Una mujer contra el mundo
Sor Juana In¨¦s de la Cruz fue un esp¨ªritu libre y ¨¢vido de conocimiento. El ensayo que le dedic¨® Octavio Paz es, probablemente, el mejor libro de cr¨ªtica literaria surgido de Am¨¦rica Latina
Hasta hace muy poco cre¨ªa que el mejor libro de cr¨ªtica literaria aparecido en Am¨¦rica Latina era Muerte y transfiguraci¨®n de Mart¨ªn Fierro (1948), de Ezequiel Mart¨ªnez Estrada. Ahora, que acabo de leerlo, pienso que es el que Octavio Paz dedic¨® a Sor Juana In¨¦s de la Cruz o Las Trampas de la Fe (1982).
Me refiero a esos ensayos en los que la investigaci¨®n rigurosa, la imaginaci¨®n, el buen gusto y la elegancia expositiva se al¨ªan para explicar una obra literaria, el proceso que la gest¨®, la manera en que la experiencia privada de su creador y la realidad hist¨®rica y social de su tiempo se reflejan en ella, y el efecto que tuvo en la cultura de su ¨¦poca y en las que la sucedieron. No minimizo ni descarto los estudios especializados -filol¨®gicos, estil¨ªsticos, estructuralistas, deconstructivistas, etc¨¦tera- que, hoy, por lo general, est¨¢n fuera del alcance del lector profano, pero si tengo que elegir prefiero esos trabajos a medio camino entre el an¨¢lisis y la creaci¨®n que, tal como lo hacen la poes¨ªa y la novela con la realidad vivida, se valen de la literatura existente para construir a partir de ella obras que la trascienden y son, en s¨ª mismas, literatura de creaci¨®n.
Sor Juana defendi¨® el derecho de la mujer al ejercicio de las letras, las ciencias y las artes
El fundamentalismo cat¨®lico termin¨® forzando a la mexicana a pedir perd¨®n por sus pecados
El libro de Paz sobre Sor Juana, que naci¨® como unos cursos que dict¨® sobre ella en la Universidad de Harvard en los a?os setenta, resume todo el material biogr¨¢fico y bibliogr¨¢fico que la poeta y escritora mexicana gener¨® hasta los hallazgos m¨¢s recientes (la primera edici¨®n de su libro es de 1982). La obra po¨¦tica, teatral y ensay¨ªstica de la autora es analizada con acerada agudeza intelectual y tanta sensibilidad po¨¦tica que no exagero diciendo que, gracias a esos an¨¢lisis l¨²cidos y estimulantes, poemas tan complejos como Primero sue?o resplandecen con una nueva luminosidad y nos descubren, tras su riqueza verbal y sus audacias ret¨®ricas, una s¨®lida arquitectura conceptual hecha de ideas filos¨®ficas, teol¨®gicas y de mitolog¨ªa hel¨¦nica y romana. Paz dedica muchas p¨¢ginas a una fascinante pesquisa sobre la presencia en Primero sue?o y otros poemas de Sor Juana de la antiqu¨ªsima tradici¨®n herm¨¦tica, de ra¨ªces egipcias y resucitada en la Edad Media, que descifran el sentido de sus oscuras met¨¢foras y misteriosas alegor¨ªas, y argumenta de manera persuasiva que este sistema po¨¦tico hecho de ocultamientos y disfraces era una manera de tomar precauciones contra el riesgo -que hac¨ªa vivir a todo creador de la ¨¦poca en el p¨¢nico cr¨®nico- de incurrir, por omisi¨®n o comisi¨®n, en delito de heterodoxia o sacrilegio y, por lo tanto, de caer en las redes de la Inquisici¨®n.
La Sor Juana cuya delicada silueta se levanta de las p¨¢ginas de Las Trampas de la Fe es conmovedora. Su coraje, su reciedumbre, sus astucias, su temple fueron tan grandes como su inteligencia y su talento. Los cap¨ªtulos que describen la sociedad colonial en la que ella naci¨® y creci¨®, esa abigarrada pir¨¢mide de castas, razas y clases r¨ªgidamente estratificadas cuya c¨²spide aristocr¨¢tica era reflejo fiel de la que reg¨ªa la metr¨®poli imperial y cuya humilde base, la de los indios, conservaba vivos, aunque secretos o camuflados, los mitos, creencias y costumbres de las civilizaciones prehist¨®ricas tienen la vivacidad y la energ¨ªa de los grandes murales y de las mejores pel¨ªculas ¨¦picas. Y permiten entender mejor, admirar m¨¢s y compadecer m¨¢s hondamente a quien en este contexto social, siendo mujer, estaba dotada de un esp¨ªritu libre y era curiosa, ¨¢vida de conocimientos y empe?ada en adue?arse de la cultura de su tiempo.
Ser de este modo, como lo fue la humilde Juana In¨¦s Ram¨ªrez de Asbaje, nacida por los alrededores de 1651, muchacha bastarda y sin recursos, significaba enfrentarse a una maquinaria disuasoria y represiva todopoderosa al servicio de una idea que hac¨ªa de la mujer un ser inferior, un animal dom¨¦stico y reproductor y sobre la que, por encima de cualquier otra consideraci¨®n, planeaba la maldici¨®n b¨ªblica de haber sucumbido, la primera, a las tentaciones del demonio y de ser ella misma, por su naturaleza pecadora, la mayor enemiga de la salvaci¨®n masculina. Que, pese a ello, Juana In¨¦s se las arreglara para escribir, leer y aprender mucho m¨¢s que la mayor¨ªa de sus contempor¨¢neos, e incluso, hasta para redactar -en su Respuesta a Sor Filotea- un sutil manifiesto defendiendo el derecho de la mujer, que nadie le reconoc¨ªa a¨²n, al conocimiento y al ejercicio de las letras, las ciencias y las artes, muestra que, adem¨¢s de su sobresaliente formaci¨®n y su vuelo creativo, estaba dotada tambi¨¦n de una cicl¨®pea fuerza de voluntad y que lleg¨® a ser diestra en la esgrima de la pol¨ªtica y los malabares de la supervivencia.
