Poetas del 27
Ya est¨¢n mayormente alojados en la casa solar de los cl¨¢sicos, donde a veces, alg¨²n que otro siglo, hay hu¨¦spedes que pasan a ser estables. Son los poetas del grupo del 27, no de la generaci¨®n del 27, que es sin¨¦cdoque habitual y enga?osa. Eran amigos entre ellos, unos m¨¢s que otros, dispusieron de un razonable "esp¨ªritu de clan" y se autoproclamaron "nietos de G¨®ngora" y legatarios del m¨¢s inmediato Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Optaron de com¨²n acuerdo por instalarse en una tradici¨®n que ven¨ªa del modernismo y, un poco a instancias de La deshumanizaci¨®n del arte de Ortega y Gasset, propugnaron inicialmente una poes¨ªa minoritaria y aristocratizante, cuya pureza hiciera las veces de ant¨ªdoto frente a las contaminaciones de la vida cotidiana, incluyendo los barrizales pol¨ªticos de la dictadura de Primo de Rivera.
Pero nada de eso fue demasiado perseverante. Los poetas del 27 acabaron desde?ando los excesos ornamentales modernistas, se hicieron adecuadamente aut¨®nomos y prefirieron las filtraciones impuras antes que las normativas as¨¦pticas. Algunos se inclinaron por el neopopularismo, estilizando a su aire los aparejos realistas y, con los a?os, probaron suerte en la contraria parcela del surrealismo. Otros pasaron de la saludable aventura ultra¨ªsta a una suerte de neorromanticismo del que hab¨ªan sido eliminados sus recursos m¨¢s parasitarios. La pretensi¨®n de originalidad acentu¨® en muchos casos la versatilidad. A trav¨¦s de un eclecticismo de sal¨®n llegaron a los volubles incentivos de la calle.
Releer a estos poetas eminentes vale tanto como refrendar en qu¨¦ consisti¨® el eje evolutivo de la poes¨ªa espa?ola de los ¨²ltimos cuatro o cinco siglos. Ah¨ª est¨¢ recuperada una tradici¨®n y pronosticado un porvenir. Por lo que a m¨ª respecta, cada vez que vuelvo a mis predilectos Cernuda, Garc¨ªa Lorca, Guill¨¦n o Salinas, tambi¨¦n regreso con fidelidad emocionante a mi noviciado literario, cuando aprend¨ªa en La realidad y el deseo, el Llanto, C¨¢ntico o La voz a ti debida, en qu¨¦ ignorado territorio de la est¨¦tica estaba gest¨¢ndose el significado ¨²ltimo de la poes¨ªa. Por supuesto que las escalas de valores no son en este caso coincidentes, como no lo fueron -siempre ocurre as¨ª- las afinidades literarias de los componentes del grupo, donde lo que prevalece a la larga son personalidades aisladas y en ning¨²n caso un conjunto homog¨¦neo. Pero el n¨²cleo operativo de todos ellos, su po¨¦tica raz¨®n de ser, resulta irrevocable.
En el frondoso terreno de las vanguardias de entreguerras, los poetas del 27 constituyen un ejemplo de correlaci¨®n paulatina entre la vida y la obra. Si se toma como referencia la frontera de la Guerra Civil, ser¨¢ f¨¢cil rastrear hasta qu¨¦ punto los viejos presupuestos minoritarios dejan paso a las tentativas de ir soldando con indisputable libertad experiencia y literatura. Es algo que tambi¨¦n podr¨ªa aplicarse a los grandes poetas latinoamericanos -Vallejo, Neruda, Huidobro- que coincidieron con sus contempor¨¢neos espa?oles en tantas conductas humanas y literarias. Es cierto que cada uno asimil¨® a su manera y con desigual fortuna, lejos de cualquier uniformidad, el legado recibido. Pero todos juntos supieron enriquecerlo de manera admirable. -
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