Hillary, Obama y la imagen de EE UU
El desempe?o de Barack Obama en las primarias de Iowa y New Hampshire no le garantiza, ni mucho menos, la candidatura dem¨®crata a la presidencia de Estados Unidos. Ni hablemos de su victoria en noviembre pr¨®ximo. Hace un poco m¨¢s de un mes, el ex presidente Clinton daba la impresi¨®n, durante una cena en New York en presencia de la Reina Sof¨ªa, que para ¨¦l, su esposa Hillary era la ¨²nica candidata que pod¨ªa sobrevivir a un arranque dif¨ªcil en Iowa y New Hampshire, pero tambi¨¦n insinuaba que s¨®lo a condici¨®n de que, si perd¨ªa, el margen fuera exiguo. Hoy Obama ha ganado una, Clinton otra, y b¨¢sicamente se encuentran empatados en la contienda por la postulaci¨®n de su partido a la presidencia. Nada est¨¢ escrito en pol¨ªtica, y la cantidad de analistas que han dado por muertos a los Clinton desde 1988, desde aquel interminable discurso que el futuro presidente dio en la convenci¨®n de su partido, es tambi¨¦n... interminable.
Hillary Clinton busca remontar en la virtual primaria nacional del 5 de febrero
La apuesta de la wannabe pareja presidencial es que en la virtual primaria nacional del 5 de febrero podr¨¢n remontar sus dificultades iniciales: a lo largo de los a?os han mostrado la fuerza y capacidad de recuperaci¨®n que hace cre¨ªble esta posibilidad; as¨ª lo demostraron, para sorpresa de todos los encuestadores, en New Hampshire. Pero igual, por hoy, se encuentran ante desaf¨ªos mucho mayores de lo que esperaban, y nadie, ni ellos mismos, se atreve a negarlo. Lo cual vuelve factible la nominaci¨®n y arribo a la Casa Blanca de Barack Obama. Por ello conviene reflexionar sobre sus eventuales consecuencias.
Ya se ha dicho, por Andrew Sullivan, en un espl¨¦ndido ensayo sobre Obama en el n¨²mero de diciembre de la revista The Atlantic, por Farid Zakar¨ªa en Newsweek, y por Dominique Moisi en estas p¨¢ginas: el impacto emblem¨¢tico de una victoria de Obama cambiar¨ªa de golpe la imagen de Estados Unidos en el mundo, y en particular en los pa¨ªses "en desarrollo" o de lo que antes se llamaba el Tercer Mundo. Vale la pena comentar cada una de las subtesis incluidas en esta aseveraci¨®n.
Primero: cambiar¨ªa la imagen de EE UU. La pol¨ªtica norteamericana hacia regiones decisivas como el Medio Oriente, Irak, Ir¨¢n, Corea del Norte, Pakist¨¢n, etc¨¦tera, se ubica dentro de m¨¢rgenes muy estrechos. El principal asesor de pol¨ªtica exterior de Obama, y su probable secretario de Estado, Tony Lake, confiaba durante un seminario el pasado verano en Italia, que su enfoque hacia Irak e Ir¨¢n no podr¨ªa ser excesivamente distinto al actual, por culpa del actual: simplemente EE UU no se puede retirar con la cola entre las patas, ni dejar a Israel al desamparo ante un posible ataque nuclear iran¨ª.
Y justamente, los consejeros presentes y futuros de Obama y de Clinton, en esta materia, son m¨¢s o menos los mismos y todos provienen de la Administraci¨®n Clinton: Lake, Albright, Holbroo-ke, Richardson. Resultar¨ªa dif¨ªcil pensar que, en los hechos, las diferencias de pol¨ªtica exterior entre los dos precandidatos pudieran ser significativas. De lo que estamos hablando entonces es de lo intangible, lo impresionista, lo atmosf¨¦rico.
