Aceras que son historias
Asuntos de trabajo me llevan a la calle del Carme, una de las que m¨¢s transitaba cuando llegu¨¦ a Barcelona. En pocas ocasiones, pues me daba igual, pensaba en t¨¦rminos de barrio Chino, el ahora Raval, que se concentraba en todo caso en la calle del Conde del Asalto, hoy Nou de la Rambla, adonde ¨ªbamos al bar London y a la disco Enfants Terribles. Lo gustoso era que estaba cerca del mar y de La Rambla. Viv¨ªa en la ronda de Sant Pau, en un edificio nuevo con salida y entrada tambi¨¦n a la calle de la Cera. Me largaba a La Rambla por la calle del Carme y en el camino me paraba a admirar los almacenes El Indio, por fuera y por dentro. All¨ª compr¨¢bamos a buen precio ropa para la casa, para el piso de estudiantes que entonces ten¨ªamos. Es una tienda maravillosa. Tambi¨¦n me enamoraba la piedra vieja: las paredes de la Biblioteca de Catalunya y sus patios, el de acceso a las plantas superiores y el del jard¨ªn a la calle del Hospital. Vuelvo a menudo. Las historias antiguas y las nuevas se suceden, unas en los ojos que hay dentro de m¨ª; otras en los ojos abiertos que ahora mismo tengo puestos en la calle del Carme y que coinciden con los ojos de Marcel¡¤l¨ª S¨¤enz, el fot¨®grafo, que est¨¢ mirando en esta ma?ana de noviembre lo mismo que yo: esta acera, las historias que emite.
A la izquierda, que cuando miramos algo es el lugar del pasado, se dirige un hombre que transporta seis colchones en una carretilla. Calza abarcas, de modelo renovado, seg¨²n denotan las suelas, modernas. Pero es un calzado en todo caso precario para el oto?o que ya est¨¢ entrando en el fr¨ªo. Es un hombre mayor y, a buen seguro conoce estas calles desde siempre, pues no transitar¨ªa con su carretilla con tanto aplomo si no fuera del barrio. Puede ser que est¨¦ trabajando, que su pensi¨®n no llegue para dejar de hacerlo, incluso que no tenga pensi¨®n. Puede que los colchones vayan a parar a camas calientes, pero no es probable, son anchos y nuevos. El hombre camina en direcci¨®n a La Rambla, al menos de momento. ?Hacia qu¨¦ pasado se dirige? ?De qu¨¦ futuro viene?
Hacia la derecha, que cuando miramos algo es el lugar del futuro, una mujer ¨¢rabe camina a pasos decididos. No sabr¨ªa decir su edad. Si ella ha prestado atenci¨®n al hombre de los colchones, no lo sabemos. Los vemos en este momento preciso en que ya se han cruzado y al mismo tiempo forman una historia. Ni ella ni ¨¦l llevan nada m¨¢s a la vista que lo que vemos. ?l, colchones en una carretilla. Ella, las manos vac¨ªas. Su calzado es m¨¢s moderno que el del hombre, las zapatillas parecen una adaptaci¨®n barcelonesa de las de su tierra de origen. ?Hacia qu¨¦ futuro se dirige ella? ?Qu¨¦ busca, qu¨¦ la espera tras dejar La Rambla?
Detr¨¢s del hombre cargado, una administraci¨®n de loter¨ªa y de apuestas. Detr¨¢s de la mujer sin nada, una agencia de pisos. Ninguno de los dos presta atenci¨®n a los escaparates, no est¨¢n ah¨ª ni el uno ni la otra ni para comprar un billete de la suerte ni para comprar o alquilar piso. Y sin embargo, la administraci¨®n de loter¨ªa y la agencia de pisos podr¨ªan ser un envite, alguna vez lo habr¨¢n pensado. Por eso forman una historia los cuatro, las dos personas y los dos establecimientos. Por eso el fot¨®grafo se para y capta la imagen, por eso la cronista se para y mira. Porque no pasa ning¨²n coche que frene la visi¨®n. Los coches en las calles est¨¢n para eso, para frenar la mirada. Si algo o alguien no es visto, no existe ni ese algo ni ese alguien.
Y as¨ª es como en esta historia ya somos seis: los dos personajes, los dos establecimientos, el fot¨®grafo y la cronista. E incluso m¨¢s: usted, que mira, que lee (o no), que tambi¨¦n est¨¢.
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