L¨ªderes hasta la muerte
Conspiraci¨®n y poder, veneno y gloria, bombas y dolor, pistolas y fama, horca y l¨¢grimas... La saga de los Bhutto va ligada a un destino de sangre, a la misma violencia que corroe las entra?as de Pakist¨¢n, el convulso pa¨ªs que los miembros de esta familia aman hasta la muerte. Los Bhutto han sido y son v¨ªctimas de su ambici¨®n pol¨ªtica, del ansia por dominar una sociedad que ni olvida ni perdona, por controlar una naci¨®n creada en 1947 para proteger a los hijos de Al¨¢ y que se deshace en guerras fratricidas. Benazir, su estrella m¨¢s fulgurante, fue asesinada el pasado 27 de diciembre. Su hijo, Bilawal, de tan s¨®lo 19 a?os, ha sido llamado a tomar el relevo en este tr¨¢gico camino.
Lo que eleva a los Bhutto no es tanto lo que han logrado, sino la barbarie de los reg¨ªmenes que les sucedieron La primera incursi¨®n familiar en los asuntos del Estado fue protagonizada por su abuelo, un terrateniente
Su hijo Bilawal, al ser entronizado como l¨ªder del PPP, le ha jurado "venganza" p¨²blicamente
La muerte no tiene piedad con esta familia que muchos comparan con los Kennedy en Estados Unidos y con los Gandhi en la vecina India. Tres dinast¨ªas que han dejado su impronta en el devenir de sus pa¨ªses y que han sido selladas por la tragedia. Tres familias hechas leyenda porque, sin ellas, hoy no podr¨ªa entenderse su historia, son parte indeleble de ella. Sagas marcadas por una oscura maldici¨®n, un p¨¢jaro de mal ag¨¹ero que se empe?a en perseguir a sus miembros hasta exterminarlos.
Benazir, de 54 a?os, es el ¨²ltimo ejemplo. La vida ha mecido en un siniestro vaiv¨¦n a esta espectacular mujer, cuyo logro m¨¢s fascinante fue su penetraci¨®n en un mundo de hombres musulmanes -la mayor¨ªa de ellos de mentalidad feudal- enarbolando la bandera de los valores occidentales. La gran paradoja fue el carisma con que los conquist¨®. En aquella primera campa?a electoral de 1988, Benazir parec¨ªa el flautista de Hamel¨ªn, siempre seguida de fabulosas masas que se habr¨ªan tirado al mar por ella.
Su asesinato ha conmocionado al pa¨ªs y ha desatado una extraordinaria acusaci¨®n por la burda forma en que el Gobierno ha tratado de tapar los hechos y su eventual responsabilidad. El Gobierno se ha visto obligado a pedir p¨²blicamente disculpas por la versi¨®n sobre la muerte de la ex primera ministra facilitada por el portavoz del Ministerio del Interior, Yaved Iqbal Chema. En el mayor de los dislates, Chema se?al¨® que Benazir Bhutto muri¨® porque se clav¨® la palanca del techo del coche blindado al golpearse por efecto de la onda expansiva de la bomba de un suicida. Mientras, la cadena paquistan¨ª de noticias en ingl¨¦s Dawn emit¨ªa el v¨ªdeo de un aficionado en el que se ve c¨®mo un hombre joven, bien rasurado, vestido a la occidental, con gafas oscuras y con aspecto de agente secreto, saca una pistola y dispara contra la l¨ªder del PPP, que cae al interior del coche. Detr¨¢s de ¨¦l, envuelto en el tradicional manto de la etnia past¨²n, aparece el supuesto suicida, que instantes despu¨¦s se hace estallar matando a 23 personas.
"Quieren encubrir con mentiras su responsabilidad en la muerte de Benazir. Ella pidi¨® reiteradamente protecci¨®n y no se la dieron", asegura Saira Irshad Jan, una prima de la fallecida. Tanto la familia, como el PPP, como el resto de la oposici¨®n responsabilizan al presidente, Pervez Musharraf, de la muerte de Benazir, a quien ni tan siquiera se le ha realizado la autopsia. La mayor¨ªa sostiene que se debi¨® a una conspiraci¨®n de "agentes gubernamentales", entre los que se podr¨ªan encontrar miembros del poderoso Servicio de Inteligencia Interior (ISI), del Bur¨® de Inteligencia (IB) e incluso del ej¨¦rcito.
