Aguafiestas
Por m¨¢s que pueda parecernos un cap¨ªtulo lejano de la historia sociopol¨ªtica catalana y espa?ola, se cerr¨® hace menos de cuatro a?os, con el vuelco electoral de marzo de 2004. Me refiero a la encarnizada lucha contra el Plan Hidrol¨®gico Nacional (PHN) auspiciado desde el Gobierno por el Partido Popular. En esa lucha se distinguieron especialmente los habitantes y las autoridades de dos territorios, la comunidad aut¨®noma de Arag¨®n y las tierras del Ebro catal¨¢n; y se acu?aron y popularizaron conceptos como el de "una nueva cultura del agua"; y se arguy¨® que detraer agua del Ebro amenazaba la supervivencia del delta con su fr¨¢gil ecosistema; y muchos ciudadanos, incluso habitantes de la denostada conurbaci¨®n barcelonesa, estuvimos de acuerdo en que no era justificable un transvase del Ebro que tuviese como finalidad regar campos de golf en zonas ¨¢ridas de Murcia o Almer¨ªa y multiplicar monstruos especulativos del estilo de Terra M¨ªtica o Marina d'Or.
Lo m¨¢s significativo tras el anuncio del megaproyecto de Gran Scala es el silencio casi general
Han pasado, como dec¨ªa, apenas cuatro a?os desde que la victoria electoral de Rodr¨ªguez Zapatero cancel¨® aquel PHN. En este lapso de tiempo, la concienciaci¨®n ante la gravedad del cambio clim¨¢tico, ante los riesgos de seguir violentando a la naturaleza, ante el consumo descontrolado de recursos finitos, esa concienciaci¨®n ha hecho progresos espectaculares y hasta ha alcanzado ribetes rid¨ªculos, como el de dictarnos a qu¨¦ temperatura debemos ajustar el aire acondicionado dom¨¦stico durante el verano. Pues bien, en ese contexto en el que la sostenibilidad es el nuevo dogma de fe, va el Gobierno de Arag¨®n y, deslumbrado por unos fabulosos inversores extranjeros, hace suyo el proyecto de levantar en los Monegros el megacomplejo de juego y ocio llamado Gran Scala. Estamos hablando, seg¨²n rese?¨® este diario el pasado d¨ªa 13, de urbanizar una superficie de m¨¢s de 2.000 hect¨¢reas que albergar¨¢ 32 casinos, 70 hoteles, 232 restaurantes, 500 comercios, un campo de golf, un hip¨®dromo, un coso taurino, diversos parques tem¨¢ticos, 12 museos -a saber qu¨¦ entender¨¢n los promotores del negocio por museo- y, mucho me temo, tambi¨¦n unos hermosos bloques de apartamentos en r¨¦gimen de venta o alquiler. Vamos, que comparada con Gran Scala, la urbanizaci¨®n erigida por Paco el Pocero en el secarral toledano de Sese?a va a parecer una comuna ecologista promovida por Greenpeace.
No es dif¨ªcil imaginar la que se habr¨ªa armado si el avalista pol¨ªtico del proyecto fuese un Ejecutivo aragon¨¦s del Partido Popular. Pero es un Gobierno de izquierdas presidido por Marcelino Iglesias, el mismo que combati¨® con tanto ah¨ªnco contra el Plan Hidrol¨®gico Nacional de Aznar y defendi¨® la intangibilidad del agua del Ebro como un bien casi sagrado, ese mismo Gobierno es el que defiende construir en medio del desierto una ciudad vacacional con capacidad para 100.000 personas al d¨ªa, provista de extensas zonas verdes y uno de cuyos parques tem¨¢ticos, para m¨¢s inri, estar¨¢ consagrado... al agua. ?A qu¨¦ agua, si no hay en los Monegros ni una gota sobrante? ?La traer¨¢n del R¨®dano? ?La desalar¨¢n, estando a 200 kil¨®metros del mar? Aunque las cr¨®nicas de la solemne presentaci¨®n del otro d¨ªa en Zaragoza no dan respuesta a la crucial pregunta, es evidente que se cuenta con el caudal del Ebro, el cual discurre a pocas decenas de kil¨®metros del futuro Las Vegas ma?o.
Pero no se trata s¨®lo del agua, sino del impacto ecol¨®gico que supone levantar una ciudad artificial en medio de una comarca inh¨®spita y, por ello, deshabitada desde hace siglos, y dotarla de las infraestructuras y los accesos necesarios para 25 millones de turistas al a?o. Se trata del gasto energ¨¦tico exigido por un complejo que deber¨¢ estar casi enteramente climatizado, si quiere recibir visitantes durante el t¨®rrido verano y el g¨¦lido invierno de la zona, y generosamente iluminado para funcionar las 24 horas del d¨ªa. Se trata, incluso, del modelo econ¨®mico-social, de si los poderes p¨²blicos deben promover un pa¨ªs de camareros y dependientes de comercio, con todos los respetos hacia estas dos abnegadas profesiones.
Lo m¨¢s llamativo hasta la fecha, en todo caso, es el silencio casi general que ha seguido al espectacular anuncio de la semana pasada. S¨®lo Izquierda Unida de Arag¨®n ha tenido la cordura y el valor de calificar el proyecto Gran Scala como lo que es: "Una barbaridad". Por lo dem¨¢s, y que yo sepa, el Ministerio de Medio Ambiente, que regenta la combativa Cristina Narbona, no ha dicho esta boca es m¨ªa. Tampoco se han hecho o¨ªr las organizaciones ecologistas globales o locales, esa clase de grupos que, apenas se proyecta en Catalu?a la m¨¢s modesta carretera o l¨ªnea el¨¦ctrica, hallan de inmediato una zona de nidificaci¨®n de p¨¢jaros protegidos, o un buc¨®lico paisaje agrario, o un fr¨¢gil ecosistema, que es preciso preservar a toda costa. En particular, me ha llamado la atenci¨®n no haber o¨ªdo ni un comentario de alerta o preocupaci¨®n procedente de la Plataforma en Defensa del Ebro, de aquel tejido asociativo que con tanto ¨¦xito se opuso al ¨²ltimo PHN y a¨²n se pone en pie de guerra ante cualquier hip¨®tesis de obra hidr¨¢ulica en su territorio. ?Acaso los miles de metros c¨²bicos diarios que habr¨ªa que sacar del Ebro para alimentar Gran Scala no afectar¨ªan al curso bajo del r¨ªo ni a su delta? ?O tal vez todo depende del color pol¨ªtico de la Administraci¨®n que quiera disponer del agua?
De cualquier modo, si el sentido com¨²n, la legislaci¨®n vigente o la propia megaloman¨ªa del proyecto no sepultan ese dislate medioambiental y energ¨¦tico de Gran Scala, a m¨ª que nadie vuelva a decirme cu¨¢ntas veces puedo descargar la cisterna del retrete, ni a ordenarme cerrar el grifo mientras me cepillo los dientes, ni a insinuarme que el culpable del cambio clim¨¢tico soy yo. Quedan advertidos.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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