El fin de las reformas auton¨®micas
En la edici¨®n de ayer, EL PA?S ofrec¨ªa una entrevista a Jos¨¦ Blanco, secretario de organizaci¨®n del PSOE, en la cual anunciaba que su partido daba por cerrado el desarrollo del Estado de las autonom¨ªas con las reformas de los estatutos que se han producido en esta legislatura. Como suele ocurrir con muchas declaraciones pol¨ªticas a las puertas de unas elecciones, es m¨¢s que probable que el paso del tiempo ponga estas manifestaciones de Pepi?o Blanco entre aquellas que demuestran que no hay afirmaciones pol¨ªticas tan contundentes que resistan el paso de los a?os.
Blanco confunde voluntades con posibles realidades. Pretender condicionar lo que en un futuro pueda ser el Estado de las autonom¨ªas con esa afirmaci¨®n tan taxativa, al margen de ser una sentencia gratuita, es impropio de una persona con sus responsabilidades pol¨ªticas. El Estado de las autonom¨ªas ser¨¢ lo que pol¨ªticamente se plantee en cada momento, no lo que ahora el secretario de organizaci¨®n del PSOE sentencie. De la misma manera que en los a?os noventa nadie imaginaba un proceso de reforma generalizada de estatutos como el que se acaba de producir, nadie puede predecir ni condicionar lo que ocurrir¨¢ en el 2020, ni siquiera Pepe Blanco.
La l¨®gica de la mejora democr¨¢tica lleva asociada la aceptaci¨®n del derecho a decidir
Pretender que el trayecto auton¨®mico ha llegado a su fin es tanto como afirmar que el ¨²nico escenario para obtener m¨¢s autogobierno ya no se puede producir en el contexto de la Espa?a auton¨®mica dise?ada en la Constituci¨®n de 1978. De lo que Blanco dice se desprende, incluso, que no hay reforma constitucional posible. Pues bien, si ese es el sentir de la mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica espa?ola (y nadie deber¨ªa dudarlo si nos fijamos en el tono y el contenido de los dirigentes socialistas y populares que Jos¨¦ Blanco tan bien a reproducido) hay que empezar a imaginar un escenario de conflictividad no muy lejano. Cuando en algunas comunidades se impulse una nueva reforma estatutaria o simplemente se ponga encima de la mesa la necesidad de una reforma constitucional para avanzar hacia un modelo federal, habr¨¢ que recordar a todos los Blancos de la pol¨ªtica espa?ola y ver qu¨¦ soluciones aportan.
Las declaraciones de Blanco tienen adem¨¢s otro flanco muy peligroso. Indirectamente, desmienten la idea que con el juego democr¨¢tico como escenario pol¨ªtico se podr¨ªa ir tan lejos en la configuraci¨®n nacional y de autogobierno de Euskadi o Catalu?a, por citar dos ejemplos, como la voluntad popular, a trav¨¦s de las mayor¨ªas de cada momento, decidiese. La afirmaci¨®n de Blanco refuerza a quienes niegan que con las instituciones democr¨¢ticas y el ordenamiento jur¨ªdico vigente se pueda avanzar, por ejemplo, hacia un Estado plurinacional donde algunas comunidades puedan consolidar significativamente m¨¢s a¨²n sus instituciones de autogobierno y donde las instituciones centrales del Estado espa?ol respondan a una realidad plural que ahora no incorporan.
La afirmaci¨®n de que el proceso de descentralizaci¨®n y de autonom¨ªa ya est¨¢ cerrada, niega de ra¨ªz cualquier esp¨ªritu federal para el Estado espa?ol. Y si el federalismo ya no es una respuesta posible, habr¨¢ que aceptar que el soberanismo crezca como soluci¨®n a un modelo de Estado que se ha bloqueado por voluntad de sus dirigentes. Es posible que el PSOE crea necesitar afirmaciones como las de Blanco para contentar a una parroquia electoral que el PP le puede disputar. Pero no es menos cierto que hacer creer que cualquier aspiraci¨®n de vascos y catalanes es ileg¨ªtima, desestabilizadora y que no cabe en nuestro ordenamiento, es una irresponsabilidad. Y digo vascos y catalanes porque 30 a?os despu¨¦s del inicio de la transici¨®n volvemos a estar en el origen de lo que fue el Estado auton¨®mico: dos comunidades que plantean unos escenarios de reconocimiento y otras que se suman -leg¨ªtimamente, eso s¨ª- a esos planteamientos.
Supongo que ni en el PP ni en el PSOE nadie duda que llegar¨¢n nuevas demandas para profundizar el Estado auton¨®mico, como m¨ªnimo aquellas que planteen una reforma de la Constituci¨®n para permitir avanzar hacia un Estado federal. Y cuando lleguen, probablemente lo har¨¢n apoyadas por los parlamentos auton¨®micos correspondientes. Es evidente que los mecanismos de reforma constitucional exigen mayor¨ªas reformadas, pero eso no evita que un rechazo de cualquier propuesta de reforma constitucional para avanzar hacia un Estado federal, genere un conflicto pol¨ªtico de primera magnitud.
Avanzamos, si nadie hace algo para evitarlo, hacia una colisi¨®n de legitimidades, la que pueda emanar de una mayor¨ªa amplia y representada en el Parlamento catal¨¢n o vasco, y una mayor¨ªa representada en el Parlamento espa?ol. Si en las formaciones democr¨¢ticas espa?olas la ¨²nica respuesta es la negaci¨®n, el conflicto est¨¢ servido. Muchos ciudadanos que no son en origen independentistas ni en Catalu?a ni en Euskadi, pueden adoptar esas posiciones por inviabilidad de las otras. No creo que esa posibilidad sea una mala noticia para los intereses de Catalu?a o Euskadi, pero s¨ª es con seguridad un nuevo escenario para la vida pol¨ªtica espa?ola que debe ser tenido seriamente en consideraci¨®n.
La idea del derecho a decidir no se puede menospreciar tan facilmente. La l¨®gica de la mejora y el fortalecimiento democr¨¢tico que las democracias europeas necesitan plantear para su supervivencia, lleva asociada la aceptaci¨®n del derecho a decidir si ¨¦ste se plantea por canales democr¨¢ticos. El derecho a decidir no es una moda. No proyectar el presente pol¨ªtico en Espa?a sin esa idea es plantear escenarios poco realistas. En esta l¨®gica es donde se puede afirmar que las declaraciones de Blanco, al margen de electoralistas, son muy poco realistas.
Jspicanyol@hotmail.com
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