Una furtiva l¨¢grima
Furtiva y oportuna. Hay quien le atribuye la clave del ¨¦xito en New Hampshire. Es humana. Siente. Reacciona. Llora. Como nosotros, o mejor, como nosotras. Olvid¨¦monos de la estrella del rock y vamos a votar la experiencia, la fiabilidad. Esa l¨¢grima que vel¨® los ojos de Hillary cuando le preguntaron c¨®mo estaba personalmente es m¨¢s elocuente que muchos discursos electorales. Es de rabia y de humillaci¨®n. Es una l¨¢grima generacional y femenina. Es la reacci¨®n ante la feroz alegr¨ªa neocon, dispuesta a aplaudir cualquier cosa salvo un Clinton.
En la pesadumbre de Hillary despu¨¦s del trastazo de Iowa hay algo m¨¢s que el fracaso propio; es el asombro ante el asalto arrogante y vigoroso de lo nuevo. Es tal la fuerza del envite, que entre los dem¨®cratas seguidores de una y otro surge f¨¢cilmente la sombra de un reflejo racista o antifeminista. ?Esos americanos prefieren votar antes a un negro que a una mujer? Y la viceversa podr¨ªa tambi¨¦n declinarse: mejor una mujer blanca que la ins¨®lita idea de un negro de padre musulm¨¢n, cuyos nombres duelen al o¨ªdo de algunos, Obama, Hussein, Barack.
Es una l¨¢grima generacional y femenina, de rabia ante un nuevo prototipo pol¨ªtico
El prototipo al que se enfrentan los Clinton es el del nuevo pol¨ªtico para el siglo XXI. Es un prototipo en construcci¨®n, pero que tiene ya modelos experimentales en funcionamiento en algunos pa¨ªses. Es dif¨ªcil captar con precisi¨®n sus caracter¨ªsticas, puesto que hasta ahora los pol¨ªticos se defin¨ªan por sus ideas y sus programas, e incluso, desde que empez¨® la era audiovisual, por la potencia de unas im¨¢genes que se asocian a ideas y programas. Ahora, lo primero que se percibe es la niebla ideol¨®gica. Las ideas se difuminan, se metamorfosean e incluso desaparecen. Sucede incluso con pol¨ªticos aparentemente de mand¨ªbula prominente como Sarkozy: predica postulados fuertes que luego van desvaneci¨¦ndose en la bruma de su imagen medi¨¢tica, de las conexiones digitales, del bonapartismo audiovisual con el que consigue ocupar la globosfera. Ahora la pol¨ªtica, los programas, funcionan en el terreno de las conexiones nerviosas, las sensaciones y las emociones. A un pol¨ªtico se le define por su car¨¢cter, su biograf¨ªa, su gestualidad, su capacidad de comunicar y simpatizar con la gente, su ¨ªntegra actuaci¨®n en la vida como actor de la pel¨ªcula de su propio destino. Las ideas, los programas, esos cacharros y artefactos, quedan para las viejas generaciones.
El androide en curso de fabricaci¨®n quiere diferenciarse n¨ªtidamente de sus predecesores, de nuevo sin distinguir entre ideolog¨ªas, derecha e izquierda. Zapatero de Felipe Gonz¨¢lez, Sarkozy de Chirac, Obama tambi¨¦n de los Clinton adem¨¢s de los Bush. Quiere superar incluso los traumas pol¨ªticos y morales en los que se han formado las anteriores generaciones y dejar de lado los combates sectarios en los que est¨¢n todav¨ªa enzarzadas. Sarkozy lo expresa brutalmente como una superaci¨®n de Mayo del 68. Nuestro Zapatero lo relaciona con la transici¨®n. Pero tambi¨¦n Obama quiere reconciliar a los partidarios y a los enemigos de la contracultura de los a?os sesenta en una s¨ªntesis pragm¨¢tica y desideologizada. Para hacerlo debe recurrir, necesariamente, a un cierto adanismo. Nada de lo que se ha hecho hasta ahora tiene simpat¨ªa a sus ojos. Nosotros empezaremos de nuevo y lo haremos mejor, dice Obama. Yo lo har¨¦ mejor, dice Sarkozy, como corresponde a un perfecto prototipo egotista. Su proyecto es el de un nuevo comienzo, algo lacerante para sus predecesores del mismo color pol¨ªtico pero incluso regocijante para los enemigos. Aunque con frecuencia salen tambi¨¦n trasquilados y aullando, como saben los socialistas franceses. Con esta virginidad original est¨¢n permitidas maniobras inimaginables para la anterior generaci¨®n: la apertura a la izquierda de Sarkozy; el llamamiento a los republicanos de Obama; en clave muy distinta la intimidad con el nacionalismo m¨¢s izquierdista por parte de Zapatero.
Que Obama representa el punto m¨¢s desarrollado del prototipo lo revelan algunos datos singulares. Su biograf¨ªa multicultural, su preparaci¨®n social y pol¨ªtica, su curr¨ªculo profesional, su r¨¢pida carrera de out-sider. Representa a la nueva juventud norteamericana que se incorpora a la vida pol¨ªtica con una intensidad desconocida en otras latitudes. No es dif¨ªcil pronosticar que cuanto m¨¢s avance Obama m¨¢s se ir¨¢ erosionando por contraste la imagen del anterior prototipo lanzado al espacio, el franc¨¦s Sarkozy, r¨¢pidamente abducido por la galaxia rosa. Tiene la misma ambici¨®n, id¨¦ntica voluntad, un verbo igualmente convincente, pero le falta biograf¨ªa, autenticidad, e incluso preparaci¨®n intelectual y moral. Obama es un candidato contra el establishment, como exige el protocolo para el nuevo l¨ªder; Sarkozy, que nunca fue un buen estudiante, fue candidato contra la Escuela Nacional de Administraci¨®n, la excelencia en la funci¨®n p¨²blica, y todo lo que puede exhibir es una carrera pol¨ªtica de intrigas y conspiraciones dentro del partido gaullista.
Este lanzamiento no tiene retroceso. La ola Obama existe. Est¨¢ subiendo. Se llevar¨¢ muchas cosas por delante. Barrer¨¢ las playas de los reflejos conservadores e inundar¨¢ las islas de muchas ideas recibidas. Queda por dilucidar si alcanzar¨¢ la c¨²spide del sistema o se conformar¨¢ con que el agua asome como una l¨¢grima bajo las puertas de la Casa Blanca.
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