Vel¨¢zquez vive aqu¨ª
Rafael Moneo, Cristina Iglesias y Miguel Zugaza conversan sobre la ampliaci¨®n del Museo del Prado
Cristina Iglesias entr¨® por su puerta con un abrigo sedoso, oscuro como las l¨¢minas de esa obra de arte que ahora abre (y cierra) el Museo del Prado; ven¨ªa de ?msterdam. Rafael Moneo ven¨ªa de mil viajes, pero ahora se acercaba desde su estudio, con su paraguas, caminando, y Miguel Zugaza ven¨ªa con una bufanda rosa-roja desde su despacho de director del museo.
Los tres estaban encantados de encontrarse en el sitio del a?o, el lugar de la ampliaci¨®n del museo m¨¢s importante de Espa?a y sin duda uno de los m¨¢s importantes del mundo, que se inaugur¨® hace ahora dos meses despu¨¦s de una d¨¦cada de trabajo, ejercido a veces en medio de broncas monumentales que tuvieron un final m¨¢s que feliz.
Moneo: "La nueva arquitectura no deb¨ªa producirse de modo que desvirtuase el car¨¢cter que ten¨ªa el Prado"
Zugaza: "No hay cuadro como 'Las meninas' que nos indique tan claramente la vocaci¨®n p¨²blica del espectador"
Iglesias: "Yo quer¨ªa que no fuese s¨®lo una puerta, sino un lugar en el que pararse para ver el movimiento"
Es lo m¨¢s arriesgado que han hecho los tres y cada uno por su lado, y cada uno tiene su propia satisfacci¨®n
El Prado es ahora el proyecto nacional sobre el que m¨¢s consenso se cierne. Ellos tres culminaron el milagro. ?Les intimid¨® tocarlo? Claro que les intimid¨®; Moneo, el arquitecto, sab¨ªa que iba a ser dif¨ªcil, "pero hab¨ªa que hacerlo".
Lo que m¨¢s les preocupaba, dicen ahora, era "que le gustara a Vel¨¢zquez", porque el pintor "sigue viviendo aqu¨ª, sigue imponiendo su criterio, lo dej¨® dicho en Las meninas, y esa manera de ver la pintura y c¨®mo est¨¢ debe contemplarse", dice Zugaza, "sigue siendo v¨¢lida en esta ampliaci¨®n, tal como la ha concebido Rafa".
A Cristina, a Rafael y a Miguel les parece que s¨ª, que Vel¨¢zquez estar¨ªa encantado. Ellos lo est¨¢n, creen que ha sido una buena manera de abrir el Prado al siglo XXI. "Y a los siglos que vengan", dice Miguel.
A esa parte del nuevo Prado se entra por la puerta de Cristina. La gente (los conserjes, los guardas, el propio director del Prado) no busca circunloquios para se?alar el sitio adonde debemos ir para encontrarnos con la escultora, el arquitecto y el directivo: "Debe usted entrar por la puerta de Cristina". Ni la puerta de Cristina Iglesias, ni el nuevo edificio: el sitio se llama la puerta de Cristina.
Pero para que exista la puerta de Cristina han pasado muchas batallas y muchas cr¨ªticas. Uno se hubiera imaginado a Moneo ensimismado, aturdido, por aquella marabunta de improperios que aparecieron un d¨ªa en las ventanas de la zona. Detente, Satan¨¢s, parec¨ªan decirle hace 10 a?os. Pero esas cr¨ªticas fueron, dice ¨¦l ahora, "las que me acompa?aron en las soluciones; no fue algo doloroso, sino algo que nos ha ayudado a hacer las cosas mejor".
Las cr¨ªticas le dolieron, "seguramente s¨ª, porque yo ten¨ªa fe en lo que est¨¢bamos haciendo". No le hicieron dudar, sin embargo: "Nosotros sab¨ªamos por d¨®nde deb¨ªamos intervenir". Y ten¨ªan claro, dice ahora el arquitecto, "que la nueva arquitectura no deb¨ªa producirse de modo que desvirtuase el car¨¢cter que ten¨ªa el Prado".
