La era de los escritores fantasma
Obras con firmas de identidades desconocidas toman las librer¨ªas en Espa?a - 'Wikinovelas' en la Red y nuevos g¨¦neros de creaci¨®n compartida est¨¢n de moda
V¨ªctor Saltero no tiene cara. Ni se la vamos a ver nunca. Pero ha vendido casi 100.000 ejemplares de sus libros Sucedi¨® en el Ave, El amante de la belleza o Desde la ventana.
Luther Blissett era un jugador de la Liga italiana que jam¨¢s marc¨® un gol. Pero tambi¨¦n es la firma que aparece en la novela Q, elaborada por un colectivo de creadores bolo?eses que ahora han cambiado su identidad: se dicen llamar Wu Ming, que en chino significa "sin nombre". Su ¨²ltima novela, Manituana, ha vendido ya en Italia 200.000 ejemplares.
V¨ªctor Saltero se lanz¨® con una gran campa?a publicitaria
La bandera del derecho compartido la alzan colectivos como Wu Ming
Son dos ejemplos de la nueva crisis de la autor¨ªa. Dos experiencias surgidas en estos nuevos tiempos en los que las historias interesan m¨¢s que las firmas que las crean. Otra de las sacudidas que nos ten¨ªa preparadas Internet y que ha prendido con tal fuerza en la Red que habr¨¢ que estar atentos hacia d¨®nde nos lleva.
Por lo pronto, muchos autores se han puesto las pilas, sobre todo los m¨¢s j¨®venes, que se han lanzado al pozo de la autor¨ªa compartida. Algo que ha dado lugar a un nuevo fen¨®meno que muchos empiezan a llamar g¨¦nero, la wikinovela. Lo han hecho ya Hern¨¢n Casciari, Espido Freire o el m¨¢s experimentado Juan Jos¨¦ Mill¨¢s. Son historias creadas en construcci¨®n con gente en la Red. Un autor lanza un argumento y el resto lo completa.
Aunque Mill¨¢s tiene sus dudas. "Me he vuelto a tropezar con alguna novela en la que he participado por Internet. No tengo mucha confianza en ellas porque la importancia de toda obra es lo que no se ve, el sistema nervioso, lo que le da un sentido y est¨¢ por debajo. En estas cosas se compite por ver qui¨¦n es el m¨¢s ingenioso y no resultan eficaces", comenta Mill¨¢s. "Puede salir bien si lo coge alguien al final que afianza el punto de vista, el orden", a?ade.
Pero las autor¨ªas compartidas no son nuevas. "Ya se han hecho en papel y han sido un desastre. Aunque se me ocurren otras autor¨ªas compartidas en la historia que son obras maestras. En la televisi¨®n, Los Soprano o en la Edad Media, los que constru¨ªan catedrales, pero precisamente les sal¨ªa bien porque atend¨ªan a lo interno m¨¢s que a lo externo", dice Mill¨¢s. De todas formas, y con sus reservas, avisa: "Habr¨¢ que estar atentos al fen¨®meno".
Pero la Red y la publicidad m¨¢s agresiva se convierten en c¨®mplices de misterios por desvelar en cuanto a las autor¨ªas. Sin duda, alentados por legendarios nombres de la literatura universal que tambi¨¦n se esconden. Como B. Traven, el anarquista alem¨¢n que acab¨® en M¨¦xico escribiendo El tesoro de Sierra Madre o El barco de la muerte, a quien nunca se vio en p¨²blico; como J. D. Salinger o Thomas Pynchon, a¨²n hoy a resguardo de los focos bajo una aureola de culto. Tambi¨¦n los hay que se desdoblan en dos firmas, como William Irish, tambi¨¦n conocido como Cornell Woolrich, algo que ahora practican John Banville, que es Benjamin Black para sus novelas negras, o Gore Vidal, que firma Edgar Box tambi¨¦n para sus piezas policiacas.
Quiz¨¢s es lo que busque V¨ªctor Saltero, que se lanz¨® parad¨®jicamente a la fama con un thriller, titulado Sucedi¨® en el Ave, apoyado por una m¨¢s que espectacular campa?a publicitaria y que adopta el nombre de uno de sus personajes. Jos¨¦ S¨¢nchez Cervera, editor de Imser Siglo, sigue el juego de su identidad camuflada: "Tenemos ocho novelas suyas que iremos sacando. Es un autor estupendo para nosotros, muy diferente", dice. ?Se le puede entrevistar? "No, lo siento, ya nos gustar¨ªa que hiciera promoci¨®n, nos vendr¨ªa mucho mejor y evitar¨ªa problemas, pero no nos lo permite, incluso consta en su contrato. No podemos desvelar su identidad". Poco m¨¢s se le puede sacar. Que es empresario, que no tiene problemas de dinero, que escrib¨ªa por afici¨®n, que vive retirado de casi todo... Un misterio.
