El vuelo m¨¢s barato del a?o
Una Nochebuena de viaje de Madrid a Chile, a menos de la mitad del precio
![Diego Torres](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F905d2291-3bc7-4951-9b10-14c4000df79f.png?auth=71540af241da7b2d45e7ccd8aac79de09feb0b15263f9f39b72b24c67ae654b5&width=100&height=100&smart=true)
Son las 22.00 del 24 de diciembre en la Terminal Cuatro de Barajas. El flujo multitudinario que traspasa el edificio diariamente se ha interrumpido por motivos culturales. El pabell¨®n de salidas est¨¢ poco iluminado y parece vac¨ªo. En un rinc¨®n, dos venezolanos rompen el silencio para discutir sobre el marcaje que le hizo Cannavaro a Ronaldinho en el cl¨¢sico. El m¨¢s animado hace la pantomima: "?Lo esper¨® de costado! ?Le hizo as¨ª!". Parecen dos n¨¢ufragos en una playa desierta. El cartel luminoso anuncia que Iberia factura entre los mostradores 780 y 909 para Mosc¨² a las 23.55, San Pablo a las 00.05, Santiago de Chile a las 00.10, Johannesburgo a las 00.30, Ciudad de M¨¦xico a las 00.40 y Buenos Aires a la 1.25. Son los vuelos m¨¢s baratos del a?o. Los vuelos de Navidad.
El fen¨®meno desaf¨ªa la l¨®gica del mercado: a menor precio, mejor servicio
Es Nochebuena y hay un sentimiento de desamparo unificador
Para la clase turista la cola es de cuatro personas, un minuto de espera
A principios de diciembre, quien quer¨ªa comprar el billete m¨¢s econ¨®mico de un vuelo transoce¨¢nico t¨ªpico, como el de Madrid a Santiago de Chile, no pod¨ªa pagar menos de 3.000 euros si lo que pretend¨ªa era viajar antes de la segunda semana de enero. Dependiendo de los horarios y las fechas de salida y retorno el precio pod¨ªa dispararse hasta superar los 5.000 euros en la secci¨®n de ofertas de Iberia en Internet (www.iberia.com). Pero hab¨ªa una excepci¨®n: el vuelo del 25 a las 00.10 horas, que costaba unos 1.200 euros. Menos del 50% que el boleto m¨¢s rebajado del siguiente vuelo, que despegaba doce horas m¨¢s tarde. "Los billetes"; explica un portavoz de la compa?¨ªa; "no est¨¢n sujetos a tarifas. El valor sube o baja dependiendo de las ventas. Si el 25 es especial, es porque nadie quiere viajar ese d¨ªa".
El fen¨®meno desaf¨ªa la l¨®gica del mercado: a menor precio, mejor servicio. S¨®lo es preciso estar dispuesto a pagar menos por un poco de desarraigo emocional. Dos horas antes del vuelo, de los 129 mostradores de la Terminal Cuatro, 124 est¨¢n vac¨ªos. La compa?¨ªa s¨®lo ha dispuesto cinco operarios. No son necesarios m¨¢s. Para la clase turista la cola es de cuatro personas. Un minuto de espera. La auxiliar es una mujer robusta que mira el pasaporte del viajero con melancol¨ªa. "Hay overbooking", dice. "Hasta cuando no hay nadie hay overbooking. As¨ª que lo voy a poner en Business".
La empleada de seguridad que controla las tarjetas de embarque suele ser una persona r¨ªgida y preocupada. Esta vez da una palmadita en el hombro al viajero. Un golpecito de complicidad. Es Nochebuena y cunde un grato sentimiento de desamparo unificador. Los cinco guardias que vigilan las ¨²nicas dos cintas de rayos-x asienten resignados porque pasar¨¢n la Navidad lejos de sus seres queridos y despojando a sus cong¨¦neres de relojes, tel¨¦fonos, cinturones y zapatos. "?Qu¨¦ remedio? Tenemos que estar aqu¨ª hasta la una. Entremedias nos abriremos una botellita", se lamentan.