Lo hemos sentado en la sala de dibujo y grabado del nuevo Prado; cerca de nosotros est¨¢n los nuevos grabados de Goya que ha adquirido el museo; Zugaza abre las enormes cajas fuertes donde ahora se encuentran los dibujos y los grabados del pintor de Fuendetodos, pero s¨®lo dice algunos t¨ªtulos, demasiado delicado abrir ahora esos contenedores. Y despu¨¦s nos sienta ante una enorme mesa de madera; el ventanal est¨¢ cubierto con una tela grande, de sus dimensiones, y Moneo, que ha llenado de grandes ventanales su arquitectura, f¨ªjense en el Kursaal, quiere que nosotros veamos la calle lluviosa; y finalmente acciona un mecanismo y desvela el cristal. ?l se siente m¨¢s c¨®modo: su obra le sirve, se le acomoda.
Moneo fue minucioso siempre; y con las palabras es, adem¨¢s, escrupuloso, parece que las esculpe por dentro, cierra los ojos, toma en su mano un l¨¢piz, parece que dibuja las ideas; ahora est¨¢ feliz, pero detr¨¢s no puede olvidar que aquella diatriba dej¨® su sombra. "Lo importante es no sentir la pol¨¦mica como algo personal". Y entender que, cuando la gente se opone y da razones, se producen soluciones como el parterre que hay hoy donde antes hubo el proyecto de una cubierta de vidrio... "Esa aceptaci¨®n ha permitido dar paso al jard¨ªn, que es", a?ade el arquitecto, "de las cosas que m¨¢s me gustan de la ampliaci¨®n del Prado".
Ha sido, pues, bienvenida la mediaci¨®n del p¨²blico, "el arquitecto ya no es el d¨¦spota ilustrado, al menos no es as¨ª en el caso de la arquitectura en la que yo trabajo...". Abierto el Prado, expl¨ªcitamente, a la opini¨®n de los vecinos, hab¨ªa que abrirlo de veras al p¨²blico, y a Moneo se le ocurri¨® que fuera Cristina Iglesias la encargada de esa tarea. La escultora siempre ha abierto laberintos; ¨¦sa ha sido su obsesi¨®n art¨ªstica, su compromiso; "y Rafael pens¨® en m¨ª para que le diera vueltas a este problema", el problema de abrir el nuevo Prado al p¨²blico.
En el primer esquema planteado por Moneo, dice ¨¦l, "esa puerta no hubiera sido necesaria". Pero en el proyecto definitivo, el que ahora se puede contemplar, "la puerta de Cristina alivia o rebaja la presi¨®n de la arquitectura; la arquitectura comienza a responder s¨®lo a las iniciativas de dise?o urbano y deja sin embargo un gran protagonismo a la puerta de Cristina". "Desde el principio", dice Cristina, "Rafael entendi¨® la complejidad de lo que quer¨ªa encargarme. Y yo quer¨ªa que no fuera simplemente una puerta, sino un lugar en el que un viandante pudiera pararse a ver el propio movimiento... Hab¨ªa una idea de pasaje de que las puertas no est¨¢n para cerrarse sino para abrirse, y esa idea estaba muy desde el principio, que el umbral formara parte de la esencia de la puerta, que ah¨ª abajo hubiera algo m¨¢s que un sitio para entrar y salir...".
Zugaza recuerda el d¨ªa en que a Moneo se le ocurri¨® que Cristina hiciera la puerta. "A partir de ah¨ª se gener¨® otra historia, muy extraordinaria y muy bella; fue un gesto muy generoso de Rafael, que evocaba as¨ª el origen del arte. Recordaba la fundaci¨®n del Renacimiento, con el encargo de las puertas de Ghiberti para el baptisterio de Florencia. La verdad", apunta Zugaza, mir¨¢ndolos, "es que les cost¨® tiempo encontrar tambi¨¦n la horma de la relaci¨®n. Fue una decisi¨®n muy importante para Rafael, y desde luego muy problem¨¢tica de llevar a cabo".
