Elogiemos ahora a Agee
Pocas novelas hay en la literatura norteamericana del siglo XX que puedan medirse con ¨¦sta. Para nuestra desgracia como lectores, es novela ¨²nica de su autor, si exceptuamos una nouvelle titulada The morning watch. A James Agee no le dio tiempo a escribir m¨¢s porque muri¨® a la edad de 45 a?os de un ataque al coraz¨®n en un taxi en Nueva York. Tambi¨¦n es cierto que su registro creativo fue tan amplio que s¨®lo puso unos pocos ejemplos de su marca en campos muy distintos, trabajos que hoy reputamos como maestros, pues era un creador tan disperso como genial.
James Rufus Agee naci¨® en Knoxville, Tejas, en 1909. En 1916 muri¨® su padre en un accidente de autom¨®vil y en 1928 ingres¨® en Harvard, donde se gradu¨® en 1932. Ese mismo a?o entr¨® a trabajar en la prestigiosa revista Fortune y dos a?os m¨¢s tarde public¨® su primer libro de poemas. En 1936 pas¨® ocho semanas en Alabama con el gran fot¨®grafo Walker Evans entrevistando y fotografiando a familias de blancos pobres, lo que da lugar a un libro excepcional: Elogiemos ahora a hombres famosos (C¨ªrculo de Lectores, 1994) es un soberbio relato ilustrado sobre las condiciones de vida de los arrendatarios del algod¨®n en el profundo sur de Estados Unidos. En ella se describe un mundo dur¨ªsimo en el que, tras las desoladoras condiciones de vida de aquellas gentes, se alza como un estandarte algo que ser¨¢ bandera en la vida de Agee: el sentido de la dignidad.
Una muerte en la familia
James Agee
Traducci¨®n de Carmen Criado
Alianza. Madrid, 2007
464 p¨¢ginas. 22 euros
Dice John Huston: "Jim Agee era un Poeta de la Verdad; un hombre que no se preocupaba en absoluto por su apariencia, solamente por su integridad. ?sta la preservaba como algo m¨¢s valioso que la vida. Llevaba su amor por la verdad hasta el extremo de la obsesi¨®n. En Elogiemos ahora a hombres famosos su descripci¨®n de los objetos de una habitaci¨®n era detallada hasta el punto de constituir un homenaje a la verdad. Durante una fracci¨®n de eternidad esos objetos existieron en una colocaci¨®n determinada dentro de un espacio circunscrito; eso era verdad. Y la verdad era digna de ser contada". Bien sab¨ªa lo que dec¨ªa John Huston, pues estaba hablando del que fue guionista de la pel¨ªcula que ¨¦l dirigi¨®, La reina de ?frica. Y no s¨®lo de ¨¦sta, pues Agee fue tambi¨¦n el guionista de otra pel¨ªcula legendaria: La noche del cazador, ¨²nica que dirigi¨® Charles Laughton. De hecho, la relaci¨®n de Agee con el mundo del cine comienza en 1942, cuando empieza a colaborar en The Nation como cr¨ªtico de cine y como tal lleg¨® a ser el m¨¢s prestigioso de su ¨¦poca en Estados Unidos. Jean Luc Godard lo consideraba un cr¨ªtico tan influyente como Andr¨¦ Bazin, y Guillermo Cabrera Infante confiesa que un d¨ªa, tras publicar un cuento en la revista Bohemia, decidi¨® que el cine hab¨ªa dejado de ser su pasi¨®n dominante para serlo la literatura, pero ley¨® una cr¨ªtica de Agee sobre el Hamlet de Laurence Olivier y concluy¨® que "era posible hacer cr¨ªtica de cine de la misma manera que escrib¨ªa cuentos". Las cr¨ªticas de Agee se editaron con el t¨ªtulo Agee on film y una selecci¨®n de ellas est¨¢ publicada en espa?ol con el t¨ªtulo Escritos sobre cine (Paid¨®s, 2001). Dos a?os despu¨¦s de su muerte apareci¨® Una muerte en la familia, que obtuvo el Premio Pulitzer en 1958. Ya no le dio tiempo a m¨¢s, justo cuando su potencial estaba al m¨¢ximo.