Educada en colegios cristianos y en las universidades de Harvard (EE UU) y Oxford (Reino Unido), Benazir estudi¨® ciencias pol¨ªticas y quer¨ªa ser diplom¨¢tica, pero la pol¨ªtica le ven¨ªa de raza. La primera incursi¨®n familiar en los asuntos del Estado fue protagonizada por su abuelo, Shanawaz, un adinerado terrateniente de la provincia de Sind, que entabl¨® estrechas relaciones con las autoridades del Raj, el imperio brit¨¢nico indio.
Ya comenzaron entonces las apariciones de la guada?a: Sikandar Bhutto, el primog¨¦nito de Shanawar, mor¨ªa de una neumon¨ªa en 1914, a los siete a?os. Le sigui¨® su hermano Imdad Al¨ª, que a los 39 sufri¨® una cirrosis fulminante en el mismo a?o de 1953, en que naci¨® Benazir, hija del menor de los tres hermanos Bhutto y el ¨²nico que quedaba vivo: Zulfikar Al¨ª, fundador, en 1967, del Partido Popular de Pakist¨¢n (PPP).
La carrera pol¨ªtica de Zulfikar se hab¨ªa iniciado una d¨¦cada antes, cuando en 1958 asumi¨® la cartera de Energ¨ªa y se convirti¨® en el ministro m¨¢s joven del Gobierno del golpista Ayub Jan. Poco despu¨¦s era su principal consejero en temas internacionales, lo que le vali¨® la cartera de Exteriores, en 1962. La alianza entre estos dos hombres se rompi¨® como consecuencia del acuerdo de paz entre India y Pakist¨¢n despu¨¦s de la segunda guerra por Cachemira, cuyos t¨¦rminos fueron criticados por el jefe de la diplomacia paquistan¨ª.
Presidente de Pakist¨¢n entre 1971 y 1973 y primer ministro entre 1973 y 1977 -fue el primer jefe electo de un Gobierno civil-, si fuesen ciertas todas las bonanzas que Benazir cuenta de su padre en su autobiograf¨ªa, La hija de Oriente sin duda nos encontrar¨ªamos en otro pa¨ªs. En otro Pakist¨¢n en el que la intolerancia, la corrupci¨®n y la tortura habr¨ªan desaparecido.
Lo que eleva a los Bhutto no es lo que han hecho por Pakist¨¢n, sino la barbarie de los reg¨ªmenes militares instalados tras sus mandatos populares. Su mayor ¨¦xito es la batalla incansable por establecer una democracia. Sus gobiernos, sin embargo, dejaron mucho que desear, y, sobre todo en el caso del rey de la dinast¨ªa, su pol¨ªtica econ¨®mica de corte socializante y profundamente corrupta supuso un frenazo para el crecimiento del pa¨ªs.
La figura de Zulfikar sigue siendo, aunque muy popular, m¨¢s que controvertida. Muchos paquistan¨ªes decidieron perdonarle todo el d¨ªa de 1976 que fue ejecutado en la horca; otros sienten una especie de culpa que lavan con el silencio hacia su persona; y entre los primeros y los segundos, el ex presidente y ex primer ministro ha sido casi elevado al lugar sagrado que ocupa el fundador de la patria, Mohamed Jinnah. Los estudiosos, sin embargo, recuerdan que la represi¨®n en los a?os setenta en Baluchist¨¢n -la regi¨®n m¨¢s rica del pa¨ªs en recursos naturales, como gas, petr¨®leo y minerales- y los abusos de los derechos humanos realizados entonces por su ej¨¦rcito inflamaron el nacionalismo de esta des¨¦rtica provincia suroccidental, fronteriza con Ir¨¢n, que ahora amenaza con romper el pa¨ªs.
Fue precisamente su jefe del Ej¨¦rcito, Zia ul Haq, quien protagoniz¨® el golpe que arroj¨® del poder a Zulfikar en 1977, que acababa de ganar las elecciones, y quien lo llev¨® hasta la horca. El r¨¦gimen de Zia ul Haq (1977-1988) fue especialmente brutal. La tortura era una pr¨¢ctica habitual. La prensa estuvo amordazada; las libertades, restringidas, y las c¨¢rceles se llenaron de presos pol¨ªticos. Otros muchos simplemente desaparecieron. El general jam¨¢s mostr¨® clemencia, ni siquiera cuando se la pidieron numerosos jefes de Estado para que no colgara a Bhutto, cuyo juicio fue ama?ado. Y Zulfikar muri¨® as¨ª, en 1979, ejecutado en la horca tras ser juzgado por fraude electoral y autorizaci¨®n para matar a un opositor.
