La casa tomada
La memoria del artista desaparecido est¨¢ en sus obras: son semillas que desaf¨ªan al tiempo porque abrieron en su ¨¦poca brechas que hoy son caminos para nuestro pensar y sentir. A esta f¨¦rtil persistencia de la obra se une, en Garc¨ªa Lorca, otra memoria, la de su destino: signo de una vida densa, en tiempos dif¨ªciles, y de una muerte que nadie debe sufrir. Obra y destino: son las dos claves de esta muestra instalada en los rincones y espacios de la casa museo del poeta en Granada. El suizo Hans Ulrich Obrist, su comisario (codirector de la Serpentine Gallery de Londres), la ha concebido como meditaci¨®n de diversos artistas actuales sobre esas dos dimensiones. Su t¨ªtulo, Everstill (Siempretodav¨ªa), violenta el lenguaje para expresar la fecunda permanencia de esta doble pervivencia de la memoria.
Everstill (Siempretodav¨ªa)
Fundaci¨®n Federico Garc¨ªa Lorca / Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales
Huerta de San Vicente
Virgen Blanca, s/n. Granada
Primera fase: hasta mayo de 2008 de 2008
Segunda fase: hasta el 20 de julio de 2008
Las dos v¨ªas se advierten en la primera obra de la muestra: John Giorno en sus poemas habla del dolor, pero los deposit¨®, a lo largo de una performance bajo el agua de fuentes cercanas a la casa. Subrayan as¨ª un registro frecuente en la po¨¦tica de Lorca. Pedro Reyes lo prolonga en sus cer¨¢micas: alineadas en las alacenas de la cocina, llevan grabados versos de Lorca relativos al agua. Otra cita lorquiana en el antiguo comedor, en un gran dibujo de Cy Twombly. Mientras, en la otra ala, Dominique Gonz¨¢lez Foerster apila libros de y sobre el poeta en torno a su Alfombra azul: una invitaci¨®n a la lectura que tambi¨¦n queda patente en una tarjeta en la que Ceryth Wyn Evans ha troquelado, blanco sobre blanco, unos versos, quiz¨¢ como figura de cuanto la poes¨ªa muestra y a la vez oculta.
Otros autores han preferido trabajar sobre la vida de Lorca: Cristina Iglesias ha colocado Camino vegetal frente al dormitorio del poeta, en evocaci¨®n de sus sue?os, mientras David Bestu¨¦ y Marc Vives instalan un peque?o teatro de marionetas, La historia del alacr¨¢n enamorado, a los pies de su cama, sobre la que Gilbert and George compusieron con una de sus esculturas la imagen m¨¢s conocida de la muestra. M¨¢s sencilla pero de singular eficacia es la propuesta de Philippe Parreno: una nube de aliento que ha quedado empa?ando el cristal de la ventana de la escalera. Anri Sala ha elaborado una dram¨¢tica fotograf¨ªa que rememora el sinsentido del asesinato de Lorca.
Estos y otros trabajos (no es posible citarlos todos) prestan nueva vida a la Huerta de San Vicente. Los dibujos del poeta (expuestos ahora junto a los del alban¨¦s Edi Rama), la evocaci¨®n de su trabajo, el recuerdo de su presencia en los peores d¨ªas de un mes de julio, aparecen tramados con el tejido de la reflexi¨®n del arte actual. Se crea as¨ª un espacio de nuevas afinidades. Las obras aparecen aqu¨ª y all¨¢, generalmente sin cartela (un breve plano permite localizarlas), como si all¨ª hubieran estado siempre. Los diversos autores han visitado la casa y la ciudad, y se han demorado en ellas. Es una de las claves de la exposici¨®n. Quiz¨¢ por ello se aparta de cualquier tentaci¨®n de espect¨¢culo: despierta, por el contrario, una atm¨®sfera de reflexi¨®n que convierte a la muestra en un lugar para estar m¨¢s que para ver, que invita a regresar al visitante.
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