Grandes viajes al coraz¨®n de la guerra
Una selecci¨®n de las 16 mejores batallas narradas por el cine que han logrado integrar en la ficci¨®n la crueldad, la locura, el genio y el hero¨ªsmo en medio del horror.
Las dos torres
Peter Jackson, 2002
"300 contra 10.000", dice el elfo Legolas, invocando la cifra m¨ªtica de la derrota, cuando un ej¨¦rcito de orcos de segunda generaci¨®n, los Uruk-hai, se acerca al abismo de Helm con la intenci¨®n de acabar de una vez para siempre con la raza humana. No es sencillo elegir entre las batallas que Peter Jackson fue capaz de imaginar en su monumental reconstrucci¨®n de El se?or de los anillos, pero el combate sin esperanza frente a una fuerza muy superior, el asedio salvaje en el que la humanidad se la juega, es dif¨ªcil de superar. La tensi¨®n antes de la batalla que muchos dan por perdida -"no mostr¨¦is piedad, pues ninguna hab¨¦is de recibir", exclama Aragorn-, la multiplicaci¨®n de las acciones simult¨¢neas y algunos vaciles, como Legolas haciendo surf sobre su escudo, dejan al espectador clavado a la bucata en medio de gritos de orcos y lluvias de flechas.
Gladiator
Ridley Scout, 2000
El cine de romanos tiene grandes momentos de lucha, los esclavos liderados por Espartaco machacados por la m¨¢quina de guerra de Roma que film¨® Stanley Kubrick -un combate que acaba con el famoso "yo soy Espartaco" por el que los cautivos prefieren ser crucificados antes de denunciar a su l¨ªder- o la batalla de Actium, que enfrent¨® a Marco Antonio y Octavio, recreada por John L. Mankiewicz en su desastrosa (econ¨®micamente) y maravillosa (desde el punto de vista del arte) Cleopatra. Pero, gracias a la ayuda de los efectos especiales, al talento de Ridley Scott para mover masas y a la fuerza que Richard Harris es capaz de dar al personaje de Marco Aurelio y, c¨®mo no, a Russell Crowe, la batalla contra los b¨¢rbaros germ¨¢nicos con la que arranca Gladiator se clava en la imaginaci¨®n con la sensaci¨®n de que tuvo que ser as¨ª.
Ran
Akira Kurosawa, 1975
Casi todos daban al maestro por acabado, quiz¨¢s ¨¦l mismo tambi¨¦n lo pensaba. Sin embargo, gracias a Serge Silberman, el productor de Luis Bu?uel, el japon¨¦s Akira Kurosawa logr¨® realizar la que muchos pensaban que ser¨ªa su canto del cisne, una historia inspiraba en Macbeth sobre un padre traicionado por sus hijos. La pel¨ªcula se llamaba Ran (Caos) y contiene algunos de los momentos m¨¢s bellos y terribles de la historia del cine. La batalla que articula el filme, con las tropas mostrando estandartes rojos y amarillos, ofrece la intensidad de Goya, en medio de una brutal plasticidad de la violencia, con la sangre chorreando a borbotones, las flechas clavadas en los ojos. Kurosawa recurre a un truco dif¨ªcil y logra que funcione: la primera parte de la batalla es narrada con un fondo de m¨²sica y, de repente, estallan los sonidos del combate y explota la guerra en todo su horror.
Braveheart
Mel Gibson, 1995
Con Braveheart, Mel Gibson demostr¨® su pasi¨®n por la violencia y las largas escenas de tortura, pero tambi¨¦n confirm¨® que es un gran realizador. El actor australiano logr¨® cinco oscars (entre ellos, los de mejor pel¨ªcula y director) con su filme sobre el h¨¦roe independentista escoc¨¦s William Wallace, Braveheart, que encabez¨® la rebeli¨®n contra los ingleses en el siglo XIII. Gibson recrea combates con tipos duros como piedras y, marca de la casa, todo tipo de miembros cortados. Pero tienen ritmo y fuerza, desde la batalla de Stirling, que acab¨® con las fuerzas escocesas saqueando York, hasta la derrota de Falkirk, con un terrible retrato de la traici¨®n en el mismo campo de la lucha. La Edad Media de Gibson no es como la de Errol Flynn, es sucia, s¨®rdida y fr¨ªa, pero consigue llenarla de vida y de muerte y hacer cre¨ªble la lucha por una causa perdida.
