Aquel muchacho, esta sombra
Juan Mars¨¦ cumple 75 a?os y lleva escrita media novela nueva sobre el adolescente que fue
Juan Mars¨¦ ley¨® cuando era ni?o unas l¨ªneas de Ernest Hemingway al principio de Las nieves del Kilimanjaro y toda su vida ha querido alcanzar con su propia escritura la m¨²sica misteriosa de ese texto. Ahora va a cumplir 75 a?os, ma?ana, 8 de enero, y sigue pensando en el sonido de aquel p¨¢rrafo que le cautiv¨® en la infancia.
Escrib¨ªa Hemingway: "El Kilimanjaro es una monta?a cubierta de nieve, de 19.710 pies de altura, y dicen que es la m¨¢s alta de ?frica. Su nombre es, en masai, Nd¨¤je Ng¨¤i, La Casa de Dios. Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo y nadie ha podido explicarse nunca qu¨¦ estaba buscando el leopardo por aquellas alturas".
"?Qu¨¦ va a salir? Y yo qu¨¦ s¨¦; puede salir un churro o una merina"
"Me gustar¨ªa que me dijeran que provengo de una tribu de piratas"
Mars¨¦ era un ni?o cuando ley¨® esas l¨ªneas, cuya m¨²sica le sigue transmitiendo la misma sensaci¨®n de misterio. Cuando empez¨® a escribir quiso saber ¨¦l tambi¨¦n qu¨¦ hac¨ªa all¨ª el leopardo fugitivo del Kilimanjaro; se lo figur¨® en su barrio, en la forma de un cactus gigante, que parec¨ªa un monstruo de cinco dedos y que dominaba el patio de un colegio que le parec¨ªa m¨ªtico. Sigui¨® buscando a ese leopardo ficticio en las aventuras imaginadas con sus compa?eros de clase o de barrio -los aventis-, quiso encontrarlo en el cine que vio, y hoy, cuando aborda un nuevo libro, "el esqueleto seco y helado del leopardo" sigue siendo un fantasma que arroja luz y misterio sobre su escritura. Y en el nuevo libro el protagonista se parece a aquel adolescente que descubri¨® el leopardo entre las nieves del Kilimanjaro.
Ha pasado mucho tiempo. Ahora Mars¨¦ tiene una edad contundente, 75 a?os, pero a¨²n mantiene el aspecto de un adolescente cabreado; en este momento preciso, cabreado con los obispos (sus felicitaciones de a?o nuevo, de su pu?o y letra, son caricaturas en las que los obispos hacen esl¨®ganes sobre el valor de sus hostias), y enfadado con la vida, con los achaques del tiempo, con "este puto pa¨ªs". "?Setenta y cinco a?os? ?Si nac¨ª con 75 a?os!". Ya no va a dar m¨¢s entrevistas nunca, es una decisi¨®n. "A partir de ahora", dice, "no quiero conceder m¨¢s entrevistas, ni sobre este puto pa¨ªs, ni mucho menos sobre els bisbes, cardenales y dem¨¢s ralea".
Aquel muchacho del Guinard¨® ha pasado por la vida con el aspecto de un adolescente enfurru?ado; fue hijo adoptivo, empleado de joyer¨ªa, mozo de laboratorio en Par¨ªs, hermano menor de la generaci¨®n de Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, asust¨® al president Tarradellas cuando acudi¨® a recoger un premio en mangas de camisa, y sigue teniendo ese aspecto travieso que uno creer¨ªa sacado del uniforme civil del Pijoaparte de ?ltimas tardes con Teresa.
Su cara es a veces el mapa de sus preocupaciones, las arrugas son tensas y rotundas, pero su vestimenta es a¨²n la de un muchacho que volviera a la fuerza de una excursi¨®n a la playa. Cuando cuenta su libro nuevo, el que hace en este momento, parece aventarse hacia aquellas reuniones de los adolescentes del barrio, cuando alguno contaba sucesos en las playas de Arizona ("?y qu¨¦ importa que Arizona no tenga playas, a que suena bien!") y la fantas¨ªa y la realidad se confund¨ªan en historias que era obligatorio creerse.
El libro que est¨¢ escribiendo, cuyo t¨ªtulo provisional es Aquel muchacho, esta sombra, vive de esa dicotom¨ªa, fantas¨ªa, realidad, que empujaba los relatos de la adolescencia; contado por ¨¦l, parece a la vez una pel¨ªcula que hubiera visto hace poco y una historia que le sucedi¨® y que nunca quiso contar. Aquel muchacho es ¨¦l, entonces, cuando le¨ªa aquel p¨¢rrafo de Hemingway, y esta sombra es ¨¦l ahora, convocado a una edad que le sigue los talones y sobre la que ¨¦l tiene sentimientos huidizos. "?La edad? Esto hay que pensarlo. Hace poco m¨¢s de cien a?os la media de vida por persona era, al parecer, de 35 a?os; ?teniendo en cuenta el pa¨ªs en el que uno ha nacido era m¨¢s que suficiente!".
