Programados para odiar a mam¨¢ y a pap¨¢
Numerosos padres separados inoculan a sus hijos el rechazo al otro - Un fen¨®meno grave que escapa a la frialdad de la actuaci¨®n judicial
Los hijos se convierten en un objeto de cristal cuando una pareja decide romper su relaci¨®n. Cualquier desavenencia mal llevada puede da?arlos, pero en lugar de protegerlos, hay ocasiones en que uno de los progenitores los utiliza como arma arrojadiza contra el otro. D¨ªa a d¨ªa, a?o tras a?o, les van programando para odiar al padre o a la madre. Los psic¨®logos conocen bien los resultados de este maltrato emocional que, en los casos m¨¢s graves, puede acabar en suicidio. Un fen¨®meno que no siempre queda dibujado en la frialdad de una sentencia ni en los expedientes oficiales, pero ante el que existe cierta posibilidad de actuar.
Jueces y educadores empiezan a prestar m¨¢s atenci¨®n al secuestro emocional
La soluci¨®n es trabajar con los adultos, que acepten la figura del otro
Los expertos calculan que un 5% de las visitas a los hijos no se cumplen
Los casos m¨¢s graves pueden terminar en el suicidio del menor
Los chicos suelen rechazar la comida del padre por si est¨¢ envenenada
"Cumpli¨® 12 a?os y el padre dijo que no ver¨ªa m¨¢s al ni?o. As¨ª fue", dice Conchi
A la hora de siempre Jos¨¦ Antonio B. llama al timbre de su antigua casa. Nadie responde, como cada s¨¢bado. Enciende un cigarrillo y espera bajo el fr¨ªo de Benavente (Zamora). Vuelve a pulsar. Otro cigarrillo. En el bajo del edificio las clientas habituales van llegando a la peluquer¨ªa, saludan a Jos¨¦ Antonio, que se resguarda en el portal.
-Qu¨¦, ?esperando para ver a los ni?os, no? Si es que quiere la se?ora, claro, ay qu¨¦ ver, qu¨¦ sinverg¨¹enza la t¨ªa..., refunfu?a una mujer de a?os subiendo lentamente las escaleras de la peluquer¨ªa.
Como cada s¨¢bado.
A las 11 de la ma?ana, los mellizos, un ni?o y una ni?a de 14 a?os, saldr¨¢n por la puerta a toda prisa, llevando entre ellos, como si fuera esposada por la polic¨ªa, a la hermana peque?a, de seis a?os. Ninguno dir¨¢ nada, ni una palabra, como si el padre no existiera. Ah¨ª comienza la visita a sus hijos de un hombre separado. El parip¨¦ apenas va a durar cinco minutos.
Los tres muchachos est¨¢n afectados por lo que la psicolog¨ªa internacional denomin¨® a mediados de los ochenta S¨ªndrome de Alienaci¨®n Parental (SAP). Antes de esa fecha se conoc¨ªa como inculcaci¨®n maliciosa o secuestro emocional. Ll¨¢mese como se llame siempre ha habido divorcios traum¨¢ticos que conducen a ese proceso en el que "uno de los progenitores manipula la conciencia de los hijos para que rechacen al otro progenitor y se enfrenten a ¨¦l". As¨ª lo define el psic¨®logo cl¨ªnico Jos¨¦ Manuel Aguilar Cuenca, que lleva a?os documentando casos como estos. Los conoce bien: "Son ni?os que presentan una extra?a madurez que en realidad es una forma de protegerse ante la situaci¨®n. Viven dos mundos estancos, 'lo que hago con pap¨¢ y lo que hago con mam¨¢". Hasta que llega un d¨ªa en que las relaciones con uno de los dos sencillamente desaparecen. Son ni?os programados para odiar al padre o a la madre.
Aguilar Cuenca ha conocido dermatitis por estr¨¦s en cr¨ªos de tres a?os y crisis de p¨¢nico a los siete. "A medio plazo se produce una desautorizaci¨®n paterna", los ni?os eligen con cual de los dos les va mejor. Uno les da lo que quieran con tal de no perderlos, el otro pone el mundo a sus pies para ganarlos. A los 12 a?os el juez los escucha y los chicos deciden. Si han sufrido este maltrato ?qui¨¦n garantiza entonces que su cerebro es libre?
