El verano italiano de Pasolini
Las fotos de Philippe S¨¦clier ilustran el diario de viaje del cineasta de 1959
Durante el verano de 1959, los lectores de la revista Successo pudieron seguir el periplo de su enviado especial, Pier Paolo Pasolini, que en compa?¨ªa del fot¨®grafo Paolo di Paolo y al volante de un Fiat Millecento, recorri¨® la costa italiana, desde Ventimiglia hasta Trieste. El reportaje se public¨® en tres entregas con el t¨ªtulo Larga carretera de arena. En 2001, el fot¨®grafo franc¨¦s Philippe S¨¦clier sigui¨® con su c¨¢mara los pasos dados 42 a?os atr¨¢s por Pasolini. Sus fotos, junto con los textos del cineasta, se editan ahora en Espa?a en un volumen de la colecci¨®n BlowUp Libros ?nicos de La F¨¢brica Editorial.
Larga carretera de arena es un diario no sentimental de una Italia que ha dejado atr¨¢s la posguerra mundial y vive un luminoso desarrollo econ¨®mico. Un a?o despu¨¦s de su viaje, Pasolini empez¨® a escribir el gui¨®n de su primera pel¨ªcula, Accattone.
Ya al principio de su recorrido, en la Riviera de Poniente, en el camino de San Remo a G¨¦nova, Pasolini se topa de bruces con la explosi¨®n del verano italiano: "Es el r¨ªo variopinto de la vida congestionada por el deseo de ser, en el sentido m¨¢s inmediato: no importa c¨®mo, pero estar aqu¨ª, en estas espl¨¦ndidas playas, cada uno al m¨¢ximo de sus posibilidades, para disfrutar el ideal del verano, para empe?arse con todas las fuerzas en ser felices y, por lo tanto, serlo realmente, para mirar y ser mirados, en una romer¨ªa de amor". La costa de Liguria se va fundiendo, desde el lujo inalcanzable de Portofino, en la burguesa Santa Margherita para llegar a la popular Lerici. En su muelle, "durante unos cien metros, una fila de gente, con la espalda contra los bloques de piedra, sentados al fresco: viejos, jubilados, parejas. Sin decir nada, o casi, miran el espect¨¢culo del pueblo y del mar". El simple ejercicio de mirar: el rito estival de los italianos.
En Forte dei Marmi, Pasolini avista a Gianni Agnelli, "grueso, pr¨®spero, bronceado", que se niega a que Di Paolo le haga una foto. En Fregne visita a Alberto Moravia, que escribe su "nueva novela", La contemplaci¨®n y el tedio, y tambi¨¦n a Fellini, que rueda un episodio de La dolce vita.
Es dif¨ªcil leer a Pasolini, ya en el puerto de Roma, sin sentir un escalofr¨ªo: "Llego a Ostia con una tormenta azul como la muerte. El agua se evapora entre truenos y rayos. Los veraneantes se aprietan en los bares, en las casetas, con la cola entre las piernas. Los sitios, vac¨ªos, parecen inmensos". Diecis¨¦is a?os m¨¢s tarde, en la noche del 1 al 2 de noviembre de 1975, muri¨® asesinado aqu¨ª, en un descampado. Pero entonces, emocionado como un ni?o, cruza el Ecuador que parte a Italia en dos mundos: el Norte y el Sur.
Tras ser recibido por un "ej¨¦rcito de piojosos" en N¨¢poles, Pasolini acude al encuentro de Visconti en la isla de Ischia. Su paso por Calabria, la Italia m¨¢s remota, le cala profundamente. De nuevo en el Adri¨¢tico, la vuelta a la prosperidad: Ancona, R¨ªmini, Venecia y, una pasada la Seren¨ªsima, el conf¨ªn de su "primera juventud". En Trieste acaba el peregrinaje. En Lazzareto, la ¨²ltima playa italiana, m¨¢s bien deprimida, un grupo de j¨®venes disfruta indolente de sus vacaciones. "Aqu¨ª se acaba Italia, se acaba el verano".
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