Curar las adicciones
La b¨²squeda de remedios farmacol¨®gicos que impidan que las personas se conviertan en adictos a una sustancia tiene ya m¨¢s de 30 a?os, aunque con escasos resultados. Los circuitos neuronales que llevan la sensaci¨®n de placer o recompensa al cerebro son tan complicados y necesarios que actuar sobre ellos implica riesgos dif¨ªciles de subsanar.
Se podr¨ªa conseguir bloquearlos -se conocen ya la mayor¨ªa de las mol¨¦culas que act¨²an como interruptores para encenderlos o apagarlos-. Pero a riesgo de interferir en procesos necesarios o, al menos, ¨²tiles, como la gratificaci¨®n tras una buena acci¨®n o la empat¨ªa hacia los dem¨¢s. Lo m¨¢s cerca que se ha llegado en esta l¨ªnea es la metadona, que elimina el mono (las se?ales que emite el sistema nervioso cuando le falta una sustancia), pero no evita la adicci¨®n.
Por eso, la idea de eliminar las sustancias adictivas antes de que lleguen al cerebro parece un camino tan prometedor. Ya se sabe: m¨¢s vale prevenir. Como con el c¨¢ncer y otras patolog¨ªas, incluido el sida, la clave futura est¨¢ en ense?ar al sistema inmunol¨®gico de las personas a actuar contra lo que les resulta perjudicial, dejando intacto lo que les beneficia.
Es lo que se busca con las vacunas: exponer al organismo a una cantidad peque?a de un agente enemigo (o a una de sus partes) para que el entramado de los gl¨®bulos blancos, desde los linfocitos T a los llamados en ingl¨¦s asesinos (killer) aprendan a defenderse de ellos.
El problema con la coca¨ªna, la nicotina o el alcohol es que son mol¨¦culas demasiado peque?as para que los centinelas del organismo las detecten. Y si no hay exposici¨®n previa, no hay respuesta inmune posible.
La soluci¨®n encontrada por los investigadores del Baylor College evita este impedimento. Primero, se ense?a al cuerpo a atacar estas sustancias envolvi¨¦ndolas en un vistoso lazo (en este caso, prote¨ªnas inactivadas de la bacteria que causa el c¨®lera). Luego, se quita el lazo. Si el sistema inmunitario ha funcionado bien, habr¨¢ aprendido a atacar y destruir no s¨®lo al envoltorio, sino tambi¨¦n a la propia mol¨¦cula de coca¨ªna, como hace a diario con millones de virus, hongos, bacterias y otros microorganismos.
Con ello, si finalmente funciona, se evitar¨¢ que el estupefaciente llegue al cerebro y cause la adicci¨®n (los receptores cerebrales tienden a exigir cada vez una dosis mayor de est¨ªmulos para conseguir el mismo resultado). Por su estructura, la lucha contra la adicci¨®n a la nicotina o la hero¨ªna podr¨ªan seguir este camino.
Sin embargo, es m¨¢s dudoso que funcionen contra el alcohol, por ejemplo. El etanol es una mol¨¦cula demasiado peque?a, y tan parecida a muchas que son vitales para el cuerpo humano que atacarlo pondr¨ªa en peligro todo el andamiaje. Ser¨ªa como provocarse una esclerosis, una artritis reumatoide o una celiaqu¨ªa, tres enfermedades autoinmunes.
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