Pero ya supera en cinco el doble de esos a?os, y sigue en este pa¨ªs; en Aquel muchacho, esta sombra busca al muchacho asombrado de entonces, el que descubri¨® la m¨²sica de Hemingway y luego habr¨ªa de adentrarse en los h¨¦roes rotos de Francis Scott Fitzgerald y en el compromiso civil, perplejo, de los perdedores de Albert Camus. Fue un milagro que se hiciera escritor, ¨¦l pod¨ªa haber sido m¨²sico, un pianista, y de hecho en Aquel muchacho, esta sombra aparece por alg¨²n vericueto esa frustraci¨®n adolescente. Un personaje de su libro, que en la realidad fue tambi¨¦n un compa?ero suyo en el taller de joyer¨ªa, perdi¨® un dedo, hubo un gran revuelo, algunos casi se desmayan; ahora, en la ficci¨®n, quien pierde el dedo es ¨¦l, ya jam¨¢s pudo ser un pianista; su literatura est¨¢ hecho de eso, de lo que le sucedi¨® y de lo que sucedi¨® alrededor, por eso la atm¨®sfera que crea es tambi¨¦n el clima en el que vivi¨®.
En lo que lleva escrito, realidad y ficci¨®n se van juntando, hasta dar de s¨ª una novela de ra¨ªz autobiogr¨¢fica, como muchas de las suyas. "?Qu¨¦ va a salir? Y yo qu¨¦ s¨¦, puede salir un churro o una merina. ?Ni el t¨ªtulo est¨¢ decidido!". Ahora est¨¢ feliz, escribiendo, si le sacas de ah¨ª y le pones delante un cuestionario o un micr¨®fono le desv¨ªas del objetivo que en este momento tiene su vida, que es redescubrir a aquel chico de entonces. Un t¨ªtulo hermoso. "?T¨² crees? Es provisional". Siempre tuvo t¨ªtulos buenos. "No te creas, muchos me los regalaron. Por ejemplo, Si te dicen que ca¨ª es de Jaime Gil de Biedma. Le dije: 'Voy a titularla Adi¨®s, muchachos'. Me mir¨® y me dijo: 'Me gusta, pero parece un tango'. Y me dio ¨¦se, Si te dicen que ca¨ª. Es curioso, ha salido una edici¨®n en Italia, y la han titulado as¨ª, en espa?ol, Adi¨®s, muchachos". Y ah¨ª est¨¢ La oscura historia de la prima Montse, bell¨ªsimo. "?Es de Carlos Barral!". ?ltimas tardes con Teresa s¨ª ser¨¢ suyo. "S¨ª, ¨¦se s¨ª, se me ocurri¨® en Par¨ªs, una tarde, cuando estaba empezando la novela, y as¨ª sigui¨®, hasta el final. El que no es m¨ªo tampoco es Ronda del Guinard¨®. Le puse Rosita y el cad¨¢ver, y todos pusieron mala cara en Seix Barral, hasta que Mario Lacruz hall¨® ¨¦se, que le va muy bien".
Aquel muchacho, esta sombra. Aquel muchacho es ese chico que aparece con una pluma en la mano, en las fotos escolares, con los ojos asombrados y las comisuras ca¨ªdas, el muchacho que ve¨ªa, desde los 10 a los 16 a?os, lo que suced¨ªa en este pa¨ªs; de lo que supo entonces est¨¢ hecha parte de su literatura; de lo que sabe ahora est¨¢ hecha su rabia. "Ya es mala suerte nacer", dec¨ªa este ¨²ltimo jueves, en Barcelona, el d¨ªa en que dijo que ya no iba a dar m¨¢s entrevistas, "ya es mala suerte nacer, y mucho peor es nacer en este pa¨ªs y en esta ¨¦poca, ?y encima en los Pa?sos Catalanes! ?Por si me hiciera falta un pa¨ªs m¨¢s, una bandera m¨¢s!". Y a?adi¨®: "Me gustar¨ªa que alguien alg¨²n d¨ªa me dijera que provengo de una tribu de piratas".
Llov¨ªa en la calle, y ¨¦l aprovech¨® para recuperar el entusiasmo... por el cine. "Cantando bajo la lluvia, qu¨¦ maravilla, una obra maestra. ?Lo dice tambi¨¦n Rafael Azcona? Claro, es que es una obra maestra. Como Roma, citt¨¤ aperta..., c¨®mo no emocionarse con pel¨ªculas as¨ª". Y sigui¨® hablando de cine, como si estuviera contando a su pandilla qu¨¦ hac¨ªa el leopardo entre las nieves de Kilimanjaro.
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