Llega la 'blogonovela', el ¨²ltimo escondite del autor
Existen muchas maneras de publicar historias de ficci¨®n a trav¨¦s de Internet, pero la m¨¢s divertida, para mi gusto, ocurre cuando el autor se esconde tras bambalinas, cuando no aparece su nombre, cuando el que escribe es un fantasma. Me gusta llamar a este recurso blogonovela. Es una obra escrita en primera persona, donde la trama ocurre en tiempo real. El protagonista se reconoce como gestor del formato (el weblog), la realidad afecta al devenir de la trama, el protagonista existe fuera de la historia (lo que indica que los lectores tienen derecho de interactuar con el personaje principal desde un sistema de comentarios), y, finalmente, lo m¨¢s importante de todo, el autor no aparece nunca mencionado dentro del territorio de la ficci¨®n.
"El nuevo formato es un espect¨¢culo en vivo, que involucra al lector"
"En ese escenario el nombre de un autor, la firma, s¨®lo es un obst¨¢culo"
Cuando se me pregunta si la blogonovela es un formato para escribir novelas o un g¨¦nero literario en s¨ª mismo, suelo decir que es mucho menos que eso: se trata, sencillamente, de un espect¨¢culo en vivo. Si la blogonovela no tuviese espectadores habr¨ªa que llamarla de otro modo; y si ya ocurri¨® o a¨²n est¨¢ por ocurrir, tambi¨¦n deber¨ªa llamarse de otro modo. La blogonovela es mientras ocurre, y en tanto un grupo humano compacto le est¨¦ prestando atenci¨®n. De lo contrario es feto o ya ha muerto.
Siempre me he preguntado por qu¨¦ cada vez m¨¢s gente elige el ordenador para consumir ficci¨®n literaria. El monitor cansa la vista, te obliga a mantener una postura f¨ªsica determinada, no te lo puedes llevar al ba?o ni al c¨¢mping, ni es aconsejable que lo subrayes. El libro es mil veces m¨¢s port¨¢til que un ordenador port¨¢til, m¨¢s c¨®modo, es barato, huele muy bien, sus historias te esperan el tiempo que haga falta y, de todas las evoluciones humanas, la editorial ha sido la ¨²nica que no ha perdido del todo una esencia artesana, ¨ªntima, que nos reconforta.
Con el f¨²tbol me invade una duda similar: en ciertas ocasiones elegimos comprar una entrada para concurrir al campo de juego, en vez de quedarnos a ver la retransmisi¨®n del partido desde el sof¨¢. Adem¨¢s de m¨¢s barata, la emisi¨®n del f¨²tbol en casa nos permite ver las repeticiones de las mejores jugadas, ir al ba?o muchas veces, no pasar fr¨ªo y buscar cervezas en la nevera. En el estadio, en cambio, la visi¨®n es fragmentaria, si est¨¢s distra¨ªdo puedes perderte el gol y a veces te toca sentarte al lado de un pesado que no para de hablar. La cerveza hay que pagarla y el ba?o queda muy lejos.
Entonces, ?por qu¨¦ en ciertas ocasiones elegimos la incomodidad? La respuesta a ambas preguntas, sospecho, tiene un origen com¨²n. Cuando pagamos una entrada no estamos pagando para ver el partido, sino (acaso fundamentalmente) para presenciarlo. Todo lo que ocurre en el campo nos tiene como protagonistas y nos involucra. Tanto que si ese partido se convierte m¨¢s tarde en hist¨®rico, podremos decir con orgullo en el bar: "Yo estuve all¨ª", una frase mucho m¨¢s contundente que "Yo lo he visto". Lo hemos vivido, no hemos sido ojos muertos en un sof¨¢, sino grito y calor y aliento. T¨² has gritado el gol en tu casa, no est¨¢ mal, t¨² has vibrado con comodidad, pero cuando yo grit¨¦ ese gol mi voz lleg¨® a nuestros gladiadores, les dio coraje y, posiblemente, mis vibraciones hayan generado la fuerza del triunfo final. T¨² nos mirabas por la tele, me alegro mucho por ti.