Pero en Pakist¨¢n, m¨¢s que en otros muchos sitios, la venganza se masca despacio, y los violentos aguardan siempre su oportunidad de cobro. En agosto de 1988, un accidente a¨¦reo acab¨® con Zia, la plana mayor de su ej¨¦rcito y el embajador de EE UU en Islamabad. Sus enemigos eran tantos -incluido el Pent¨¢gono, que le apoy¨® hasta descubrir que Zia ten¨ªa su propia agenda pol¨ªtica- que hasta ahora no se sabe de d¨®nde lleg¨® el cesto de mangos que le ofrecieron al montarse en el avi¨®n para volver a la capital.
Escribe Benazir de aquella dram¨¢tica noche del 4 de abril de 1979, en la que el verdugo ahorc¨® a su padre mientras ella y su madre permanec¨ªan detenidas en la Academia de Polic¨ªa de Sihala: "En aquel momento jur¨¦ que no descansar¨ªa hasta que la democracia volviera a Pakist¨¢n. Promet¨ª que la llama de la esperanza que ¨¦l hab¨ªa encendido seguir¨ªa viva".
Nunca ese juramento se ha hecho tan evidente como en los ¨²ltimos 70 d¨ªas de vida de quien su padre llamara Pinkie. Cuando, el pasado 18 de octubre, Benazir Bhutto regres¨® al pa¨ªs tras ocho a?os de autoexilio, su coraje y sus ganas de luchar parec¨ªan m¨¢s vivas que nunca. Quienes trataron de callarla aquel mismo d¨ªa con un brutal atentado del que sali¨® ilesa, pero en el que murieron 143 personas, se encontraron con que hablaba a¨²n m¨¢s alto y no le temblaba la voz cuando les acusaba p¨²blicamente de formar parte de las "fuerzas destructoras" de Pakist¨¢n.
No la amedrentaron, ni lograron apartarla de las multitudes de desarrapados en las que se crec¨ªa, ni paralizaron su campa?a electoral hasta que la mataron. "?ste es un pa¨ªs de gente que trabaja para ganarse la vida. Aqu¨ª no tienen cabida ni los extremistas, ni los insurgentes. He venido a luchar por Pakist¨¢n. Estoy dispuesta a asumir riesgos por la democracia", repiti¨® una y otra vez.
Esta semana, en c¨ªrculos de la oriental provincia de Punjab contrarios a los Bhutto, era f¨¢cil escuchar c¨®mo algunos ac¨¦rrimos enemigos de Benazir le rend¨ªan homenaje por la bravura de sus ¨²ltimos m¨ªtines, en los que denunciaba los abusos de la dictadura de Musharraf, el extremismo isl¨¢mico y la penosa pobreza que azota a tres cuartas partes de los 165 millones de habitantes.
Tal vez la cr¨ªtica m¨¢s acerada que sufri¨® Benazir a su vuelta al pa¨ªs fue la de su sobrina F¨¢tima, hija de su hermano Murtaza, asesinado en 1996 cuando ella era primera ministra. "La postura pol¨ªtica de la se?ora Bhutto es una mera pantomima. Sus negociaciones con los militares y su impropia voluntad hasta hace pocos d¨ªas para formar parte del r¨¦gimen de Musharraf ha se?alado de una vez por todas a las crecientes legiones de fundamentalistas a lo largo del sureste de Asia que la democracia es s¨®lo un disfraz de la dictadura", declar¨® F¨¢tima el 14 de noviembre al diario Los Angeles Times, tras vaticinar que se aproximaban "tiempos inciertos" para Pakist¨¢n.
Murtaza, para vengar la muerte de su padre, fund¨® al principio de la d¨¦cada de los ochenta en Afganist¨¢n -entonces ocupado por los sovi¨¦ticos (1979-1989)- un grupo radical denominado Al Zulfikar, que actu¨® como brazo armado del PPP. Su misi¨®n era desestabilizar la dictadura con ataques y secuestros de aviones. Mientras tanto, su hermano menor, Shanawaz, mor¨ªa en extra?as circunstancias en Niza (Francia). Seg¨²n la familia, envenenado, aunque no se descarta que fuera por una sobredosis.
