Fascinante fascismo
Fascinante fascismo". Con estas palabras calific¨® la gran escritora norteamericana Susan Sontag la pel¨ªcula del director alem¨¢n Hans-Jurgen Syberberg Hitler (1977). Con 22 cap¨ªtulos, en cuatro partes y con siete horas de duraci¨®n, la obra de Syberberg, indica el cr¨ªtico David Thomson, es "la suma de im¨¢genes, fantasmas e interpretaciones" sobre el dictador nazi. Con ello, el director quisiera estudiar las maneras como hemos tratado de asimilar, olvidar o reformar "el m¨¢s espantoso evento de nuestro tiempo": la dictadura hitleriana.
En su cl¨¢sico estudio T¨¦cnica del golpe de Estado, el escritor italiano Curzio Malaparte atribuye a Napole¨®n Bonaparte la invenci¨®n del golpe de Estado moderno, que consiste en guardar las apariencias de la legalidad, aprovechar los errores del adversario y precipitar los acontecimientos frente a un Estado que siempre quiere ganar tiempo. El ideal del golpista es usar las instituciones democr¨¢ticas a fin de convertirlas en la primera v¨ªctima de la violencia autoritaria.
El ideal del golpista es usar las instituciones democr¨¢ticas en provecho propio
Aunque el fascismo puede llegar al poder por la fuerza (Mussolini, Franco, Pinochet), la situaci¨®n m¨¢s llamativa es cuando lo hace por la v¨ªa legal. El caso cl¨¢sico lo ofrece Adolfo Hitler. ?C¨®mo condujo un demagogo febril a la dictadura, la guerra y la derrota a la naci¨®n de Bach, Goethe y Schiller? Aprovechando, en primer t¨¦rmino, el resentimiento alem¨¢n creado por la derrota b¨¦lica en 1918 y las condiciones punitivas impuestas, con ceguera, por el Tratado de Versalles en 1919.
La reacci¨®n contra estos hechos cre¨® una masa ciudadana descontenta que dio lugar a tropas de asalto armadas para defender a la Alemania derrotada y revertir las condiciones de Versalles. Hitler aprovech¨® el resentimiento elevado a la categor¨ªa de patriotismo y lo someti¨® a sus intereses. Dos caminos se le abr¨ªan a Hitler. Uno, tomar por la fuerza el poder, basado en sus tropas de asalto. El otro, llegar al poder por la v¨ªa electoral, "la conquista legal del poder", indica Malaparte, asegurando as¨ª "la simpat¨ªa de la masa electoral" y "la adhesi¨®n de la inmensa mayor¨ªa de la clase media".
Hitler opt¨® por la segunda v¨ªa a fin de ganar las elecciones, convertirse en dictador plebiscitario, someter brutalmente a sus propios partidarios (Ernst Rohm), arrasar con sindicatos, prensa y partidos pol¨ªticos y establecer un Estado totalitario ufano de serlo y proclamarlo: Hitler nunca pretendi¨®, una vez usada la democracia, ser un dem¨®crata.
?Qu¨¦ era Hitler seg¨²n Malaparte? Un hombre d¨¦bil que se refugiaba en la brutalidad para enmascarar sus propias debilidades, su ego¨ªsmo morboso, su orgullo desmedido pero sin fundamentos. Conducido m¨¢s por sus pasiones que por sus ideas, Hitler era un hombre devorado por los celos. Celoso, sobre todo, de quienes le elevaron al poder.
El dictador (o el aspirante a serlo) teme el orgullo de quienes lo combaten y s¨®lo ama a quienes puede despreciar. El dictador (o el aspirante a serlo) ambiciona corromper, humillar, envilecer y esclavizar a un pueblo en nombre de... escoja usted, lector, las m¨¢scaras ret¨®ricas que m¨¢s le convengan a quienes aspiran al poder autoritario en nuestros d¨ªas, en nuestros pa¨ªses. A veces, escudados en la legitimidad electoral, en realidad disfrazan su violencia autoritaria.
Hay que celebrar, pues, que el hombre fuerte acepte la derrota pero hay que tomar con un granito de sal su sinceridad y fortalecer a la democracia ganando terrenos de libertad no cedi¨¦ndole espacios al jefe m¨¢ximo, y demostrando que, al final de cuentas, el emperador est¨¢ desnudo y s¨®lo nosotros -los ciudadanos- podemos prestarle la ropa.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.