No es el ¨²nico. En la ¨²ltima gran inundaci¨®n del mercado con historias trepidantes, de pura evasi¨®n, sin grandes deseos de notoriedad por parte de quienes las elaboran, los editores y los agentes convencen incluso a los escritores para que se cambien el nombre por otros que tengan, a poder ser, resonancia anglosajona. Resulta mucho m¨¢s f¨¢cil introducirles en el mercado internacional si a un escritor llamado Jes¨²s Bodas se le cambia el nombre por Andrea Weddings, por ejemplo. Qui¨¦n sabe cu¨¢ntos ejemplos parecidos habr¨¢ desperdigados por ah¨ª; y al rev¨¦s, como hace el espa?ol Juan Eslava Gal¨¢n, que en el extranjero firma como Nicholas Wilcox.
Existen otras experiencias m¨¢s agresivas, que incluso van acompa?adas de una filosof¨ªa, una nueva manera de reivindicar diferentes formas de creaci¨®n con nuevas luchas como la del copyleft, es decir, lo contrario a los derechos de autor tal y como se conciben hoy. La bandera del derecho compartido la alzan colectivos como el antiguo Luther Blissett, hoy Wu Ming.
Claudio L¨®pez Lamadrid, editor de Random House Mondadori, sac¨® al mercado Q, su primera novela. "Son un grupo muy activo en Internet que no quieren aparecer en fotograf¨ªas pero que cuidan much¨ªsimo lo que hacen. Cuidan las traducciones de manera obsesiva, por ejemplo", afirma el editor.
Los integrantes que hicieron Q se definieron como "terroristas intelectuales". Entre otras cosas, con esta novela, ambientada en el siglo XVI, persegu¨ªan conectar a sus lectores con la historia de dos hombres encerrados en una habitaci¨®n sin que ninguno de los dos supiera qui¨¦n era el otro. De Luther Blissett, cambiaron a Wu Ming. Con ¨¦xito. Bajo esa firma han publicado 54 y Manituana.
Son cinco: Roberto Bui, Giovanni Cattabriga, Lucca Di Meo, Federico Guglielmi y Riccardo Pedrini. "Escriben tambi¨¦n por separado con sus propios seud¨®nimos numerados: Wu Ming 1, 2, 3, 4 y 5. Aunque cuando son m¨¢s eficaces es con sus historias en grupo, tienen mucha m¨¢s gracia as¨ª", afirma L¨®pez Lamadrid.
Pero su objetivo va m¨¢s all¨¢ de la propia creaci¨®n. Pretenden replantear en el siglo XXI la figura del autor y del narrador. Para ese fin han creado una lista de derechos y deberes, entre los que cabe destacar algunos. Entre los deberes: "El narrador tiene el deber de no creerse superior a los dem¨¢s". "El narrador tiene el deber de no confundir la fabulaci¨®n, su misi¨®n principal, con un exceso de autobiografismo obsesivo y de ostentaci¨®n narcisista". Entre los derechos: "El narrador tiene derecho a no aparecer en los medios de comunicaci¨®n". "El narrador tiene derecho a no fingirse experto en ninguna materia". "El narrador tiene derecho a oponerse con la desobediencia civil a las pretensiones de quien (editores incluidos) quiera privarle de sus derechos".
Wu Ming o el fen¨®meno de las wikinovelas representan tendencias con gancho. Interesan y dejan en evidencia lo que, seg¨²n Javier Celaya, uno de los impulsores de Dosdoce, una revista cultural de la Red con mucho prestigio entre los editores y c¨ªrculos del arte por sus informes sobre la utilizaci¨®n de la Red en la creaci¨®n, cree que es una crisis de la autor¨ªa. "Las personas que se mueven por Internet en ¨¢mbitos de creaci¨®n literaria ya no est¨¢n obsesionadas con la firma propia. Comparten su autor¨ªa, les interesan las historias, el resto les da igual", asegura Celaya.
Estas formas de trabajar, adem¨¢s, crecer¨¢n. "Todav¨ªa no me atrevo a llamar a esto g¨¦nero, quiz¨¢ falta tiempo para que sea considerado como tal, pero es una tendencia que crece y que no sabemos d¨®nde acabar¨¢, ni qu¨¦ horizontes nos va a abrir". Varios autores parecen preparados ante los nuevos retos de la Red. Los editores, no tanto, seg¨²n Celaya. "Hay ejemplos aislados, iniciativas que empiezan a cuajar, van mejorando su relaci¨®n con este mundo, pero hasta hace muy poco han sido completamente ajenos a ella. Deber¨ªan aprender de lo que en el campo discogr¨¢fico ha supuesto la aparici¨®n de Internet, porque empiezan a tener los mismos problemas que tuvieron los editores de m¨²sica hace a?os", avisa.
De hecho, podr¨ªan tomar nota de algunas iniciativas como las Keitai bunko, de Jap¨®n. Novelas que circulan por tel¨¦fono m¨®vil. Un soporte inagotable. Una mina desde la que cualquiera puede sentir ya la llamada de una historia.
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