Segundo: imagen en el mundo. En vista de los m¨¢rgenes a¨²n m¨¢s reducidos de pol¨ªtica interna en Estados Unidos, y de las grandes semejanzas entre los candidatos al respecto, la diferencia yace en el simbolismo ante terceros. No es que la posible llegada de una mujer a la Presidencia careciera de importancia; huelga decir que se tratar¨ªa de un avance considerable para los derechos de g¨¦nero, el quiebre del techo de vidrio, y la consolidaci¨®n de la igualdad en el sitio "macho" por excelencia: la presidencia de la hiperpotencia.
Pero como nada es justo en la vida, origen ¨¦tnico mata g¨¦nero. En el mundo de hoy, con la inmensa impopularidad global de EE UU en general, y en los pa¨ªses isl¨¢micos, africanos y de Am¨¦rica Latina, en particular, un presidente de "piel canela" entra?ar¨ªa una ruptura paradigm¨¢tica ins¨®lita. Los "malos" se ver¨ªan comandados por un "bueno", es decir, por "gente como uno", desde el punto de vista de la otra ribera del Mediterr¨¢neo, figurativamente hablando.
Es ¨²til subrayarlo otra vez: con la excepci¨®n de algunos casos aislados y localizados, el actual descr¨¦dito de EE UU se debe a la pol¨ªtica de Bush en Irak: la invasi¨®n, Abu Ghraib, la ocupaci¨®n del pa¨ªs, los abusos y el empantanamiento. Hay factores adicionales de agravio, sin duda: la denuncia del Protocolo de Kioto; el unilateralismo generalizado; el apoyo, al menos t¨¢cito, contra Ch¨¢vez en 2002; el "muro" medio ficticio con M¨¦xico y las redadas muy reales contra indocumentados de todas las nacionalidades dentro de Estados Unidos. Pero retrata m¨¢s un ambiente que un desacuerdo concreto: por ejemplo, en Am¨¦rica Latina, el reclamo que se le puede formular a Bush es m¨¢s por omisi¨®n que por activismo: no ha hecho nada, y por cierto, es, desde Carter, el primer presidente de EE UU sin correr con intervenciones directas o encubiertas a su cargo en la regi¨®n (recu¨¦rdese: Reagan en Centroam¨¦rica, Bush padre en Panam¨¢, Clinton en Hait¨ª -afortunadamente-). Pero igual la opini¨®n p¨²blica le es contraria al extremo -m¨¢s que nunca- lo cual puede significar que un cambio simb¨®lico en Washington podr¨ªa a su vez transformar esa opini¨®n, aunque no necesariamente se traduzca en pol¨ªticas favorables para Am¨¦rica Latina, ?frica, Medio Oriente o Asia. De la misma manera que las barbaridades de Bush en Irak no afectan directamente a Am¨¦rica Latina, pero provocan un rechazo inusitado.
Podemos sintetizar lo que significar¨ªa un triunfo de Obama con un antecedente lejano y tambi¨¦n emblem¨¢tico. Los mexicanos que eramos ni?os en junio de 1962 recordamos todav¨ªa lo que despu¨¦s comprendimos como una paradoja. M¨¢s de un mill¨®n de habitantes de la capital del pa¨ªs -muchos llevados por la fuerza, pero muchos tambi¨¦n motu proprio- salieron a la calle a vitorear a un presidente de los EE UU que pocos meses despu¨¦s llevar¨ªa al mundo al borde de la guerra, que hab¨ªa autorizado un a?o antes la invasi¨®n de Playa Gir¨®n, que hab¨ªa dado luz verde al asesinato de Patrice Lumumba (en sus ¨²ltimos d¨ªas como presidente electo, en enero de 1961) y que ya iniciaba la guerra de Vietnam. ?Por qu¨¦ los mexicanos le brindamos una bienvenida as¨ª a John F. Kennedy? Abundan las explicaciones, pero se puede privilegiar una: por ser el primer presidente cat¨®lico "del imperio". Eso, en el pa¨ªs de la Virgen Morena, no era poca cosa. Ser el primer presidente moreno de EE UU, tampoco lo ser¨ªa.
Jorge Casta?eda fue secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico y es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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