En las elecciones de 1993, Murtaza Bhutto se present¨® desde el exilio como candidato independiente y gan¨® un esca?o. Su posici¨®n pol¨ªtica estaba muy a la izquierda del PPP, y el enfrentamiento con su cu?ado, Asif Zardari, el marido de Benazir, fue inmediato. Seg¨²n relata la misma Bhutto, el intento de Murtaza por solucionar la situaci¨®n termin¨® a golpes: su hermano "humill¨®" a su marido cort¨¢ndole la mitad del bigote. En 1996, Murtaza era cosido a tiros junto con seis simpatizantes que le acompa?aban en el coche. Un tribunal concluy¨® que el complot policial que lo mat¨® no pudo formarse sin apoyo oficial.
No es de extra?ar, por tanto, el odio que F¨¢tima -nacida en L¨ªbano en 1982- hab¨ªa almacenado contra su t¨ªa. Ella y su madre, Ginwa, se presentan ahora a las elecciones por el PPP-SB, la escisi¨®n del Partido Popular que lideran. La tragedia, sin embargo, permiti¨®, al menos por unos d¨ªas, borrar las diferencias y dejar a un lado las cr¨ªticas. Los tres miembros de la familia del asesinado Murtaza -F¨¢tima, su hermano Zulfikar y su madre- se presentaron de inmediato en la casa familiar de los Bhutto en Naudero, junto a la ciudad de Larkana.
El dolor revivido por el asesinato del padre permiti¨® a F¨¢tima derramar un r¨ªo de l¨¢grimas sobre sus primas Bajtuar y Asifa, de 17 y 15 a?os, quienes durante los funerales por su madre se mantuvieron ausentes y distantes, como si la tragedia las hubiera golpeado de tal forma que no entendieran el mundo que las rodeaba. Ninguna fue capaz de llorar.
Bilawal, sobre el que ha ca¨ªdo todo el peso del destino de la dinast¨ªa, s¨ª logr¨®, sin embargo, dar rienda suelta a su pena ante el cad¨¢ver de su madre. Cinco d¨ªas despu¨¦s, al ser entronizado como el l¨ªder del PPP, le jur¨® "venganza" p¨²blicamente. Y parafraseando a Benazir, dijo como primer discurso pol¨ªtico: "No hay mejor venganza que la democracia".
Estudiante en Oxford, donde terminar¨¢ su carrera, el joven, aunque predestinado a tomar alg¨²n d¨ªa las riendas del partido fundado por su abuelo, se manten¨ªa fuera de los flashes y de los periodistas. S¨®lo en 2004 dio una entrevista al prestigioso diario paquistan¨ª Dawn, en la que al preguntarle sobre si ten¨ªa pensado dedicarse a la pol¨ªtica dijo sin saber que sus cartas estaban ya marcadas: "Ya veremos cuando termine mis estudios, pero me gustar¨ªa ayudar al pueblo paquistan¨ª".
Zardari, nombrado copresidente del PPP, se encargar¨¢ de los asuntos del partido, pero el candidato a primer ministro ser¨¢ el vicepresidente Am¨ªn Fahim. Para muchos miembros del PPP, Zardari es la bestia negra que engatus¨® y enga?¨® a Benazir -con la que se cas¨® en un matrimonio arreglado, pero del que ella se enamor¨® perdidamente- y caus¨® todos los males del partido. Sus defensores, que tambi¨¦n los tiene, destacan, sin embargo, que es "el ¨²nico dirigente actual que ha pagado sus deudas" con ocho a?os en la c¨¢rcel.
Tras el golpe de Musharraf, Zardari fue encarcelado por su supuesta conexi¨®n con el asesinato de Murtaza Bhutto y por m¨²ltiples acusaciones de corrupci¨®n. Permaneci¨® en prisi¨®n hasta finales de 2004 en este su segundo periodo de enclaustramiento. Ya antes, entre 1990 y 1993, sufri¨® condena por diversas acusaciones de corrupci¨®n.
En el avi¨®n que hace dos meses la llevaba desde Dubai (Emiratos ?rabes Unidos) hasta Karachi, la capital de su Sind natal, BB (Bibi), como la llaman los paquistan¨ªes, estaba radiante. Se hab¨ªa vestido de verde y blanco, los colores de la bandera nacional, y no quiso desaprovechar la oportunidad de saludar a los periodistas que la acompa?¨¢bamos. "Si queremos salvar a Pakist¨¢n del extremismo necesitamos la democracia. Los terroristas quieren tomar mi pa¨ªs y vamos a pararles", dijo a EL PA?S, despu¨¦s de asegurar que no ten¨ªa miedo. Sus asesinos la estaban esperando.
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