La fealdad hecha m¨²sica
Entre las muchas cosas que Juan Urbano no era capaz de entender, una de las que m¨¢s le intrigaban era la b¨²squeda de la fealdad: ?por qu¨¦, para qu¨¦, en nombre de qu¨¦? Meditando sobre ese asunto, lleg¨® a la conclusi¨®n de que la fealdad solo es respetable cuando es inevitable, pero nunca cuando es intencionada; y eso sirve para las personas, los comportamientos o los edificios, que en muchos casos se visten, se expresan o se construyen desde la provocaci¨®n, desde el exhibicionismo o desde la pura utilidad, convirti¨¦ndolos en visiones desagradables a ojos de los dem¨¢s.
En el fondo, el bar decorado con trozos de botella de colores hundidos en el cemento de la pared, el joven que se pasea por la ciudad con los pantalones por las rodillas y la ropa interior por fuera como si acabase de huir de un cuarto de ba?o en llamas o la casa horrorosa, son los hermanos gemelos del energ¨²meno que proclama a los cuatro vientos su estupidez: "Pues yo no he le¨ªdo un libro en mi vida y aqu¨ª me tienes, ?tan feliz!"
La nueva Escuela de M¨²sica Reina Sof¨ªa es un emblema del imperio del mal gusto que nos gobierna
Pens¨® en todo eso mientras paseaba por la plaza de Oriente y despu¨¦s de haber dejado atr¨¢s la nueva Escuela de M¨²sica Reina Sof¨ªa, a punto de inaugurarse, que le hab¨ªa parecido t¨¦trica y, sobre todo, insoluble a la vista con su entorno. ?Qu¨¦ tienen que ver esos 642 metros cuadrados de aire ministerial o, peor a¨²n, funerario, con la plaza de Ramales, a la que mira y desde ahora mirar¨¢ siempre desde sus cien ojos de ballena varada, con el Palacio Real, que si no es una obra maravillosa en s¨ª misma, al menos tiene la estampa para recordar de su paseo peatonal, sus praderas verdes y su cielo entre barroco y neocl¨¢sico reconstruido alrededor del tejados, y con las vistas de jardines y bosques al fondo, que sin duda es una de las m¨¢s sobresalientes de Madrid?
La verdad es que ese espacio que debiera ser uno de los emblemas de la ciudad, lo es m¨¢s bien del imperio del mal gusto que nos gobierna desde hace tanto que, a estas alturas, ya se podr¨ªa cambiar "hace tanto" por "siempre". Porque si ya es bastante con la catedral de la Almudena, cuya fealdad mastod¨®ntica, por cierto, acaba de encontrar un magn¨ªfico retrato en la ¨²ltima novela de Javier Mar¨ªas, Veneno y sombra y adi¨®s, lo que le faltaba a la zona es este nuevo canto al gris de piedra y cristal, hecho por un gran arquitecto como es Miguel de Oriol, que de hecho es tambi¨¦n autor de la notable reforma de la plaza de Oriente, pero que tan mal mezcla con sus vecinos.
Como buen aficionado a la filosof¨ªa, mientras miraba la Escuela de M¨²sica Reina Sof¨ªa reci¨¦n emergida del fondo de sus andamiajes, Juan Urbano no pudo dejar de recordar melanc¨®licamente la c¨¦lebre frase de Schopenhauer, seg¨²n la cual la arquitectura es m¨²sica congelada, y se dijo que silbar ese edificio o afinarlo en el tono de los que lo rodeaban, entre ellos el Teatro Real, era imposible, de modo que le hubiese gustado retroceder hasta el a?o 1800, o por ah¨ª, entrar al despacho del autor de la Metaf¨ªsica de las costumbres justo en el instante en que acabara de escribir esa sentencia y decirle: "S¨ª, pero no toda."
En fin, ojal¨¢ que la nueva Escuela de M¨²sica combata desde dentro su propio afuera y las actividades de la Fundaci¨®n Alb¨¦niz, que la gobernar¨¢, seg¨²n el convenio firmado con el Ayuntamiento de Madrid, al menos, durante los pr¨®ximos cincuenta a?os, le den todo el esplendor posible y, en cierto sentido, la disfracen. Miguel Oriol ya ha hablado de ello, seguramente refiri¨¦ndose a algo invisible pero esencial en un edificio de esta naturaleza, que es su ac¨²stica, para afirmar que el inmueble "va a tener el mejor auditorio de Espa?a de dimensiones peque?as", con capacidad para albergar a quinientas personas; adem¨¢s de una serie de "aulas insonorizadas para los estudiantes de m¨²sica, y otras dependencias con una grand¨ªsima calidad", una biblioteca musical, un archivo y una fonoteca.
Juan Urbano sigui¨® paseando por la plaza de Oriente, se sent¨® en uno de sus caf¨¦s para desayunar y, de camino al trabajo, dese¨® que el a?o 2008, que ya est¨¢ tan cerca de nosotros que deja ver su cola en los calendarios, fuera el mejor de la historia de Madrid, la ciudad que tanto cambia y no siempre mejora.
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