En algunas de las sentencias que ya acumula Jos¨¦ Antonio B. puede leerse la triste reflexi¨®n de la juez ante lo que considera un caso claro de alienaci¨®n parental: "Esta juzgadora no puede olvidar c¨®mo la peque?a, de tan s¨®lo tres a?os de edad, se refer¨ªa a su padre como 'ese sinverg¨¹enza", dice. A pesar de todo, considera que dada la edad de los mayores y el rechazo que han ido sedimentando hacia el padre, ser¨ªa peor para ellos tener que vivir con ¨¦l obligatoriamente. Y estableci¨® un r¨¦gimen m¨¢s generoso para las visitas a la peque?a, que no se cumple. Han pasado tres a?os. La ni?a ya no le habla, presa como va de la mano de sus hermanos.
La presidenta de la Federaci¨®n Nacional de Puntos de Encuentro, Marisa Sacrist¨¢n, reconoce el incumplimiento en algunos casos de las sentencias, aunque advierte que hay ocasiones en las que el progenitor que alienaba ha ido a prisi¨®n o se ha cambiado la guarda y custodia en favor del otro. Con datos de Castilla y Le¨®n afirma que un 20% de las visitas no se llevan a t¨¦rmino por diversas circunstancias, y que, en los casos de alienaci¨®n parental o falta de voluntad manifiesta por parte del que vive con los ni?os podr¨ªa ocurrir en un 5%. "Para intervenir con eficacia en el comportamiento de estos ni?os hay que hacerlo cuanto antes, con m¨¢s agilidad, porque cuando ya son mayores y han sufrido alienaci¨®n mucho tiempo no es bueno que se les obligue a estar con quien no quieren. Entonces es m¨¢s recomendable trabajar con los adultos, convencerles de que es necesario que los ni?os se relacionen con ambos", dice. Pero cree que la sobresaturaci¨®n en los juzgados impide la agilidad que se requiere en estos casos.
La ¨²nica salida que le queda a los padres y madres afectados es esperar a que el hijo cumpla la mayor¨ªa de edad y decida voluntariamente relacionarse con aqu¨¦l al que han odiado. "Tenemos grupos de esta edad que vienen por voluntad y se ayudan mucho entre ellos cont¨¢ndose la experiencia propia. Hay que tener en cuenta que estos chicos muestran una gran debilidad de personalidad", a?ade Sacrist¨¢n.
Efectivamente, los efectos del s¨ªndrome en estos cr¨ªos perduran con la edad. Lo que ocurre a largo plazo puede contarlo V. A. C, una muchacha de 23 a?os, de Valladolid, que ha salido del infierno pero conserva dolorosas secuelas. "Yo soy muy t¨ªmida para ligar, he tenido novio durante tres a?os, nos separamos hace 12 meses y yo a veces me ve¨ªa tomar la misma actitud que mi madre, no soportaba que la relaci¨®n se acabara. Yo la vi ir detr¨¢s de ¨¦l [de su marido], pegarle, mandar que lo mataran, lo he visto", dice con voz temblorosa.
El psic¨®logo Aguilar Cuenca conoce un caso de suicidio, el de un chaval que no soport¨® la presi¨®n. Se salt¨® las directrices inculcadas en su cerebro y reanud¨® la relaci¨®n con el progenitor apartado de forma clandestina. Cuando el otro se enter¨®, el chaval no lo soport¨®. Se suicid¨®.
"Yo tambi¨¦n lo intent¨¦", afirma V. A. C. En apenas unos meses su madre cambi¨® sus recuerdos de ni?a feliz, cuando iba al baloncesto con su padre, a jugar al hockey, las excursiones en el campo, por un odio visceral. "Mi madre era alcoh¨®lica, y me pegaba, pero yo la ve¨ªa llorando, tirada en la cama, diciendo que el cabr¨®n nos hab¨ªa abandonado, que todo lo que le pasaba era por su culpa, que nos hab¨ªa dejado en la ruina... Es muy f¨¢cil dominar a un cr¨ªo, son tus padres, tu modelo, tu referente. Y te al¨ªas con el que ves m¨¢s d¨¦bil. Ella mand¨® a una persona que llamara a casa cada d¨ªa haci¨¦ndose pasar por mi padre y nos amenazara". Voy a matar a tu madre, dec¨ªa la voz por tel¨¦fono y V. A. C. sent¨ªa que deb¨ªa protegerla, luchar, sacarla del alcohol. Ten¨ªa 11 a?os.