Napole¨®n
Abel Gance, 1927
Fue el ¨²ltimo gigante del cine mudo, la ¨²ltima gran pel¨ªcula sin voces. Sin embargo, la portentosa imaginaci¨®n que Abel Gance demostr¨® en su Napole¨®n sigue peg¨¢ndose a la retina como un espect¨¢culo ins¨®lito, de una dur¨ªsima belleza. "Entre los gritos de los heridos, el fuego se detiene y comienza la lucha cuerpo a cuerpo. S¨®lo quedan las espadas para combatir", reza uno de esos cl¨¢sicos carteles del cine mudo que aparece en el gran momento del filme: la narraci¨®n de la batalla de Toulon (1793), con la que el entonces capit¨¢n corso logr¨® su fama militar. El realizador combina los primeros planos de Napole¨®n con los momentos de batalla, el miedo de los civiles ante el asalto y el fragor del fuego de la artiller¨ªa, las dudas de los oficiales ante las decisiones del joven capit¨¢n, en un retrato de la guerra que ha envejecido pero que no ha caducado.
Master and Commander
Peter Weir, 2003
En su estupenda adaptaci¨®n del mundo naval de Patrick O'Brien, Peter Weir lleva al espectador al coraz¨®n de las guerras napole¨®nicas en el mar. La primera batalla, con la que arranca el filme, no es la m¨¢s espectacular de Master and Commander, pero su planteamiento es magistral. Desde que un marino presiente el peligro -"hay algo entre la bruma"- hasta que empiezan los ca?onazos, la tensi¨®n va a atrapando al espectador, que tambi¨¦n escruta la niebla en busca del enemigo. Y la reconstrucci¨®n digital de la guerra, de las astillas y los heridos -"echad arena a la sangre", se exclama en mitad del combate-, de los golpes de la artiller¨ªa, es toda una lecci¨®n de cine de acci¨®n, pero tambi¨¦n un canto al viejo g¨¦nero de marineros. "Remad como si un franc¨¦s fuese a violar a vuestra madre", es una frase que encaja perfectamente con el ambiente.
Gallipoli
Peter Weir, 1981
De nuevo Peter Weir, esta vez con la pel¨ªcula que le hizo famoso y que lanz¨® a un joven actor australiano llamado Mel Gibson. Weir se enfrent¨® sin prejuicios, a trav¨¦s de las miradas de dos j¨®venes, a uno de los mitos fundacionales de la Australia contempor¨¢nea, a una batalla que dur¨® ocho meses en la que murieron casi un cuarto de mill¨®n de personas en ambos bandos y cuyo desenlace sigue conmemor¨¢ndose como festivo en varios pa¨ªses (el 25 de abril, d¨ªa de Anzac). La batalla est¨¢ presente en todo momento, incluso antes de que los protagonistas se alisten, pero apenas aparece el puro combate. Con una gran sencillez, aunque con excesos musicales propios de los ochenta, Weir retrata el horror de la guerra de las trincheras, de los asaltos in¨²tiles ante las metralletas del enemigo, refleja el dolor de un conflicto que enterr¨® a varias generaciones.
Lawrence de Arabia
David Lean, 1962
"Auda no ir¨¢ a Aqaba por dinero, ni por el pr¨ªncipe Faisal, ni por echar a los turcos. Auda vendr¨¢ a Aqaba porque le place". "Lawrence, tu madre te concibi¨® con un escorpi¨®n". Con este di¨¢logo entre Lawrence de Arabia (insuperable Peter O'Toole) y el caudillo ¨¢rabe Auda Abu Tayi (Anthony Quinn) arranca la mejor batalla de uno de los mayores espect¨¢culos que ha ofrecido el cine. David Lean no cont¨® con efectos especiales para clonar a gigantescos ej¨¦rcitos, los tuvo que filmar a golpe de extras, aprovechando la m¨²sica, los escenarios naturales (una parte rodados en Almer¨ªa y otra en Jordania) y su inmensa capacidad para componer im¨¢genes y crear cine. En Aqaba empieza la leyenda de Lawrence de Arabia y all¨ª demostr¨® su genio, su hero¨ªsmo, pero tambi¨¦n su crueldad, los tres elementos de los que est¨¢n hechas la mayor¨ªa de las batallas.
