La cruzada de Benedicto XVI
La Cruzada contin¨²a. La enc¨ªclica de Benedicto XVI Spe salvi, del pasado 30 de noviembre, ratifica y radicaliza el anatema de la Iglesia cat¨®lica contra una modernidad culpable de desobedecer a Dios y que se est¨¢ despe?ando por tal causa en la desesperaci¨®n del nihilismo.
El outing es ahora completo. Incluso la democracia es mentira si la soberan¨ªa de los hombres no se subordina al imperio de la "ley natural", es decir, si la libertad no coincide con la obediencia a los ucases de la Iglesia, ¨²nica int¨¦rprete autorizada de tal "ley natural" y de la voluntad de Dios con la que esta coincide. La democracia debe ser cristiana, pues en caso contrario ser¨¢ deshumana.
El misterio ha quedado finalmente resuelto. El culpable es Voltaire o, mejor dicho, Bacon incluso. El Mal es la Ilustraci¨®n, el proyecto de autonom¨ªa del hombre. Autos-nomos, el darse el hombre por s¨ª mismo sus propias leyes, en vez de recibirlas de Dios, o de sus subrogados y ministros (la "Naturaleza" y la Iglesia jer¨¢rquica), ah¨ª reside la Culpa inexpiable. El Enemigo (en el sentido preciso de las Escrituras) es la raz¨®n que prescinde de Dios, la raz¨®n que trabaja iuxta propria principia, la raz¨®n que razona, en definitiva.
La culpa inexpiable reside en darse el hombre por s¨ª mismo sus propias leyes
El mundo s¨®lo puede escapar del estigma de la desesperaci¨®n acatando la moral cat¨®lica
El autos-nomos, la pretensi¨®n de soberan¨ªa para todos y cada uno, es m¨¢s, supone la ca¨ªda de la humanidad en el Averno de los totalitarismos, donde todo es llanto y crujir de dientes, y cosas peores a¨²n: el Terror de Robespierre y Saint Just y el Gulag de Stalin. A eso se llega, inevitablemente -Ratzinger dixit- si el hombre, en sus relaciones con la naturaleza y con los dem¨¢s hombres (ciencia y pol¨ªtica), se comporta como si Dios no existiera, es decir, si toma en serio la propuesta de Grocio que salv¨® a Europa de la autodestrucci¨®n de las guerras civiles de religi¨®n: Etsi Deus non daretur. Precepto, por lo tanto, que es -hist¨®ricamente hablando- la ¨²nica aut¨¦ntica e indiscutible ra¨ªz de Europa.
Nada nuevo, se dir¨¢. Extra ecclesiam nulla salus es la piedra angular -desde hace siglos- de todas las exigencias "papistas". Tales exigencias, sin embargo, llevaban varios decenios puestas en sordina. La propia Iglesia parec¨ªa -no sin raz¨®n- avergonzarse de su pasado "constantiniano" y de sus anatemas contra la ciencia, el liberalismo, la democracia (dispuesta incluso a pedir perd¨®n por algunas cosas). No se citaba ya el S¨ªlabo sino el Concilio Vaticano II.
Desde entonces es como si hubiera pasado un siglo. Con el papa Wojtyla primero, y con el papa Ratzinger ahora (que fue el m¨¢s estrecho colaborador de Wojtyla en la redacci¨®n de enc¨ªclicas cruciales como Veritatis splendor y Fides et ratio) los contenidos esenciales del S¨ªlabo han vuelto a recobrar auge: la soberan¨ªa pertenece a Dios, un Parlamento -democr¨¢ticamente elegido por los ciudadanos- que act¨²e contra la "ley natural" (por ejemplo con una ley que autorice el aborto, aunque sea de forma limitada) se convierte ipso facto en ileg¨ªtimo. As¨ª lo manifest¨® Wojtyla en Varsovia, solemne de furor y de c¨®lera, contra el Parlamento polaco (?el primero libremente elegido tras medio siglo de comunismo!). El aborto como "genocidio de nuestros d¨ªas", como un nuevo holocausto. Una mujer que escoge el drama del aborto es tan culpable como el soldado de las SS que arroja a un ni?o jud¨ªo al horno crematorio. El mundo laico hizo como si no oyera o no comprendiera, subyugado por la fascinaci¨®n medi¨¢tica.
Ahora, tal actitud no resulta ya posible. Para quien pretenda buscar coartadas, el Papa alem¨¢n ha eliminado cualquier duda. O Dios o la soberan¨ªa popular. No deben tomarse como exageraciones pol¨¦micas. El razonamiento teol¨®gico-pol¨ªtico de Joseph Ratzinger es compacto, lineal y -en su l¨®gica confesional y dogm¨¢tica- perfectamente coherente.
