Crimen perfecto
Sobre las v¨ªctimas de la violencia se cierne una doble muerte: la f¨ªsica que causan las armas y la interpretativa o hermen¨¦utica que elaboran los mismos que matan f¨ªsicamente. En los campos nazis de exterminio no s¨®lo se pretend¨ªa matar al jud¨ªo, sino tambi¨¦n expulsarle de la condici¨®n humana. El universo concentracionario estaba pensado para que el deportado interiorizara que no formaba parte de la humanidad, por eso se les humillaba oblig¨¢ndoles, por ejemplo, a que la misma escudilla sirviera para comer, lavarse y defecar; por eso tambi¨¦n estaba prohibido nombrar sus restos con t¨¦rminos que evocaran a la especie humana: no eran "cad¨¢veres", sino "le?os" o "trapos".
El enemigo, dec¨ªa por entonces Walter Benjamin, no descansa con la muerte de sus v¨ªctimas, sino que se afana en hacerlas invisibles, sea interpretando las muertes como precio del progreso, sea convirti¨¦ndolas en humanamente insignificantes. S¨®lo entonces se produce el crimen perfecto, s¨®lo entonces descansa el enemigo. Importante es que el criminal borre sus huellas; m¨¢s importante a¨²n es que no haya rastro de la v¨ªctima. El trabajo hermen¨¦utico tiene una tipolog¨ªa de lo m¨¢s variada. En el caso de los nazis tom¨® la forma de una propaganda obsesiva, empe?ada en animalizar al jud¨ªo; se les mataba con el mismo insecticida que se empleaba para matar ratas. Los terroristas etarras colocan al interior de las balas un mensaje pol¨ªtico con el que quieren dar a entender que los asesinados no merecen la condici¨®n de ciudadanos en esa polis imaginaria en cuyo nombre matan; las v¨ªctimas son descatalogadas pol¨ªticamente para que nadie las lamente. Otras veces son los herederos de los vencedores los que se encargan de fijar una imagen ignominiosa de la v¨ªctima para que las generaciones futuras aplaudan la violencia de los abuelos y la celebren como un gesto heroico.
Hacen invisibles pol¨ªticamente a las v¨ªctimas para que nadie las lamente
La teor¨ªa de la conspiraci¨®n, surgida tras los atentados del 11-M en Madrid, ha enriquecido esa tipolog¨ªa con una figura in¨¦dita. Resulta que el trabajo hermen¨¦utico de invisibilizaci¨®n de las v¨ªctimas lo est¨¢n llevando a cabo medios de comunicaci¨®n y voceros pol¨ªticos, con la ayuda de alg¨²n mitrado cat¨®lico, que en principio deber¨ªan estar m¨¢s cerca de las v¨ªctimas que de los verdugos. Lo que tratan de conseguir con el se?uelo, ahora, de la autor¨ªa intelectual pendiente de identificaci¨®n y, antes, con las imputaciones del atentado a ETA, es desplazar el eje de la atenci¨®n p¨²blica y, si cuela, tambi¨¦n de la justicia. El precio de esa desviaci¨®n no es menor. Lo de menos es que intentaran enga?ar a la opini¨®n p¨²blica o a los jueces. Estaba claro desde el principio que el montaje no aguantar¨ªa un examen riguroso, como ha demostrado la sentencia. Lo importante es el trabajo sucio de muerte hermen¨¦utica que esa estrategia llevaba consigo, fueran o no conscientes de ello sus autores. En vez de centrarse en el da?o que se ha hecho a las v¨ªctimas, se empe?an en distraer la atenci¨®n de todos con elucubraciones que sirvan electoralmente a un partido o cremat¨ªsticamente a empresarios de la comunicaci¨®n.
Lo que pretende el crimen hermen¨¦utico es hacer irreconocible la injusticia hecha a la v¨ªctima y, de paso, imposibilitar la justicia, si por ello entendemos, adem¨¢s del castigo al culpable, el reconocimiento por parte de todos del sufrimiento infligido a las v¨ªctimas y el desencadenamiento de una solidaridad social que repare lo reparable y sepa guardar respeto ante lo irreparable.
Los estrategas de la conspiraci¨®n han comprendido mejor que nadie que una cosa es el significado de las v¨ªctimas y otra su politizaci¨®n. Las v¨ªctimas son significativas en s¨ª mismas, por la violencia injusta que reciben siendo ellas inocentes. No son v¨ªctimas porque simpaticen con el partido del Gobierno o de la oposici¨®n, sino porque un d¨ªa iban al trabajo o a la escuela y una bomba seg¨® sus vidas, les mutil¨® o les traumatiz¨® de por vida. Hacer justicia significa entonces inclinarse ante los da?os recibidos, tomar buena nota de ellos y repararles en la medida de lo posible. Esa tarea no se reduce al Estado, sino que afecta a toda la sociedad porque la amplitud de los males solicita las atenciones m¨¢s diversas: reparaciones materiales, reconocimientos morales o solidaridades sociales.
La politizaci¨®n de las v¨ªctimas va por otros derroteros. Su sufrimiento es utilizado como combustible para batallas pol¨ªticas donde lo que priman no son los da?os causados a los que iban en los trenes, sino la rentabilidad electoral o econ¨®mica de los promotores. Esta instrumentalizaci¨®n de dolor lleva a la perversi¨®n de dividir las v¨ªctimas en buenas y malas; lleva a insultar, calumniar o denigrar a aquellas que no se sometan a la estrategia utilitarista previamente dise?ada. Se priva a la v¨ªctima de su autoridad moral que no deriva de lo que piensa sino de lo que sufre. Y la sociedad, harta del ruido medi¨¢tico sobre mochilas y furgonetas, decide un buen d¨ªa que si, hasta para ciertas asociaciones de v¨ªctimas, importa m¨¢s el negocio pol¨ªtico que el esclarecimiento de la verdad, mejor dejarlas con su juego. Ser¨¢ que lo que les ha ocurrido s¨®lo les incumbe a ellas. As¨ª todos salimos perdiendo porque si en un espacio ha tenido lugar un atentado, como el del 11-M, ese lugar es ya incomprensible pol¨ªtica y moralmente sin el significado de las v¨ªctimas. Sin ese sentido, el misterio de la violencia en pol¨ªtica seguir¨¢ indescifrable.
Reyes Mate es profesor en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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