Siempre hubo, en el proyecto de Cristina, esas dobles hojas que vemos hoy, indica Moneo, "pero esa enjundia que tienen todos estos tallos de hayas frescas que al final se convierten en algo abstracto han venido muy al final".
La puerta iba a ser otra puerta, el ¨¢bside de Villanueva no iba a tener Las musas, el claustro iba a ser una sala de lectura. El nuevo Prado se fue haciendo teniendo en cuenta, lo que son las cosas, a Vel¨¢zquez, que es, como dice Moneo, el amo de todo esto. "Se trataba", se?ala el arquitecto, "de conectar la Casa de Austria con Vel¨¢zquez, que es el verdadero due?o del Prado. Porque si hay una persona que caracteriza el Prado es Vel¨¢zquez. No cabe duda. Si la ampliaci¨®n acaba por pagarle tributo, entonces estamos ante una cosa hermosa".
"Ha dicho una cosa muy interesante Rafa sobre Vel¨¢zquez. Rafael es un gran conocedor del Prado, con ¨¦l se puede hablar de la pintura, y de la pintura que hay aqu¨ª", se entusiasma Zugaza. "Y nuestras conversaciones derivaron de inmediato hacia la pintura, ¨¦ramos el arquitecto y el responsable del Prado, pero de pronto est¨¢bamos en el mismo barco, pensando en el Prado y en su pintura, y ¨¦l entra en la ampliaci¨®n como si lo hiciera a trav¨¦s de la habitaci¨®n de Las meninas".
Se les ve muy felices; han puesto en marcha un proyecto del que el hilo conductor ha sido Moneo (y el jefe, Vel¨¢zquez), porque los otros dos se unieron m¨¢s tarde, y han visto c¨®mo se inaugura lo que ahora se ve como "un proyecto nacional" sobre cuya trascendencia todo el mundo est¨¢ de acuerdo. "Yo estoy encantado", dice Miguel. Para Rafael Moneo, "lo que ha estado bien es que la gente se haya adue?ado tanto del Prado; eso recompensa. Y lo que tambi¨¦n ha estado muy bien es c¨®mo Miguel ha gobernado todo esto".
No es com¨²n que un arquitecto sienta que su edificio est¨¢ mejor en uso que reci¨¦n terminado, pero Moneo se atreve: ahora le gusta m¨¢s que cuando lo proyect¨® y que cuando lo termin¨®: "Los edificios deben convertirse en un marco para la vida, y aqu¨ª est¨¢ ¨¦ste, conviviendo ya con la sociedad". Zugaza mantiene la met¨¢fora: "Vel¨¢zquez estar¨ªa encantado en ¨¦l; ¨¦l ya ten¨ªa previsto que Las meninas iban a estar en un lugar p¨²blico, ten¨ªa prevista esa experiencia. Nos dice cu¨¢l es la misi¨®n de un museo coloc¨¢ndonos a los espectadores justo en el lugar donde supuestamente est¨¢n los monarcas. No hay otro cuadro en la historia del arte que nos indique tan claramente la vocaci¨®n p¨²blica del espectador. Creo que ¨¦l estar¨ªa encantado aqu¨ª".
-?Y Villanueva del Prado, estar¨ªa encantado, Rafael?
-La intervenci¨®n afecta poco al edificio de Villanueva. Casi cabr¨ªa decir que al volver a recuperar los niveles de la antigua ladera, seguramente algo se recupera de un edificio que viv¨ªa una relaci¨®n tan intensa con la topograf¨ªa. Hemos recuperado un poco ese modo de encastrarse que ten¨ªa el edificio en la ladera. Todo lo nuevo rinde un tributo de pleites¨ªa a Villanueva. Se hubiera sentido satisfecho de que alguien, 200 a?os despu¨¦s, valorase algo que est¨¢ tan oculto para tantas personas.
