entre muchos otros, el cual representa una s¨®lida contrapartida a la espl¨¦ndida colecci¨®n que Eugenio L¨®pez, due?o de la Colecci¨®n Jumex, alberga cerca de la capital.
5 El reba?o sagrado.
Aunque nos pese a los chilangos, la literatura mexicana es jalisciense: Agust¨ªn Y¨¢nez, Juan Rulfo y Juan Jos¨¦ Arreola bastan para demostrarlo. Eso s¨ª, tarde o temprano los tres terminaron por mudarse a la ciudad de M¨¦xico. Este a?o, la feria ha premiado un caso in¨¦dito: un escritor de la ciudad de M¨¦xico trasladado a Guadalajara, Fernando del Paso, actual director de la Biblioteca Octavio Paz. Sus tres grandes novelas, Jos¨¦ Trigo, Palinuro de M¨¦xico y Noticias del Imperio, demuestran que es uno de los autores m¨¢s importantes de nuestra lengua (en mi opini¨®n tambi¨¦n merecer¨ªa el Cervantes). Un pretexto inmejorable para la reconciliaci¨®n entre las dos ciudades: los libros.
Jorge Volpi (Ciudad de M¨¦xico, 1968) es autor de libros como En busca de Klingsor y No ser¨¢ la tierra
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