Una muerte en la familia le llev¨® a James Agee siete a?os de trabajo, m¨¢s los que tuvo que esperar hasta que su propia historia remansase dentro de ¨¦l. El protagonista de la novela es un ni?o llamado Rufus (su segundo nombre era ¨¦se) y cuenta la muerte de su padre en un accidente de autom¨®vil, tal como le ocurri¨® a ¨¦l mismo en la realidad. La historia transcurre en Knoxville, su lugar de origen, y parece bastante evidente que hay un claro trasfondo autobiogr¨¢fico en el libro. La novela es el relato del hueco que deja en una familia de clase media norteamericana la muerte del padre. Transcurre en el verano de 1915 y, por su asunto, recuerda otra novela de reciente ¨¦xito en Espa?a: Vinieron como golondrinas, de William Maxwell, que transcurre casi en las mismas fechas. Sin embargo, aunque ambas poseen una notable vena l¨ªrica, la de Agee es m¨¢s potente y honda que la de Maxwell. La novela de Agee transcurre en los d¨ªas inmediatos ante y post m¨®rtem y se ci?e a la cotidianidad vital de la familia. Se divide en dos secciones: la que cuenta el suceso desde el momento en que el padre recibe la noticia que le hace ponerse en camino por una emergencia familiar hasta el d¨ªa del entierro; y la que toma a Rufus como directo referente narrativo, que va impresa en cursiva.
Esa parte en cursiva es muy atractiva porque es la m¨¢s audaz expresivamente, ya que Agee -que, sin duda, conoc¨ªa la obra de Joyce- o bien juega con las voces narrativas para crear un espl¨¦ndido nudo de sentimientos en el primer bloque o bien, como en el segundo bloque, logra crear una representaci¨®n de la inocencia y la malicia infantiles, del encuentro en el tiempo que supone la visita a la tatarabuela y del viaje familiar que desemboca en un controvertido y sencillo enga?o de sus t¨ªos; esos dos bloques son una representaci¨®n prodigiosa de la mente de un ni?o ante la realidad inmediata. El conjunto, por su parte, es un retrato de familia en el que todos tratan desesperadamente de transmitir amor, incluso en las discusiones o en las rega?inas y los peque?os malentendidos y donde todos quedan maravillosamente individualizados y retratados.
Es en la ¨²ltima parte donde esta obra impecable va creciendo en intensidad hasta desembocar en una invenci¨®n admirable al hacernos imaginar, a trav¨¦s de la descripci¨®n de los movimientos de los adultos y del cortejo mortuorio, la mirada de los ni?os sobre todo lo que est¨¢ aconteciendo. ?ste es un pulso que s¨®lo puede ganar un escritor de raza. Como lo es la escena en la que, sin o¨ªr m¨¢s que tonos de voz, sin captar el ni?o (ni el lector) una palabra de lo que est¨¢n hablando en el dormitorio el cura, la madre y la t¨ªa (la puerta est¨¢ cerrada), logra transmitirnos el sentido de lo que ocurre a trav¨¦s de las emociones y el cerebro del peque?o Rufus en su tensa escucha. En realidad, el libro es un dechado de selecci¨®n de detalles, todos ellos propios de la vida vulgar y peque?a de esa familia de clase media de la que extrae un conflicto dram¨¢tico de conmovedora grandeza, esa grandeza que anida en la vida de las personas que intentan vivir de acuerdo con principios que, sin embargo, les superan por su propia falibilidad humana o por el fatal azar.
Por ah¨ª entra tambi¨¦n un asunto de extrema importancia que es el de la presencia y la ausencia de Dios. Mary, la madre, es muy religiosa y se atiene a Dios como faro y gu¨ªa en la vida; el padre, Jay, por el contrario, descree y s¨®lo acepta la religiosidad de la madre por razones de amor y convivencia y porque es un hombre entero y digno; se apunta por ello alguna desavenencia que abre una quebradura. Por lo dem¨¢s, la presencia de Dios es a menudo un peso m¨¢s que un consuelo, un peso al que se aferran casi todos los adultos mientras Rufus, de la mano del amigo de Jay, empieza a entender la distancia que a ese Dios le pon¨ªa su padre. Y junto a ello se alza una reflexi¨®n sobre el morir que atraviesa el entrecruzamiento sentimental y emocional de todos los miembros de la familia reunidos en torno a la muerte de Jay.
Un estilo de grandeza l¨ªrica y de una precisi¨®n implacable corona el libro, que ya edit¨® Rosa Reg¨¤s en 1973 y que reaparece ahora de la mano de Alianza Editorial en una espl¨¦ndida traducci¨®n de Carmen Criado. Esa soberbia y profunda escritura nos entrega un relato de una belleza e intensidad que no desmerece ni un p¨¢rrafo. Una muerte en la familia es una de las novelas norteamericanas verdaderamente grandes de todo el siglo XX. -
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