Espa?a, l¨ªder mundial en telebasura
En esta faceta de la globalizaci¨®n, Espa?a aventaja a EE UU y Europa, al igual, por cierto, que en urbanismo salvaje. El 'caso Svetlana' ha reabierto el debate sobre qui¨¦n debe regular este asunto
En el libro Content del arquitecto holand¨¦s Rem Koolhaas, editado por Taschen y que es una cartograf¨ªa de la globalizaci¨®n, aparece el atlas del reality El Gran Hermano ocupando el tercer puesto en lo que el autor llama "Aventuras de la globalizaci¨®n", inmediatamente despu¨¦s de los gr¨¢ficos de las bases militares norteamericanas (6.702 distribuidas en 41 pa¨ªses) o la extensi¨®n planetaria de los McDonald's (31.295 en 119 pa¨ªses) y mucho antes que los mapamundis de Ikea, los chinatowns o los monumentos de la Unesco en peligro.
El libro-cat¨¢logo de Koolhaas se edit¨® hace apenas tres a?os y entonces hab¨ªa en el planeta un total de 22 Big Brother distribuidos en 33 pa¨ªses y con gran predominio de su presencia en ?frica y Am¨¦rica Latina. Conociendo el rigor de Koolhaas, estoy seguro de que en pr¨®ximas ediciones de su cartograf¨ªa sobre el junkspace de la globalizaci¨®n revisar¨¢ muy al alza las cifras del reality, porque desde aquella fecha no s¨®lo se multiplic¨® el n¨²mero de pa¨ªses que incorporaron el formato Gran Hermano a su dieta televisiva, repiti¨¦ndola temporada tras temporada, sino que la holandesa factor¨ªa Endemol (hasta hace poco propiedad de nuestra Telef¨®nica y ahora de Berlusconi) lanz¨® al mercado infinidad de subproductos audiovisuales basados en el mismo encierro cat¨®dico, tambi¨¦n con gran ¨¦xito y que han convertido al c¨¦lebre hermano mayor en una monjita de clausura, y nunca mejor dicho.
Para algunas empresas privadas de televisi¨®n de Espa?a, todo vale si lo aprueba el aud¨ªmetro
Habr¨ªa que responsabilizar tambi¨¦n a la publicidad que financia estos programas
La globalizaci¨®n, que como Internet es capaz de lo mejor y lo peor, como ya reza el t¨®pico mid-cult, tiene una tendencia irrefrenable hacia los espacios basura y en los actuales mapamundis, pero no s¨®lo en los de Koolhaas, puede observarse a ojo de buen sat¨¦lite esta atracci¨®n fatal y acelerada hacia el junkspace en dos elementos clave de la aventura de la globalizaci¨®n: el disparatado crecimiento de las periferias urbanas y la insensata carrera de las televisiones en busca de grandes audiencias facilonas.
Ahora, con motivo del llamado caso Svetlana, vuelve a hablarse y discutirse de telebasura espa?ola de la misma manera que esas recientes fotograf¨ªas a¨¦reas que captan el junkspace del litoral mediterr¨¢neo, especialmente el levantino, han disparado de nuevo todas las alarmas sobre el urbanismo salvaje de nuestras costas. Es todo lo mismo. La especulaci¨®n irrefrenable de nuestros voraces inmobiliaristas, profesi¨®n y costumbre que se inici¨® y legitim¨® cuando el franquismo inferior, y la especulaci¨®n de ciertas empresas privadas de televisi¨®n (dos, fundamentalmente) en busca de las grandes audiencias y sin la menor cortapisa ¨¦tica o moral, desde aquella invitaci¨®n al todo vale si lo sanciona el aud¨ªmetro, que tambi¨¦n se inici¨® cuando el Ente de la dictadura dej¨® de ser monopolio.
El problema no est¨¢ en constatar la "natural" tendencia de nuestros empresarios de la construcci¨®n y la televisi¨®n hacia los espacios basura, y los mapamundis de Koolhaas demuestran que no hablamos de casos locales, sino muy planetarios porque el junkspace y la telebasura son tendencias globales muy arraigadas y extendidas. El verdadero problema est¨¢ en saber con cierta precisi¨®n por qu¨¦ estos dos grandes espacios basura de producci¨®n nacional son muy superiores a los del resto de los pa¨ªses que nos rodean. Que los arquitectos y urbanistas espa?oles se preocupen de lo suyo y sit¨²en en su contexto casero el junkspace teorizado por Rem Koolhaas brillantemente; es su problema. Pero los telespectadores espa?oles podemos decir y lo repetimos otra vez que no es cierto que las pantallas generalistas de Europa produzcan y emitan el mismo nivel de telebasura (realitys, testimoniales, g¨¦nero people, chismorreos, todo ese magma de producci¨®n propia y muy barata) que actualmente emiten las televisiones espa?olas.
Es rigurosamente falso que nuestros espacios basura de ma?ana, tarde, noche y madrugada tengan equivalente en las teles generalistas de Italia, Francia, Reino Unido, Alemania y ni siquiera en los llamados pa¨ªses del Este que recientemente han inaugurado libertad cat¨®dica.