Ve¨¢moslo. La modernidad aspira a cimentar la existencia del hombre en el binomio raz¨®n + libertad, aut¨®nomamente, prescindiendo del Dios de la Iglesia. Pero de la "acci¨®n" del conocimiento (la ciencia baconiana) se pasa inevitablemente a la "acci¨®n" de la pol¨ªtica, siguiendo una idea ilustrada de "progreso" como "superaci¨®n de todas las dependencias". Libertad ilimitada, libertad perfecta "en la que el hombre se realiza hacia su plenitud". Ya sabemos c¨®mo acab¨® todo (Robespierre y Stalin) y sabemos tambi¨¦n por qu¨¦: el ate¨ªsmo como resultado de la Ilustraci¨®n.
Por lo tanto "es necesaria una autocr¨ªtica de la edad moderna" que debe tener lugar "en di¨¢logo con el cristianismo y con su concepci¨®n de la esperanza". El eufemismo "di¨¢logo" no nos debe llevar a enga?o: "s¨®lo Dios puede crear justicia". Y, pr¨¦stese atenci¨®n, "no un dios cualquiera, sino ese Dios que posee un rostro humano y que nos ha amado hasta el final". El Dios/Jesucristo de la Iglesia jer¨¢rquica, de la Verdad consignada en los concilios de Nicea y Calcedonia, como ha sido remachado por el Papa alem¨¢n en su reciente libro best-seller.
Pero tal "concepci¨®n de la esperanza", seg¨²n la enc¨ªclica, equivale ni m¨¢s ni menos que a la certeza de la fe. El mundo, y en especial el Occidente que ha surgido de la modernidad, s¨®lo puede escapar del estigma de la desesperaci¨®n a trav¨¦s de "la apertura de la raz¨®n a las fuerzas redentoras de la fe, al discernimiento entre el bien y el mal". Obviando las per¨ªfrasis, pensando y actuando con obediencia a la moral cat¨®lica. De la vida a la muerte, siguiendo todas las etapas de la sexualidad, y sin olvidar la investigaci¨®n cient¨ªfica. C¨¦lulas estaminales, aborto, contraceptivos, instituci¨®n matrimonial, educaci¨®n escolar, interpretaci¨®n del darwinismo, terapias del dolor, eutanasia: todo debe obedecer a la "ley natural", sin¨®nimo puro y llano de la voluntad confesional de la Iglesia jer¨¢rquica.
Desde un punto de vista cultural, bastar¨ªa con responder al Papa te¨®logo que la modernidad, para empezar, no es fundamentalmente, como ¨¦l pretende hacernos creer, Terror y Gulag, porque de las tres revoluciones "burguesas", de Cromwell, de los girondinos, de Jefferson, naci¨® una forma de convivencia extraordinaria, hasta entonces desde?ada como utop¨ªa, la democracia liberal (cuyos principios pisotean, con demasiada frecuencia, los establishment de Occidente en sus acciones cotidianas). Y que Nietzsche y Marx, por no hablar de Bacon y de los ilustrados, no se parecen en absoluto al prontuario par¨®dico pregonado en la Spe salvi.
Pero Joseph Ratzinger, a pesar de los indudables y prepotentes artificios acad¨¦micos que animan su pluma, es un hombre de poder lo suficientemente desencantado como para saber que el peso de una enc¨ªclica no depende de su claudicante aleaci¨®n cultural.
De ¨¦sta proporcion¨®, por lo tanto, una aut¨¦ntica interpretaci¨®n pol¨ªtica al d¨ªa siguiente, hablando frente a los representantes de las organizaciones humanitarias no gubernamentales (ONG) de matriz cat¨®lica, al acusar a diversas agencias de la ONU de "l¨®gica relativista" que niega "ciudadan¨ªa a la verdad acerca del hombre y de su dignidad, as¨ª como a la posibilidad de una acci¨®n ¨¦tica fundada en el reconocimiento de la ley moral natural". A tal tendencia es necesario oponer los "principios ¨¦ticos no negociables" de los que la Iglesia es depositaria.
Como puede verse, con su outing contra la ilustraci¨®n y el autos-nomos democr¨¢tico, el papa Ratzinger se postula expl¨ªcitamente para el liderazgo mundial del fundamentalismo religioso, el no terrorista, obviamente. Su pr¨®xima intervenci¨®n ante las Naciones Unidas, prevista para el 18 de diciembre, constituir¨¢ el acto oficial y solemne de todo ello. Confiemos en que, al menos ese d¨ªa, "quien tenga o¨ªdos para o¨ªr, que oiga".
Paolo Flores d'Arcais es fil¨®sofo y director de la revista MicroMega. Su ¨²ltima obra publicada en espa?ol es El soberano y el disidente, Ed. Montesinos, 2006. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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