Los muertos abandonan Kosovo
Los serbios recuperan los restos de sus familiares sepultados en zona kosovar
Si las tumbas serbias son el certificado de propiedad del territorio, su ¨²ltima frontera, ¨¦sta ha comenzado a replegarse en Kosovo dejando atr¨¢s lo que la mitolog¨ªa nacionalista considera sagrado e irrenunciable. Familias serbias que huyeron de sus aldeas tras los bombardeos de la OTAN en 1999 por temor a la guerrilla albanesa no s¨®lo descartan regresar ocho a?os despu¨¦s, sino que desean llevarse hasta el ¨²ltimo hueso de sus antepasados. La ciudad de Mitrovica, donde los serbios al norte y los albaneses al sur est¨¢n separados por el r¨ªo ?bar, que les sirve de frontera mental, la del miedo, es la capital de ese trasiego de difuntos.
En el estrecho local de la funeraria Skorpija, donde se hacinan los f¨¦retros y unos indescriptibles centros de flores de pl¨¢stico, Zoran Radosavljevic atiende al tel¨¦fono. Prepara junto a Naim Behrami, su empleado alban¨¦s del otro lado, nuevas exhumaciones y traslados. "Somos una empresa legal registrada en Serbia y ante la Unmik [Misi¨®n de Naciones Unidas en Kosovo]. Nos encargamos de los permisos de los municipios, de los certificados sanitarios, de los desenterradores y del traslado. Nunca he tenido problemas de seguridad. Me muevo por Kosovo sin complicaciones", asegura.
Mitrovica es la capital del trasiego de difuntos entre serbios y kosovares
Nadie cruza de un lado a otro a visitar las tumbas entre la maleza y el olvido
En el ¨¦xodo de los serbios del barrio de Gbravica de Sarajevo, al final de la guerra de Bosnia-Herzegovina en 1995, algunos optaron por llevarse sus muertos sobre las bacas de los coches. Era la imagen terrible del adi¨®s definitivo, la met¨¢fora irreversible de la desesperanza: nunca habr¨¢ vuelta atr¨¢s. Ahora ese abandono tajante de la tierra se repite en Kosovo y puede multiplicarse en los pr¨®ximos meses.
"Las primeras peticiones comenzaron en 2001. Es posible que a partir de ahora haya m¨¢s", asegura Zoran Radosavljevic, que ha sacado una botella de rakjia (aguardiente) en cuyo interior hay una cruz ortodoxa.
"Las familias vienen a la funeraria y viajan conmigo por Kosovo. Vienen sobre todo mujeres. Ellas no tienen miedo. Tambi¨¦n he tenido el caso contrario, el de una anciana serbia que quer¨ªa regresar a Kosovo y ser enterrada en Vitomirica, una aldea cerca de Pec en la que vivi¨® toda su vida".
La guerra, la limpieza ¨¦tnica llevada a cabo por las tropas del entonces l¨ªder de Serbia, Slobodan Milosevic, y los bombardeos de la OTAN en 1999 zarandearon a los vivos de un lado al otro en busca de nuevas seguridades. En ese trasiego, miles de serbios pobres y sin lugar adonde huir quedaron atrapados en enclaves del centro, sur y este de Kosovo, islas rodeadas de antiguos vecinos transformados en enemigos potenciales.
En Mitrovica, donde el r¨ªo ?bar separa la ciudad en dos mundos protegidos por una frontera del miedo al otro, los vivos se apa?aron en sus mudanzas de 1999 -serbios, al norte; albaneses, al sur-, pero dejaron a los muertos en la tierra equivocada. El principal cementerio musulm¨¢n de Mitrovica se halla en la parte de la ciudad donde los serbios se han hecho fuertes y amenazan con una secesi¨®n si Kosovo se independiza. El camposanto ortodoxo est¨¢ en el sur, donde viven los albanokosovares. Nadie cruza de un lado a otro a visitar unas tumbas que naufragan entre la maleza y el olvido.
"Desde que empezaron las exhumaciones he llevado a cabo unas 100", dice Zoran Radosavljevic. "No hay m¨¢s porque la gente no tiene dinero. El precio de la operaci¨®n, incluyendo los permisos, el desentierro y el traslado es de 1.000 euros. Un sepelio normal, sin tanta complicaci¨®n, no supera los 300". Aunque Zoran no desea hablar de pol¨ªtica, sabe que la inminente declaraci¨®n de independencia de Kosovo provocar¨¢ nuevas huidas de serbios y el crecimiento de un negocio en una tierra tan castigada por el odio que ni los muertos m¨¢s antiguos logran descansar en paz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.