Turner, un premio v¨ªctima del ¨¦xito
Se falla hoy el galard¨®n brit¨¢nico, siempre a caballo entre el arte y el esc¨¢ndalo
"Cuidado, no vaya usted a tropezarse". El sol¨ªcito bedel de la Tate Liverpool alerta al visitante. En el suelo, un list¨®n de madera de roble, a la entrada de la sala. T¨ªtulo de la obra: Escultura umbral. Autor: Nathan Coley. Cuando uno acude a una muestra de arte contempor¨¢neo, siempre alberga la secreta esperanza de tropezarse con una obra definitiva, con una pieza subyugante. ?sta, cuando menos, ofrece la posibilidad de un tropiezo literal.
Una retrospectiva recorre los 23 a?os de existencia del galard¨®n
Todos apuntan como favorito de esta edici¨®n a Mark Wallinger
En un antiguo muelle de Liverpool al que llegaban el t¨¦, el tabaco y la seda procedentes del Lejano Oriente se exhiben este a?o los trabajos de los cuatro finalistas del controvertido Premio Turner 2007. Aqu¨ª est¨¢ la sede en Liverpool de la galer¨ªa Tate, que ha querido sumarse al bullicio que preludia la capital¨ªa cultural de la ciudad en 2008. Las gr¨²as han tomado la ciudad.
El Turner Prize se ha enfrentado con un traslado temporal de sede a su particular encrucijada: ?premiamos la sustancia o volvemos al esc¨¢ndalo? Su reputaci¨®n la ha construido sobre premios controvertidos: cuando hay pol¨¦mica, arrecian las cr¨ªticas; cuando no la hay, tambi¨¦n. Bartomeu Mar¨ª, conservador jefe del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona, dice que es un premio prisionero de su ¨¦xito: "Se han creado una reputaci¨®n de shock social y resulta dif¨ªcil separar el arte del esc¨¢ndalo".
La Escultura umbral de Nathan Coley es f¨¢cilmente emparentable con aquella obra que Martin Creed present¨® en 2001 y que desat¨® la pol¨¦mica: usando el sistema de iluminaci¨®n de la Tate, Creed propon¨ªa una sala vac¨ªa en la que la luz se enciende cinco segundos y se apaga otros cinco. Gan¨®. Que Madonna fuera la encargada de darle el premio no hizo otra cosa que alimentar m¨¢s las cr¨ªticas. La obra de Creed, de hecho, se puede ver en estos d¨ªas en Londres, que acoge una retrospectiva de los 23 a?os del premio en paralelo a la muestra de los finalistas en Liverpool. Lizzie Carey-Thomas, comisaria de la retrospectiva, recorre la muestra y se detiene en la sala de Martin Creed. La luz se enciende e ilumina su cara. La luz, se apaga: "Me pareci¨® un paso muy valiente, Creed estaba convencido de no hacer concesiones, eligi¨® ser minimalista hasta el extremo".
El Premio Turner ha conseguido apuntalar la carrera de toda una joven generaci¨®n de artistas que trabajan en suelo brit¨¢nico y ha colocado el arte en el centro del debate, eso est¨¢ claro. Lo corrobora el prestigioso cr¨ªtico de The Guardian, Adrian Searle. Gilbert and George, Damien Hirst, Wolfgang Tillmans, Tracey Emin... Pero Searle tambi¨¦n lamenta algunos de los da?os colaterales que el premio ha generado. "A algunos artistas se les conoce m¨¢s por qui¨¦nes son que por lo que hacen. El arte refleja la sociedad de la que viene. ?Ser¨¢ ¨¦ste un reflejo de esta cultura de famosos?". Concede que se ha llegado a un cierto punto de saturaci¨®n con el Premio Turner, un cierto punto de fatiga. James Lingwood, codirector de Artangel, reputada galer¨ªa que ha amamantado a algunos de los artistas que a?o tras a?o son candidatos, se pronuncia: "La intensidad del debate en torno al Turner se ha evaporado, ya no es tan controvertido".
