La etnicidad como estrategia
Sin duda, tiene raz¨®n Pedro Larrea, mi amable contradictor, cuando se?ala en estas p¨¢ginas (04-12-07) que no tom¨¦ en cuenta en mi anterior art¨ªculo la menor inversi¨®n que el Estado efect¨²a en el Pa¨ªs Vasco. Lo que sucede es que el dato es pr¨¢cticamente irrelevante a los efectos de nuestro debate, y para comprobarlo bastan unas pocas cifras: si partimos de que la inversi¨®n real de todo el sector p¨²blico estatal en la comunidad aut¨®noma es, seg¨²n datos del Presupuesto para 2007 de 477 millones (un 2,2% del total), y suponemos que debiera ser en equidad del 4,8% (porcentaje de poblaci¨®n de Euskadi), la menor inversi¨®n es de 544 millones, lo que equivale al 0,9% del PIB vasco. Es decir, que recibimos un 3,4% de financiaci¨®n de m¨¢s y un 0,9% de inversi¨®n de menos. Sigue quedando una substanciosa transferencia neta a favor del Pa¨ªs Vasco del 2,5% de su PIB, que era lo que se trataba de demostrar.
La democracia ha amparado una estrategia de cierre privilegiado de la sociedad vasca
En realidad, m¨¢s interesante que el debate en s¨ª mismo resulta lo que pone de relieve; es decir, la postura de la inmensa mayor¨ªa de la sociedad vasca de negarse empecinadamente a reconocer lo que es patente para todos los cient¨ªficos sociales: la situaci¨®n de privilegio econ¨®mico de que disfruta esa sociedad respecto al resto de Espa?a. Una negativa que, en mi opini¨®n, responde a la interiorizaci¨®n de la estrategia colectiva secular que ha guiado a la etnicidad vasca desde el Antiguo R¨¦gimen. Pues la etnicidad no es s¨®lo un factor de movilizaci¨®n de identidades y conformaci¨®n de fronteras pol¨ªticas, sino que tambi¨¦n orienta comportamientos interesados en la competencia por el acceso y control de recursos de todo tipo. Max Weber se?al¨® tempranamente que las colectividades pueden desarrollar procesos de cierre social como estrategia para maximizar el n¨²mero de recompensas econ¨®micas y pol¨ªticas de sus componentes. Y que los resultados de estas estrategias pueden llegar a ser tan interiorizados por los individuos beneficiados que ¨¦stos acaben por percibirlos como naturales y objetivos.
La oligarqu¨ªa vasca desarroll¨® desde el siglo XVI su particular proceso de cierre como estrategia para maximizar sus beneficios dentro del ¨¢mbito de la monarqu¨ªa cat¨®lica. As¨ª deben interpretarse hechos como la hidalgu¨ªa universal, la exenci¨®n fiscal/militar y la garant¨ªa de consumos baratos gracias a la inexistencia de aduanas en la costa (zona franca). Todo ello asegur¨® al com¨²n de habitantes unos beneficios colectivos que permitieron a aquella oligarqu¨ªa gobernar con tranquilidad y a su antojo el sistema pol¨ªtico foral, desviando la distribuci¨®n de cargas en su provecho (Rubio Pobes).
La crisis del antiguo r¨¦gimen, que modific¨® profundamente la estructura social vasca, se sald¨® sin embargo con una parad¨®jica conservaci¨®n del esquema fundado en el privilegio. En efecto, el sistema de Conciertos Econ¨®micos implantado a partir de 1878, garantiz¨® al conjunto de la poblaci¨®n vasca hasta 1937 una presi¨®n fiscal escandalosamente m¨¢s baja que la espa?ola com¨²n, lo que fue utilizado por la nueva oligarqu¨ªa burguesa industrial como pantalla para implantar desde las Diputaciones el sistema fiscal m¨¢s injusto y regresivo de toda Espa?a (que ya es decir), con lo que consigui¨® financiar el despegue industrial con cargo al erario p¨²blico. Las Provincias Vascongadas fueron "un para¨ªso fiscal m¨¢s o menos encubierto" (Alonso Olea) y, sin embargo, la sociedad vasca apoy¨® un¨¢nimemente (socialistas incluidos) el sistema concertado.
Pues bien, la vuelta de la democracia y del autogobierno a partir de 1978 tambi¨¦n ha amparado una estrategia de cierre privilegiado de la sociedad vasca, por parad¨®jico que ello pueda parecer. De un lado, el funcionamiento real del Concierto Econ¨®mico garantiza un importante plus de recursos econ¨®micos y servicios p¨²blicos a la poblaci¨®n por relaci¨®n a la del resto del pa¨ªs. De otro, la explotaci¨®n de la diglosia hace que un sector cada vez m¨¢s amplio del mercado de trabajo (todo el p¨²blico y cada vez m¨¢s amplias porciones del privado, salvo las m¨¢s humildes) quede reservado en exclusiva a los nativos, sin que el resto de los espa?oles pueda pujar por ellos; mientras que los vascos s¨ª pueden competir en igualdad de condiciones por los puestos de trabajo en Espa?a. Una asimetr¨ªa que recuerda el funcionamiento que cumpl¨ªa la regla de la hidalgu¨ªa en el pasado: dificultar la inmigraci¨®n y dotar de estatus a la emigraci¨®n. Esta estrategia favorece al conjunto de miembros de la sociedad vasca, como era de esperar en un sistema democr¨¢tico, aunque se se?alan al mismo tiempo ciertas y significativas desviaciones internas favorables a los estratos superiores. As¨ª, las rentas de origen empresarial reciben un trato mejor que las derivadas del trabajo, aunque la sociedad apenas si protesta por ello (efecto pantalla).
Tan curioso como el cierre privilegiado mismo es el tipo de inteligente t¨¢ctica que el Pa¨ªs Vasco ha usado desde siempre para mantenerlo, la t¨¢ctica de explotar su propia peque?ez: somos tan poca cosa que Espa?a no ganar¨ªa mucho al nivelarnos; y, sin embargo, ello le supondr¨ªa problemas pol¨ªticos sin cuento. M¨¢s vale dejar las cosas como est¨¢n.
Estoy seguro de que si pregunt¨¢semos por este asunto a cien vascos de la calle, noventa y nueve negar¨ªan con pasi¨®n la existencia de discriminaci¨®n colectiva alguna en su favor. M¨¢s bien afirmar¨ªan, con toda sinceridad, que es el Pa¨ªs Vasco el que sostiene a Espa?a. Lo que no significa que tengan raz¨®n, sino que el privilegio se ha vuelto tan consubstancial a la etnicidad vasca que ha dejado de ser percibido como tal. Y no hay idea m¨¢s poderosa que aquella que ha dejado de identificarse por los propios actores que la ponen en pr¨¢ctica.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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