Senderos de gloria
Stanley Kubrick, 1957
Este filme, que estuvo prohibido en Espa?a durante d¨¦cadas, es el s¨ªmbolo m¨¢ximo del antibelicismo en el cine, una pel¨ªcula valiente y rompedora sobre oficiales cobardes que env¨ªan a otros a morir. "La orden era atacar. Su deber era obedecer. No podemos dejar que los soldados decidan si una orden es posible o no. La ¨²nica prueba de que la han cumplido ser¨ªan sus cad¨¢veres sobre las trincheras. Son una pandilla de perros rastreros y llorones", espeta el siniestro general, responsable de la carnicer¨ªa, a Kirk Douglas, que hace lo que puede para defender a sus hombres de la locura de unos superiores que s¨®lo quieren ganar medallas sobre monta?as de cad¨¢veres. La toma de la colina de las Hormigas, con los soldados destrozados por el fuego amigo y el enemigo, es un viaje sobrecogedor al absurdo de la guerra, al coraz¨®n de la muerte.
Objetivo Birmania
Raoul Walsh, 1945
En Objetivo Birmania, un cl¨¢sico de la Segunda Guerra Mundial, en el que un artesano como Raoul Walsh consigui¨® convertir de manera cre¨ªble un parque de Los ?ngeles en la selva birmana, no hay grandes batallas: s¨®lo calor, mosquitos, japoneses, ¨¢rboles y Errol Flynn. Sin embargo, contiene una magn¨ªfica escaramuza, uno de esos peque?os combates de los que puede depender toda una guerra: los paracaidistas que capitanea Flynn, entre los que se encuentra un periodista dispuesto a correr los mismos riesgos que los muchachos, tienen como misi¨®n destruir un radar situado en mitad de la selva, un objetivo del que puede depender todo el desarrollo de la guerra en el Pac¨ªfico. Con medios limitados, respetando las normas del m¨¢s puro cine de propaganda b¨¦lica, Walsh logra arrastrar al espectador hasta el coraz¨®n del combate, del miedo y del valor.
Salvar al soldado Ryan
Steven Spielberg, 1994
Con la revoluci¨®n de los efectos especiales que provoc¨® Parque Jur¨¢sico, el cine cre¨® nuevas ilusiones, pero tambi¨¦n reconstruy¨® viejos mundos. Y el cine b¨¦lico ha sabido aprovechar como ning¨²n otro g¨¦nero ese fil¨®n. La media hora inicial de Salvar al soldado Ryan se alza como una cumbre del s¨¦ptimo arte, un momento de horror supremo en el que las t¨¦cnicas digitales unidas al talento de Steven Spielberg, muy inspirado por Uno rojo divisi¨®n de choque, logran recrear la bestialidad de la guerra, las balas que silban por todas partes, los soldados descuartizados por la artiller¨ªa antes de pisar la playa. Y, sin embargo, el filme plantea un profundo dilema: la guerra es horrible incluso cuando es justa, porque el espectador sabe que del resultado de lo que ocurr¨ªa en Omaha Beach depend¨ªa la derrota del nazismo. Con las balas, los muertos y los cad¨¢veres.
Arde Par¨ªs
Ren¨¦ Cl¨¦ment, 1966
Con el mismo esquema de El d¨ªa m¨¢s largo, que cuatro a?os antes hab¨ªa revolucionado el cine b¨¦lico con su blanco y negro, sus espectaculares batallas y un reparto cargado de estrellas, Ren¨¦ Cl¨¦ment adapt¨® el libro de Larry Collins y Dominique Lapierre -con un gui¨®n de lujo en el que participaron Gore Vidal y Francis Ford Coppola- que relataba con minuciosidad el final de la ocupaci¨®n alemana de Par¨ªs. Toda la pel¨ªcula es una larga batalla, que maneja varios escenarios a la vez, y en la que, como en las verdaderas batallas, hay casi m¨¢s momentos de calma que de tiros. La toma del ayuntamiento, con los alemanes cruzando la plaza en medio del fuego, es un momento irrepetible de combate urbano. El espectador se queda con la extra?a sensaci¨®n de estar viendo un documental en el que, por casualidad, aparecen Jean Paul Belmondo y Kirk Douglas.