En la en¨¦sima bronca et¨ªlica la madre la ech¨® de casa y la polic¨ªa llev¨® a la ni?a al domicilio del padre, pero no estaba. El hombre se enter¨® por los peri¨®dicos de que su hija hab¨ªa ingresado en un centro, pero daba igual, tampoco quer¨ªa vivir con ¨¦l. En aquella pel¨ªcula le toc¨® el papel de malo.
La madre muri¨® hace tres a?os: "Trombosis coronaria: antidepresivos, ansiol¨ªticos, alcohol". Y a los 18, V. A. C., que ha contado con asistencia psicol¨®gica todos estos a?os, recuper¨® el contacto con su padre, con el que ahora mantiene una relaci¨®n "muy especial. ?l siempre ha estado ah¨ª y es lo que m¨¢s quiero en esta vida".
Tanto en el ¨¢mbito educativo como en el judicial, el s¨ªndrome empieza a tomarse en cuenta. Pero es mucho lo que puede impedir el progenitor que mantiene la guarda y custodia y poco lo que pueden hacer los padres y madres apartados aunque tengan una sentencia judicial a su favor para que, al menos, se cumpla un r¨¦gimen de visitas. ?Cu¨¢ntas veces hay que denunciar a la polic¨ªa que los ni?os no han venido, que el turno de visitas no se ha cumplido otra vez? Hasta que se tira la toalla.
Hace un par de a?os el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid recibi¨® 140 quejas relacionadas con el maltrato que sufren los hijos en divorcios y separaciones sin acuerdo. La ¨²ltima memoria redactada habla de 184 casos, el 14% del total y hay que tener en cuenta que esta instituci¨®n no interviene en procedimientos que ya est¨¦n judicializados. Jos¨¦ Antonio Luengo, secretario general del Defensor del Menor y psic¨®logo cl¨ªnico opina que la situaci¨®n es "preocupante" y que es urgente que se entienda que esto "es un problema que afecta profundamente a los hijos", por encima de las discrepancias que mantengan los padres. Se necesita, dice, una mediaci¨®n previa y continua. Adem¨¢s, exigen a la Administraci¨®n que se tomen medidas urgentes cuando se vulneran los dictados de la Justicia. "Los ni?os tienen derecho a un padre y a una madre y los dem¨¢s, la obligaci¨®n de sustentar ese derecho", afirma. Cree, por tanto, que ha de supervisarse que las reuniones de los padres separados con sus hijos en los puntos de encuentro, cuando esto es necesario, se lleven a cabo como corresponde y que haya protocolos para los equipos psicosociales de los juzgados.
A veces ni siquiera es suficiente el punto de encuentro, un lugar donde se desarrolla la visita a los hijos cuando la ruptura de la pareja ha sido conflictiva. Conchi Incl¨¢n lo intent¨® todo por recuperar la relaci¨®n con su hijo, pero el padre iba al punto de encuentro sin llevar al ni?o.
A su marido, un agricultor castellano, le otorgaron la custodia del muchacho, que hoy tiene 13 a?os y corre en direcci¨®n contraria cuando ve a su madre. "Cuando ven¨ªa al punto de encuentro, a puerta cerrada, nos cog¨ªamos las manos y nos cont¨¢bamos cosas, pero no soportaba que nadie le comentara que lo hab¨ªa pasado bien con su madre", llora Conchi. A ella tambi¨¦n le ha tocado el trago amargo de ver c¨®mo su hijo no prueba la comida que le ofrece por si est¨¢ envenenada. Esta actitud es un cl¨¢sico. "Me he tirado cinco a?os as¨ª, hasta que cumpli¨® 12 y el padre me dijo que no lo volver¨ªa a ver. As¨ª fue. De vez en cuando voy al colegio, pero echa a correr si ve que alguien nos mira. Ya ni siquiera coge el tel¨¦fono. El ni?o es otra v¨ªctima, tiene p¨¢nico; yo sal¨ª de aquella casa, pero ¨¦l se ha quedado all¨ª".