No todo son dificultades. No es una buena ocasi¨®n para comprar perfumes. Las tiendas han bajado sus persianas. Tampoco se puede consumir comida basura. La hamburgueser¨ªa es el ¨²ltimo restaurante en cerrar, sobre las 22.30. La dependienta grita: "?Lost!". Tal vez quiere decir: "?Close!". O tal vez intenta mandar a paseo a los tipos que se agolpan en la cola.
El embarque es puntual, a las 23.30. El ¨²nico signo navide?o es el gorro de Pap¨¢ Noel de un auxiliar de plataforma. Alguien le inquiere: "?Te has venido con el gorro del Atleti?". Un pasajero desea "Feliz Navidad" a alguien. "A m¨ª no me felicites que soy ateo", le responden. En la cabina suenan los acordes de una guitarra y Louis Armstrong canta Noche de Paz. Y le suceden Arre borriquita / vamos a Bel¨¦n. El comandante, Ram¨®n Mart¨ªnez, es breve: "Les deseo feliz Navidad". Son las 00.00 horas. Las azafatas sirven cava, pero la reacci¨®n del pasaje es mayoritariamente agn¨®stica. Beben en silencio. S¨®lo se escuchan un par de voces deseando felicidades. Parecen surgir del fondo de una cueva medio vac¨ªa, porque sobran 70 plazas de 320. Hoy es la excepci¨®n de la regla del hacinamiento en la clase turista. El avi¨®n despega suavemente.
Sobrevuela San Sebasti¨¢n de los Reyes, la cuenca del Manzanares y la carretera de A Coru?a, como un hilo brillante. Hay luna llena. El reflejo resplandece en la nieve de Guadarrama y en Gredos. La sobrecargo Magdalena, hace una confesi¨®n: "He dejado a mis hijos con una lagrimita". No ha tenido buena suerte, pero lo afronta con estoicismo. Las plazas para viajar esta se sortearon entre los 6.000 tripulantes de Iberia. "As¨ª se evitan favoritismos", explica Baltasar, el copiloto, sentado a la derecha del comandante en la cabina de comandos del Eco Charlie Juliet Lima Eco. Es el c¨®digo de matr¨ªcula del Airbus A340-600. Los instrumentos lanzan un chorro de informaci¨®n abrumador. "Se nota menos tr¨¢fico de lo habitual, pero s¨®lo en Europa", dice el comandante. "Aqu¨ª en el oc¨¦ano es siempre igual", a?ade.
La Navidad no ha llegado al oc¨¦ano, ni a la cabina de los pilotos, donde s¨®lo hay botellas de agua. Nada de cava. Nada de turr¨®n. "Desde el 11-S todo se ha vuelto m¨¢s dif¨ªcil", dice Baltasar, mientras repasa una lista con cientos de posiciones en la carta de navegaci¨®n. "Preferir¨ªamos pasar la noche en casa, pero me ha tocado".
Magdalena, Ram¨®n y Baltasar, como toda la tripulaci¨®n viven en Madrid. Los pasajeros, en su gran mayor¨ªa, no. Piero es de Trento y forma parte de un grupo de monta?eros: "Vamos a escalar el Aconcagua. Y este billete es el ¨²nico asequible en estas fechas". Pablo, argentino residente en M¨¢laga, viaja con su mujer y sus hijos. "Estamos en familia", asegura; "adem¨¢s, la Navidad me importa poco". Los pasajeros son gente indiferente. Tanto que una de las azafatas lamenta la falta de sensibilidad navide?a: "Nadie me ha deseado feliz Navidad". Otra plantea una pregunta existencial: "Si el 25 no se vende pan, ?por qu¨¦ siguen volando las compa?¨ªas a¨¦reas?"
Para Pablo la Navidad no significa mucho. "No la celebro", dice. Tiene diez a?os. Naci¨® en Vi?a del Mar pero vivi¨® siempre en Basilea. Viaja a ver a un t¨ªo chileno, con quien piensa establecerse. "Mi mam¨¢ est¨¢ trabajando", asegura con acento franc¨¦s; "y mi pap¨¢ se fue y no lo veo desde hace cuatro a?os".
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