Dial¨¦ctica
Un insigne escritor de lengua inglesa, llamado C., que se siente ya anciano y, por tanto, incapaz de afrontar el desaf¨ªo f¨ªsico de redactar una nueva novela, acepta, sin embargo, a instancias de su editor alem¨¢n, el encargo de participar en una obra colectiva, donde diversas celebridades internacionales de su mismo rango deben opinar sobre el mundo actual. Inicia entonces lo que ¨¦l llama sus "opiniones contundentes", que lo son, en efecto, no s¨®lo porque expresan sin cortapisas lo que piensa del panorama pol¨ªtico de hoy, sino tambi¨¦n todo lo que le pasa por su privilegiada cabeza acerca de los temas m¨¢s diversos, siempre en un valiente tono de provocadora incorrecci¨®n. Mientras desgrana sus bien fundamentadas e iracundas invectivas contra lo que nos pasa en nuestro autosatisfecho presente, este admirable cascarrabias descubre, cierta ma?ana, y por casualidad, en la lavander¨ªa, a una joven, cuyo atractivo sexual le perturba lo suficiente como para acabar contrat¨¢ndola como la secretaria que ha de transcribir su corrosivo pensamiento, a pesar de que es evidente que la hermosa mujer es poco h¨¢bil para semejante menester y, encima, est¨¢ felizmente emparejada. De esta manera, el relato se bifurca, porque, gracias a la nost¨¢lgica ansiedad de quien podr¨ªa ser calificado como un inofensivo viejo verde, se entrecruzan el registro de sus opiniones contundentes sobre la actualidad y el de su relaci¨®n cotidiana con la apetitosa mecan¨®grafa; en suma: que, imprevistamente, se mezclan lo abstracto y lo concreto, el pensamiento y la vida.
?sta es la h¨ªbrida trama argumental que anuda el libro titulado en castellano Diario de un mal a?o (Mondadori), el ¨²ltimo que ha publicado J. M. Coetzee, una obra cuya cualidad esencial es, desde mi punto de vista, su portentoso sentido dial¨¦ctico, porque no s¨®lo logra, por una parte, que los dos planos paralelos del relato bifurcado, en efecto, se entremezclen, sino que, por otra, todos los temas intelectuales y vitales all¨ª abordados cobren un dinamismo tal que no paren de formar y deshacer tri¨¢ngulos. En cualquier caso, seg¨²n avanzamos en la apasionada lectura de esta obra, comprobamos c¨®mo, gracias al creciente ascendiente de la mujer, el que cre¨ªamos un rijoso cascarrabias dogm¨¢tico se transforma en un hombre sabio, justo y sensible, y, a su vez, c¨®mo la que cre¨ªamos una sexy cabeza hueca, gracias al est¨ªmulo intelectual recibido del amargado anciano, saca a relucir lo mucho bueno que hay en ella.
Uno de los usos del t¨¦rmino dial¨¦ctica es la conversaci¨®n que mantienen dos o m¨¢s interlocutores con puntos de vista enfrentados. En el caso que nos ocupa, lo genialmente dial¨¦ctico de la conversaci¨®n que Coetzee mantiene consigo mismo es que se enfrenta al mundo actual con lo ¨²nico que ¨¦ste expende vaci¨¢ndolo de sentido: el arte. De esta manera, lo que finalmente resulta m¨¢s contundente de Coetzee no son sus opiniones, sino su reverencial amor por Bach, Tolst¨®i y Dostoievski, sus maestros, que lo son, porque le han ense?ado a vivir; esto es: a pensar y a sentir todo lo que le ronda como propio. -
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