La reforma bloqueada
Los aniversarios del refer¨¦ndum constitucional se celebraron durante a?os en un clima de entendimiento que reproduc¨ªa el consenso de la transici¨®n. La obcecada resistencia de la Conferencia Episcopal a tolerar que la festividad religiosa de la Inmaculada Concepci¨®n fuese d¨ªa laborable (otra huella del viejo Estado confesional que las visitas de la vicepresidenta al Vaticano no parecen sino remozar) ha producido el parad¨®jico efecto de que la secularizada sociedad espa?ola asocie la conmemoraci¨®n de la Constituci¨®n de 1978 con un fastuoso puente o acueducto.
Los desacuerdos entre los dos grandes partidos de ¨¢mbito estatal sobre la eventual reforma parcial del texto constitucional -s¨®lo modificado en 1992 para adaptar el art¨ªculo 13.2 a las exigencias de la Uni¨®n Europea- trajeron los primeros nubarrones. Tras la llegada al Gobierno, Aznar se retract¨® de sus anteriores pronunciamientos en favor de la revisi¨®n del art¨ªculo 69 (regulador del Senado) y proclam¨® la sagrada intangibilidad de la Constituci¨®n de 1978; como consejero de Estado -cargo del que se ver¨ªa obligado luego a dimitir por su vinculaci¨®n con el Grupo Murdoch- se opuso a la reforma de cuatro puntos sugerida por el Gobierno.
Veintinueve a?os despu¨¦s de aprobada la Constituci¨®n, el desacuerdo entre PSOE y PP impide su revisi¨®n
La trayectoria de los populares en esta materia resulta desconcertante. S¨®lo la mitad de sus diputados dieron en octubre de 1978 el s¨ª a la Constituci¨®n; el partido entero -con el actual presidente-fundador del PP al frente- enarbol¨® a rengl¨®n seguido la bandera de la revisi¨®n constitucional, como hiciera la CEDA de Gil Robles con la Constituci¨®n de 1931. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar incluso se solidariz¨® con la "abstenci¨®n beligerante" en el refer¨¦ndum del 6 de diciembre de 1978 y calific¨® al Estado de las autonom¨ªas de "charlotada intolerable".
La contradictoria historia de amor y odio hacia la reforma constitucional vivida por el PP sigue su agitado curso. Despu¨¦s de negarse a discutir durante esta legislatura la modesta actualizaci¨®n propuesta por el Gobierno (la supresi¨®n de la preferencia de var¨®n en la sucesi¨®n al trono, la recepci¨®n del proceso de construcci¨®n europea, la inclusi¨®n de la denominaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas y la reforma del Senado), Rajoy acaba de franquear de par en par las puertas al revisionismo, abiertas ya generosamente por la conferencia pol¨ªtica del PP sobre el modelo de Estado de diciembre de 2006.
El presidente del PP enriquece ahora todav¨ªa m¨¢s el listado de las iniciativas: desde la necesidad de mayor¨ªas cualificadas para determinadas leyes hasta el mandato vitalicio de los magistrados del Constitucional, pasando por el car¨¢cter intransferible de las competencias estatales. Puesto que el indispensable apoyo de los socialistas a los populares para reunir el elevado qu¨®rum parlamentario (2/3 o 3/5 de las C¨¢maras) exigido para la reforma resulta improbable, el arrebato maximalista del PP parece otra estrategia de bloqueo: o calvo como Aznar o con tres pelucas como Rajoy, el gesto es id¨¦ntico. -
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