El pa¨ªs no es s¨®lo para safaris

Jomo Kenyatta -el l¨ªder keniano que en 1963 arranc¨® al Reino Unido la independencia de su pa¨ªs- gustaba de repetir esta sentencia: "Cuando los ingleses llegaron a Kenia, ellos ten¨ªan la Biblia y nosotros las tierras. Hoy nosotros tenemos la Biblia y ellos las tierras". Kenyatta muri¨® en 1978 y si bien es cierto que muchos blancos colonizador-evangelizadores han continuado en posesi¨®n de sus tierras, no lo es menos que una importante ¨¦lite negra de la tribu kikuyu, la mayoritaria, ha detentado durante todos estos a?os, ininterrumpidamente, el poder de la tierra, el socio-econ¨®mico y el pol¨ªtico. Sobre la Biblia prefiero no pronunciarme.

Esa dirigencia kikuyu, terrateniente y monopolizadora del poder -pero no de la autoridad- se agrupa en torno a Mwai Kibaki, quien en 2002 gan¨® las elecciones presidenciales al clept¨®crata y autoritario Daniel arap Moi, sucesor de Kenyatta, con la promesa de acabar con la corrupci¨®n y propiciar una sociedad ¨¦tnicamente integrada.

Los cinco a?os de Gobierno de Kibaki han desembocado en frustraci¨®n, desilusi¨®n y enga?o. La econom¨ªa ha crecido a un ritmo del 6%, pero m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n vive por debajo de la l¨ªnea de la pobreza. No ha habido redistribuci¨®n de la riqueza creada y la corrupci¨®n es rampante. Tanto que, como la prensa brit¨¢nica recuerda estos d¨ªas, en 2005, John Githongo, el jefe anticorrupci¨®n kikuyu designado por Kibaki, se exili¨® en Londres porque no quer¨ªa ser c¨®mplice del silencio que sobre este tema amordazaba a Kenia.

Por eso, el Movimiento Democr¨¢tico Naranja de Raila Odinga -de la etnia luo, pero que no ha basado su campa?a electoral en la afiliaci¨®n tribal sino en la necesidad del cambio y en la construcci¨®n de una sociedad justa y sin tintes ¨¦tnicos- venc¨ªa claramente, seg¨²n todas las encuestas previas a los comicios del pasado 27 de diciembre. Odinga ha obtenido muchos m¨¢s votos que el actual presidente Kibaki, pero el fraude masivo del que han sido testigos los observadores internacionales, incluidos los de la Uni¨®n Europea, ha mantenido en el poder de manera espuria a Kibaki.

Prueba adicional de ello es lo siguiente: en paralelo a las presidenciales ha habido elecciones legislativas. En ¨¦stas, el partido de Odinga ha obtenido tres veces m¨¢s esca?os que el del actual presidente y 22 de sus ministros, que se presentaban como diputados, han sido derrotados.

La ola de violencia desatada no tiene justificaci¨®n, pero s¨ª explicaci¨®n. Nosotros, los occidentales, no podemos cerrar los ojos a la realidad que he descrito y abrirlos s¨®lo al paradisiaco panorama de los bell¨ªsimos parques naturales de Kenia. Pero tambi¨¦n he pensado estos d¨ªas en Kenia, donde me encontraba antes y despu¨¦s del 27 de diciembre, que las personas son m¨¢s importantes que cualquier paisaje y que en este pa¨ªs acaba de cometerse un delito de lesa humanidad. Delito que -actuando conjuntamente- la Uni¨®n Europea, la Uni¨®n Africana y la Commonwealth deber¨ªan sancionar y no dejar impune.

Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.