Sus contempor¨¢neos aseguran que era bella, desenvuelta, y que, en su corta juventud laica, luci¨® con ¨¦xito en los salones virreinales. Debi¨® ser tambi¨¦n secreta y algo fr¨ªa, razonadora y capaz de grandes sacrificios, como encerrarse en un convento de clausura y profesar sin mayor vocaci¨®n para ello, s¨®lo porque ¨¦ste era el ¨²nico camino posible para que alguien como ella pudiera educarse y tener una vida intelectual, y, tambi¨¦n, una mujer muy femenina que sab¨ªa seducir y admirar al pr¨®jimo, pues, gracias a estas prendas, consigui¨® ganar los apoyos y patrocinios sin los cuales hubiera zozobrado mucho antes en las aguas procelosas por las que naveg¨® toda su vida.
El libro de Paz no es mezquino ni se queda corto en destacar todo lo positivo que la colonia -esos tres siglos en que fue parte del imperio espa?ol- dej¨® a M¨¦xico, su incorporaci¨®n a Occidente y a la modernidad, la riqueza de sus templos, conventos, bibliotecas, el legado cultural y religioso y su hibridaci¨®n con los cultos nativos hasta constituirse en la vertiente principal de eso que, a falta de mejor definici¨®n, se llama la identidad mexicana.
Al mismo tiempo, no he le¨ªdo una descripci¨®n m¨¢s severa y lapidaria de lo que es una sociedad clerical, sometida a la vigilancia fan¨¢tica de una Iglesia pre?ada todav¨ªa de celo contrarreformista, dogm¨¢tica e inquisitorial, implacable contra toda manifestaci¨®n librepensadora o inconforme, una iglesia de cruzada para la que, en sus extremos fundamentalistas, como el encarnado por el arzobispo de M¨¦xico Aguiar y Seijas, uno de los verdugos espirituales de Sor Juana, todo lo que no fuera entrega total a Dios y a las pr¨¢cticas religiosas -entre otras cosas, el teatro, los toros, la literatura, el estudio, la higiene- representaba un riesgo de desacato, impiedad y herej¨ªa. La figura de este horrible y todopoderoso personaje, con sus carnes dilaceradas por las disciplinas con que castigaba a su cuerpo pecador y comido por los piojos y chinches que dejaba anidar en su lecho y en sus h¨¢bitos por amor a Dios, produce escalofr¨ªos y nos recuerda aquella ¨¦poca en que la Iglesia cat¨®lica, como el islamismo fundamentalista de nuestros d¨ªas, era la ciudadela del oscurantismo intelectual y el autoritarismo pol¨ªtico.
La manera como el arzobispo Aguiar y Seijas y el confesor de Sor Juana, el padre jesuita Antonio N¨²?ez de Miranda consiguen por fin, despu¨¦s de una sorda y silenciosa lucha de a?os, vencer la resistencia de la escritora, y hacerla abjurar de sus escritos y renunciar a la poes¨ªa, al estudio y hasta el pensamiento, acusarse a s¨ª misma en una abyecta autocr¨ªtica de pecadora e insumisa, y vivir los ¨²ltimos a?os de su vida convertida en una especie de aut¨®mata religiosa, inspiran las p¨¢ginas m¨¢s dram¨¢ticas del ensayo de Paz. Se leen con hechizo y horror. Con muy buen criterio y s¨®lidos argumentos, Paz relaciona estos escritos de autocr¨ªtica ignominiosa de Sor Juana con los juicios estalinistas de los a?os treinta en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en los que, persuadidos o torturados por sus verdugos, los compa?eros de Lenin se declaraban nazi fascistas, traidores y vendidos, para mejor servir a la causa que los aniquilaba.
Un gran libro de cr¨ªtica literaria abre el apetito y nos lanza a leer aquello que ha inspirado p¨¢ginas tan contagiosas. Yo nunca hab¨ªa podido terminar Primero sue?o, aunque s¨ª hab¨ªa le¨ªdo d¨¦cimas, sonetos y visto alg¨²n auto sacramental de Sor Juana con placer. Pero ahora, gracias al libro de Paz, leer aquel extenso, profundo y hermos¨ªsimo poema ha sido una experiencia inolvidable, una inmersi¨®n en un mundo tan intenso y sugestivo como el de Las Soledades o El Polifemo de G¨®ngora, que, entre otras muchas ense?anzas, me ha mostrado que el desenfrenado barroquismo que tanto sedujo a Sor Juana y a su ¨¦poca no era escapismo formalista. Ten¨ªa una justificaci¨®n que iba m¨¢s all¨¢ de lo est¨¦tico y lo literario, pues era una manera sutil de decir lo indecible y pensar lo impensable, de mantener viva la independencia del esp¨ªritu y el hambre de libertad en un mundo dominado por celadores que cre¨ªan haberlas extinguido.
? Mario Vargas Llosa, 2007. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2007.
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