"No le toques ya m¨¢s, que as¨ª es la rosa"; esa invocaci¨®n juanramoniana circul¨® por la mente de las tres personas que en definitiva tocaron el Prado, una misi¨®n de alt¨ªsimo riesgo. "Sin duda te intimida, porque es un templo", dice Cristina; "pero me atrajo, claro que me atrajo, abrir ese pasaje entre la calle y su contenido. Y claro que creo que Vel¨¢zquez se sentir¨ªa hoy encantado de ver que el Prado ha dado los pasos que est¨¢ dando. Yo lo siento como artista, genera arte, no s¨®lo por la parte que me ha tocado, sino porque ya lo ves, en la gente que viene, en la gente que interviene, todo el mundo considera al Museo del Prado como un motor".
El Prado est¨¢ pidiendo esta puesta al d¨ªa desde hace a?os, y a Miguel Zugaza lo que le parece es que ahora se corona una ambici¨®n. ?Intimidado? "Y qui¨¦n no; tocar el Prado no era cualquier cosa". "Se ha tocado", le dice Cristina Iglesias, "y se ha abierto; mira ahora la cantidad de cosas que estaban ocultas y que finalmente se ponen a disposici¨®n del p¨²blico, de los artistas, de los investigadores". "Faltaba la modernizaci¨®n, la puesta al d¨ªa", cuenta, feliz, el director del Prado.
Y Moneo habla del contenido, "que durante toda esta etapa se ha ido remozando; mira el Retrato del barbero del Papa, ese Vel¨¢zquez maravilloso, ese dibujo de Goya...".
Es lo m¨¢s arriesgado que han hecho los tres, y cada uno por su lado. Y cada uno tiene su propia satisfacci¨®n. Para Moneo, "la entrada al museo del pueblo llano. Me ha gratificado much¨ªsimo ver que viene gente a saludarte, a decir que lo encuentran bien, que les gusta. Para m¨ª, la mayor satisfacci¨®n ha venido de la gente que se ha acercado a m¨ª".
"A m¨ª", dice Cristina, "lo que m¨¢s me gusta es lo que est¨¢ por venir, que se abra la puerta, en cada movimiento hay una satisfacci¨®n m¨ªa. Que la gente lo vaya descubriendo como diferente cada vez que entre, que cuando pase por la calle la vea cerrada y abierta, y que cuando est¨¦ cerrada, est¨¦ abierta tambi¨¦n, que sea para ellos un motivo de contemplaci¨®n. Eso es lo que la distingue, adem¨¢s".
Y cuando se abre la puerta, e incluso cuando est¨¢ cerrada, que la gente evoque aquel poema de Jorge Guill¨¦n que tanto inspir¨® a Eduardo Chillida, colega y paisano de Cristina, sobre las cosas contundentes que pesan como el aire.
Y Miguel Zugaza, ?qu¨¦ piensa ahora?, como responsable ¨²ltimo de tan larga historia. "Yo me sent¨ª completamente aliviado y tranquilo el d¨ªa antes de la inauguraci¨®n del museo, cuando se invit¨® a todos los empleados y a sus familiares. Y su respuesta fue maravillosa. Esa gente ha estado aguantando la crudeza de la obra, y el museo mientras tanto no cerr¨® un solo d¨ªa. Verles, ver a sus familias, a sus hijos, a todos tan felices, eso me alivi¨®, ellos son una muestra de la sociedad espa?ola, y esa respuesta que dieron fue para m¨ª suficiente. Ya pod¨ªan decir cualquier cosa los que vinieran luego. Eso me dej¨® feliz".
Como est¨¢ ahora, como lo est¨¢n tambi¨¦n Rafael Moneo y Cristina Iglesias cuando nos despiden, antes de las fotos, debajo exactamente de la puerta de Cristina. -
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