Apocalypse Now
Francis Ford Coppola, 1979
"Charlie no hace surf", "me sobran huevos para hacer surf en esta playa", "gilipollas, llenadme ese bosque de bombas. Bombardead a esos retrasados mentales", "hueles eso muchacho, lo hueles. Nada en el mundo huele as¨ª. No hay nada como el olor del napalm por la ma?ana", "a un hombre que tiene los huevos de luchar con las tripas fuera, no le niego un poco de agua". Estas frases son s¨®lo alguna de las perlas que pronuncia el m¨¢s extraordinario oficial creado por el cine, el coronel Kilgore, interpretado por Robert Duvall. Dentro esa locura de pel¨ªcula que reflejaba la locura de la guerra, el ataque contra el poblado controlado por el Vietcong por el s¨¦ptimo de caballer¨ªa aerotransportado con la Cabalgata de las valquirias de Wagner a todo trapo se lleva la palma del deliro b¨¦lico total. Todo parece incre¨ªble y, sin embargo, el reflejo de Vietnam no puede ser m¨¢s realista.
Las flores de Harrison
?lie Chouraqui, 2000
Un veterano corresponsal en los Balcanes dijo sobre esta pel¨ªcula: "El que la ha rodado sabe de verdad lo que es la guerra". A trav¨¦s de la historia de una mujer que se sumerge en la guerra de Croacia para buscar a su marido, un fot¨®grafo desaparecido en combate, el realizador franc¨¦s ?lie Chouraqui refleja el horror de la limpieza ¨¦tnica en la antigua Yugoslavia. "Es un ba?o de sangre. Matan a todo lo que se mueve", dice uno de los periodistas que protagonizan el filme. No importa que haya algunos momentos incre¨ªbles -como que los serbios maten a decenas de civiles ante las c¨¢maras de los periodistas, sin asesinar primero a los testigos-; todo el filme, y especialmente la toma de Vukovar, est¨¢ impregnado de verdad. Y el director no necesita cargar las tintas de sangre para que un escalofr¨ªo recorra la espalda del espectador.
Black Hawk derribado
Ridley Scott, 2001
La batalla de Mogadiscio, que en 1993 termin¨® con la muerte de 18 soldados estadounidenses que formaban parte de una fuerza de paz internacional que trataba de acabar con el desastre humanitario en Somalia y de frenar a los se?ores de la guerra, cambi¨® la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos hasta el 11-S. El Ej¨¦rcito m¨¢s potente del mundo result¨® humillado por una panda de guerrilleros en un combate urbano en el que, a priori, ten¨ªa todas las de ganar. Bas¨¢ndose en el libro de Mark Bowden y utilizando todos los medios tecnol¨®gicos a su alcance, Ridley Scott logra contar una batalla que se prolonga durante casi dos horas sin que decaiga el ritmo, sin escatimar detalles y sin que el espectador se pierda entre las decenas de personajes que pasan por la pantalla. Aunque al final uno se quede con un cierto regusto a propaganda.
El imperio contraataca
Irvin Kershner, 1980
Con La guerra de las galaxias, George Lucas cambi¨® la forma de so?ar el cine. Desde las letras que se deslizaban sobre la pantalla, con la m¨²sica de John Williams y aquello de "hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana", el espectador sab¨ªa que se encontraba ante algo completamente nuevo, y a la vez tan antiguo como el cine. Y s¨®lo era el principio. Las batallas en el espacio se adelantaron a la era de los videojuegos e hicieron so?ar a toda una generaci¨®n, pero el mejor combate de la serie tiene lugar en tierra, en la nieve, en el arranque de El imperio contraataca, la segunda de la serie (o la quinta, seg¨²n como se mire). Es puro cine b¨¦lico, un ataque de infanter¨ªa en toda regla apoyado en los blindados, esas inmensas vacas mec¨¢nicas. Pero tiene tambi¨¦n la dimensi¨®n m¨¢gica que Lucas logr¨® dar a la serie, el esp¨ªritu de aquella galaxia tan cercana.
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