En todos estos casos suele haber denuncias por malos tratos, intentos de convencer al juez de que el otro ha perdido la cabeza, demandas, juicios y m¨¢s juicios. Pero en lo que todos los expertos coinciden es en que los afectados son los ni?os y nada tiene que ver este s¨ªndrome con una cuesti¨®n de g¨¦nero. La guarda y custodia se ha concedido tradicionalmente a la madre y s¨®lo por esa raz¨®n puede que haya m¨¢s casos en los que el padre es el afectado. Por ahora. "Hay que resaltar que no es una cuesti¨®n de g¨¦nero, que no s¨®lo las mujeres alienan, sino tambi¨¦n los hombres, que ¨¦sta no es una lucha para denostar a las madres, sino para defender a los ni?os de esos padres y de esas madres que les manipulan hasta negarles los derechos que tienen como ni?os", dice Francisca Fari?a, catedr¨¢tica de Psicolog¨ªa B¨¢sica de la Universidad de Vigo. "El progenitor alienador no es consciente del da?o psicoemocional, a corto y a largo plazo, que le causa a su hijo cuando le est¨¢ programando en contra del otro progenitor. El estado psicoemocional del alienador le impide centrarse en sus hijos, focalizando toda sus acciones en da?ar al otro progenitor", explica.
Y a?ade: "Es importante que los psic¨®logos jur¨ªdicos tengan formaci¨®n espec¨ªfica sobre violencia de g¨¦nero y SAP, y manejen protocolos forenses que les permitan discernir cu¨¢ndo se est¨¢ ante un caso de un adulto que contin¨²a maltratando a sus v¨ªctimas, o ante un progenitor que aliena a sus hijos. Del mismo modo todo psic¨®logo jur¨ªdico ha de saber diferenciar cuando se trata de un caso de abuso sexual infantil o de un SAP".
Jos¨¦ Antonio B. no tiene duda de que sus hijos viven bajo el s¨ªndrome. Tiene miedo de que de mayores no puedan hacer una vida del todo normal. Teme sobre todo por su hijo, al que ve m¨¢s indefenso y afectado. Por eso camina detr¨¢s de ellos los tristes minutos que dura la visita del s¨¢bado. Les va diciendo frases que se quedan en un fr¨ªo mon¨®logo. "No quiero que me vean afectado y piensen que ellos son los culpables". Les pregunta qu¨¦ tal en el colegio, aunque sabe que van muy bien, trata de jugar con ellos, de recordarles los buenos momentos que pasaron juntos. Pero sabe que sufren. "Un d¨ªa, cuando todav¨ªa sub¨ªan conmigo a casa, fuimos a comprar al supermercado. Yo iba buscando un producto que no encontraba, no s¨¦ qu¨¦ era, pero en voz alta preguntaba 'd¨®nde estar¨¢ esto, d¨®nde estar¨¢ esto'. De repente vi c¨®mo mi hijo mayor se alejaba de nosotros y se plantaba delante de una estanter¨ªa. Cuando llegu¨¦ a su altura ¨¦l mir¨® hacia arriba, se?alando el producto que yo buscaba. Quer¨ªa decirme que estaba all¨ª, pero no pod¨ªa...", se interrumpe Jos¨¦ Antonio B. y llora abiertamente.
Otro d¨ªa le compr¨® unas deportivas y todos se fueron contentos a casa. "Al cabo de un rato son¨® el timbre. Era el ni?o, que ven¨ªa a devolver las zapatillas porque se lo hab¨ªa mandado su madre". As¨ª lo ha ido anotando Jos¨¦ Antonio B. en su diario, el que ya no escribe.
Antes sospechaban de envenenamiento cuando com¨ªan con ¨¦l, aunque fuera en un restaurante, o se limpiaban cuando ¨¦l les tocaba. Ahora ni siquiera eso es posible, porque la visita, una vuelta r¨¢pida a la manzana, llueva o nieve, no permite ning¨²n contacto f¨ªsico. Y la ¨²nica voz de falsa alegr¨ªa que se oye, es la del padre.
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