He notado muchas veces este sentimiento de pertenencia hacia algunas de mis historias online. "Hemos estado all¨ª", dicen hoy muchos lectores de la primera ¨¦poca, refiri¨¦ndose a las sucesivas noches en que esperaban la actualizaci¨®n de una blogonovela, cuando ¨¦sta no hab¨ªa acabado a¨²n. Y se lo dicen a los lectores nuevos, a aquellos que han llegado tarde y que est¨¢n leyendo los viejos cap¨ªtulos en diferido como si se tratase de un libro. Tambi¨¦n los nuevos suelen dejar comentarios tristes, lament¨¢ndose de "no haber estado" cuando todo ocurr¨ªa, cuando el espect¨¢culo de la ficci¨®n en directo era, y cuando la continuidad de esa ficci¨®n se mezclaba con el calor de un grupo com¨²n de espectadores fervorosos.
En la ficci¨®n online la suspensi¨®n de realidad mejora ostensiblemente si aquello que se narra es susceptible de ocurrir. No importa que sea probable, pero s¨ª que resulte posible. Por esto, en ning¨²n caso es recomendable poner por delante el carn¨¦ de la literatura, ni el nombre de un autor, ni hacer bandera de ficci¨®n, ni explicar que estamos frente a una creaci¨®n literaria, porque esto espanta mucho al espectador, que s¨®lo quiere divertirse sin pedagog¨ªa. Cuanto menos se vean los hilos de la marioneta (en un principio), mucho mejor. M¨¢s tarde, cuando el lector ya est¨¦ habituado y no le importe -cuando hayamos conseguido transportarlo-, podremos quitar algunos velos sin peligro. Y es que generar interacci¨®n, y que ¨¦sta semeje realidad, es casi tan importante como narrar. Escribir ficci¨®n online no significa hacer copy-paste de cuentos o novelas y publicarlos en una bit¨¢cora. Muchos optan por ello creyendo que escriben en Internet, y lo que hacen es radio en la tele.
La ficci¨®n online es otra cosa, incluso mucho m¨¢s desafiante que escribir: se trata de utilizar recursos nuevos para hacer rodar una historia a trav¨¦s de c¨®digos que no se han utilizado a¨²n. La relaci¨®n entre el personaje y sus lectores debe estar viva, presente y resultar atractiva y veloz. En ese escenario, el nombre de un autor, la presencia de una firma, s¨®lo es un obst¨¢culo en la suspensi¨®n de la realidad.
En los ¨²ltimos a?os, me he disfrazado de un ama de casa argentina, de una princesa asturiana, de un vidente vasco y de un enfermo mental catal¨¢n. Esas blogonovelas ya han concluido pero siguen estando en la Red. Mi nombre, no. No hace falta. Las posibilidades literarias en una bit¨¢cora son infinitas. S¨®lo cito estos tres ejemplos m¨ªos, pero tirando del ovillo de la creatividad aparecer¨¢n miles, como hormigas en la tierra roja. Todav¨ªa los escritores tradicionales tienen reticencias con el formato, posiblemente debido a que, en general, quien vive de contar historias no se dedica ni al dise?o ni a la programaci¨®n (y escribir ficci¨®n online no es lo mismo que escribir libros).
Pero no falta mucho. Los narradores han comenzado ya, t¨ªmidamente, a descubrir un sistema cuya potencialidad est¨¢ en pa?ales. M¨¢s temprano que tarde se sumar¨¢n otros, y lo har¨¢n porque los l¨ªmites son infinitos, porque los lectores est¨¢n ¨¢vidos de una nueva forma de ficci¨®n, y sobre todo porque el feed back se convierte en una fuente inagotable de aprendizaje. Para los ojos del que contempla el espect¨¢culo, s¨ª, pero tambi¨¦n para la mano del que se adentra en la m¨¢s antigua man¨ªa del hombre: narrar historias alrededor de la fogata. En la oscuridad fantasmal. Sin rostros, ni nombres, ni apellidos.
Hern¨¢n Casciari (Buenos Aires, 1971) es escritor y periodista.
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