Es m¨¢s, ciertos programas de Antena 3 y Telecinco, empresas que dirigen dos linces audiovisuales italianos (Paolo Vasile y Maurizio Carlotti ) tendr¨ªan serios problemas de censura en la Italia de la televisi¨®n berlusconiana, factor¨ªa de la que proceden, y no solamente en horarios de protecci¨®n infantil, donde el famoso c¨®digo de autorregulaci¨®n que aqu¨ª hemos plagiado de los italianos, se cumple all¨ª a rajatabla. El Garante de las Telecomunicaciones de la pen¨ªnsula vecina pondr¨ªa el grito en el cielo si en la programaci¨®n de su pa¨ªs existieran esos mismos espacios que en Espa?a emiten sin el menor problema de conciencia sus paisanos.
Pues bien. A estas alturas de la incomparable telebasura casera y conociendo ya al dedillo todos los argumentos a favor y en contra sobre el maldito embrollo, hay muy pocas cosas nuevas por decir y s¨®lo cabe insistir en dos aspectos. Lo primero de todo es informar con detalle a los telespectadores caseros de que nuestro junkspace, que con ser una tendencia de la perversa globalizaci¨®n, es un caso al que aqu¨ª hay que echarle de comer aparte y que como ese urbanismo salvaje de nuestro litoral no tiene demasiados precedentes por ah¨ª fuera. Y dos: habr¨ªa que unificar urgentemente la telebasura europea de la misma manera que por razones de convergencia se unific¨® la moneda, la agricultura, la pesca, el transporte, la ecolog¨ªa, el PIB o la balanza comercial. No es de recibo que en ciertos pa¨ªses de la UE existan espacios televisivos en los que todav¨ªa rige el principio posmoderno del "todo vale" y en el resto de la Uni¨®n les est¨¢ prohibido a los empresarios del sector lo que aqu¨ª les est¨¢ permitido: aumentar salvajemente sus audiencias, su cuenta de resultados, produciendo y reproduciendo un junkspace de sesi¨®n continua y programa doble sin el menor control e incumpliendo sus propios autocontroles.
Uno de los argumentos de los "liberales" espa?oles contra la regulaci¨®n de la telebasura (algo que no hace falta definir porque salta a la vista: lo mismo que distinguimos sin teor¨ªas filos¨®ficas complicadas la geometr¨ªa redonda de la picuda) es que si bien la nuestra no tiene precedentes en Europa, vale, ahora nos enteramos, resulta que es mucho menor que en las televisiones norteamericanas, donde existen realitys espeluznantes, jam¨¢s so?ados aqu¨ª. Alto ah¨ª. Distingamos. La Comisi¨®n Federal de la Comunicaci¨®n, la c¨¦lebre FCC, ejerce un control constante y hasta agobiante sobre las cuatro televisiones generalistas USA que emiten v¨ªa terrestre (ABC, CBS, NBC, Fox), pero no controla ni regula las emisiones por cable o v¨ªa sat¨¦lite, aunque los neocons de la Casa Blanca y la poderosa derecha cristiana intenten estos d¨ªas (ayer mismo, vaya por Dios) que las tradicionales normas de censura terrestre de la FCC tambi¨¦n se apliquen al cable. O sea que tampoco en ninguna TV generalista norteamericana se permitir¨ªan la mayor parte de esas telebasuras que aqu¨ª nos parecen tan normales.
Los que estamos en contra de cualquier censura, tipo FCC norteamericana, Garante italiano, Autoridad Audiovisual francesa, lo que sea, hab¨ªamos puesto muchas esperanzas en ese c¨®digo de autorregulaci¨®n firmado por las cadenas privadas hace meses. En todo este tiempo, las empresas espa?olas de televisi¨®n (pero en realidad s¨®lo un par) han demostrado que su gran negocio audiovisual es esa tendencia global hacia el junkspace y se las han arreglado para torear sin el menor problema de conciencia el papel que hab¨ªan firmado.
Y s¨®lo son dos, en definitiva, las ¨²nicas esperanzas contra la invasi¨®n creciente de la telebasura espa?ola, que, insisto, es nuestra verdadera anomal¨ªa europea. Una a medio / largo plazo. Que las nuevas maneras emergentes de ver la tele por otras pantallas (Internet, m¨®vil, cable, sat¨¦lite, DVD, etc¨¦tera) y fuera del sagrado rito familiar del cuarto de estar y cuando te da la real gana, sin la obligaci¨®n ceremonial del prime time, acaben de una vez por todas con la tiran¨ªa del aud¨ªmetro y liquiden definitivamente el potente mito primitivo de "La Televisi¨®n", pronunciada la palabra como aqu¨ª todav¨ªa se pronuncia: en may¨²scula trascendental y en idiota singular.
Y dos. Mientras ocurre esto, que ocurrir¨¢ por bemoles tecnol¨®gicos y globales, tambi¨¦n empezar a echarle la culpa de nuestra telebasura no s¨®lo a las empresas que la fabrican, sino a la publicidad que la paga. Basta hacer p¨²blica en la cada d¨ªa m¨¢s potente y c¨ªvica Web 2.0 la lista de las marcas nacionales o multinacionales que financian impunemente la telebasura en sus cortes publicitarios. Tan sencillo como eso.
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