La lista de los cuatro finalistas de este a?o cuenta con dos artistas que ya fueron candidatos previamente, Mike Nelson y Mark Wallinger, lo cual ha sido saludado por la cr¨ªtica. De hecho, todos apuntan como favorito de esta edici¨®n a Wallinger, de 48 a?os, que en 1995 perdi¨® ante Mother and child divided, las c¨¦lebres terneras diseccionadas y en formol de Damien Hirst. Wallinger caus¨® impacto este a?o con State Britain, una instalaci¨®n con la que quiso devolver la voz a aquellos a los que se la hab¨ªan robado: reprodujo las pancartas del activista Brian Haw contra la guerra de Irak que la polic¨ªa retir¨® en 2006 de Parliament Square.
Wallinger celebra la existencia del Turner, su papel crucial, pero tambi¨¦n se lamenta del circo medi¨¢tico que se monta y critica uno de los efectos a los que ha podido contribuir el premio: "Londres se ha convertido en una ciudad viable para un artista, antes no lo era. Pero el problema es que hoy hay una obsesi¨®n por el dinero y por el valor de las obras que resulta bastante deprimente".
Apoyado en una pared de la Tate Liverpool, elegante y tranquilo, el todopoderoso Nicholas Serota, alma de estos premios y director de la Tate Britain, niega que el Turner haya perdido inter¨¦s. Arguye que, despu¨¦s del poder¨ªo de mitad de los ochenta y del reimpulso en los primeros noventa, ahora el Turner se encuentra en una tercera fase "con gran respuesta del p¨²blico". Ante las cr¨ªticas, se remite a que el formato est¨¢ siendo copiado a lo largo y ancho del globo. La comisaria Lizzie Carey-Thomas tampoco se esconde: "El premio no se ha suavizado, puede que no sea tan controvertido o chocante, pero en realidad es mucho m¨¢s radical, sin intentar realmente serlo".
El favorito es el oso
Suena un riff de los White Stripes en un bucle que nunca se detiene sobre im¨¢genes de las entregas del Premio Turner. En un cl¨¢sico cab negro instalado en medio de la sala, se proyectan las im¨¢genes de ciudadanos hablando de arte, sentados en la parte de atr¨¢s de taxis. Estamos en Liverpool, al borde del r¨ªo Mersey, en la sede de la Tate, donde se exhiben los trabajos de los cuatro finalistas.
Hoy sabremos si el premio de los 36.000 euros se lo lleva el favorito, el m¨¢s veterano de los finalistas, Mark Wallinger, de 48 a?os. Su instalaci¨®n contra la guerra de Irak, State Britain, ha causado tal impacto este a?o que se ha permitido el lujo de traer a la exhibici¨®n un trabajo ya presentado hace dos a?os en la Bienal de Venecia: Sleeper, filmaci¨®n de la performance que llev¨® a cabo en la Neue Nationalgalerie de Berl¨ªn, donde se pas¨® 10 noches, disfrazado de oso, en una planta que daba a la calle. El premio se otorga en funci¨®n de la contribuci¨®n art¨ªstica del artista, no s¨®lo por la obra que se exhibe en esta muestra.
Mike Nelson tambi¨¦n repite como finalista y presenta Amnesiac Shrine, un laberinto de cuatro cubos blancos por los que el visitante se pasea. En cada cubo hay un agujero por el que uno se asoma a un paisaje de desiertos estrellados. Dos fogatas ficticias, sim¨¦tricamente colocadas a la entrada y a la salida del espacio, cierran la instalaci¨®n del artista de Loughborough, de 40 a?os. La muestra se cierra con las fotograf¨ªas de paisajes vac¨ªos pero en los que pervive la huella humana de Zarina Bhimji (Uganda, 1963) y las instalaciones de Nathan Coley (Glasgow, 1967), una de ellas un luminoso que reza: "No habr¨¢ milagros aqu¨ª".
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