Ser y estar en las listas
Ayer el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, ejerci¨® la prerrogativa que le concede el art¨ªculo 115 de la Constituci¨®n, as¨ª que previa deliberaci¨®n del Consejo de Ministros, y bajo su exclusiva responsabilidad, propuso la disoluci¨®n del Congreso y del Senado, que ha sido decretada por el Rey en una disposici¨®n aparecida hoy en el Bolet¨ªn Oficial del Estado, donde como es preceptivo se fija la fecha de las elecciones legislativas, que se celebrar¨¢n el domingo 9 de marzo. Empiezan a contar los plazos para la presentaci¨®n de candidaturas por los partidos que decidan concurrir a los comicios y sigue todo un detallado calendario con las fechas para las impugnaciones, la proclamaci¨®n oficial de los candidatos, las normas a que han de atenerse las campa?as y la cuant¨ªa y procedencia de los fondos que pueden destinarse a su financiaci¨®n.
A veces, la clave m¨¢s segura para estar en las listas es la confianza. Nada como estar en confianza
La inminencia mayor es la de la elaboraci¨®n de las listas electorales, que han de ser validadas por las Juntas Electorales de las correspondientes circunscripciones provinciales despu¨¦s de atender o desestimar las impugnaciones que puedan presentarse. El Partido Socialista parece llevar muy adelantadas esas tareas de corte y confecci¨®n mientras que el Partido Popular ha preferido seguir mareando la perdiz. La causa se atribuye a que nuestra Esperanza Aguirre -presidenta de la Comunidad de Madrid y tambi¨¦n del PP de esa misma circunscripci¨®n provincial coincidente con la CAM- no est¨¢ por la labor de incluir en la lista de candidatos a su correligionario Alberto Ruiz-Gallard¨®n, alcalde de la Villa y Corte. De modo que deber¨¢ ser el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, quien haya de retratarse, tanto si decide la incorporaci¨®n de Gallard¨®n como si prefiere olvidar tan se?alada figura en la papeleta que llevar¨¢ su nombre en el encabezamiento.
Son d¨ªas fr¨ªos en los que se producen decisiones irreversibles. Aunque alguien pueda sorprenderse, podemos afirmar que hay muchos m¨¢s aspirantes a figurar en las listas de candidatos que puestos de elecci¨®n asegurada y hay que optar a plazo fijo. Por eso es ¨¦sta una ocasi¨®n reveladora para estudiar la maquinaria de los partidos a pleno rendimiento. Se deja ver con claridad el poder omn¨ªmodo de las c¨²pulas de los partidos. Es cierto que algo pueden sugerir los responsables a escala provincial o auton¨®mica, pero la decisi¨®n ¨²ltima queda en manos de los m¨¢ximos dirigentes sin merma de que tengan en cuenta en cada caso las deferencias que consideren precisas. Pero ni los electores ni los militantes de cada circunscripci¨®n son o¨ªdos antes de la composici¨®n de las listas provinciales. Queda abierta la veda y las mejores escopetas se aplican al descaste para el bien de la preservaci¨®n de las especies, como se?ala la cineg¨¦tica.
Enseguida vendr¨¢n los partidos con las estad¨ªsticas de renovaci¨®n y permanencia, de hombres y mujeres, de grupos de edades, de or¨ªgenes sociales, profesionales o geogr¨¢ficos. Pero detr¨¢s de esas referencias num¨¦ricas y de esos porcentajes afilados est¨¢n las personas empe?adas en situarse por primera vez en la escala o en continuar figurando en ella. Sobreviene a muchos el sentimiento de ser tratados con ingratitud en el seno de su propio partido. Algunos descubren que el trabajo con los electores o en el Congreso y el Senado ha sido en balde, que hubiera valido m¨¢s entregarse a la lisonja de los l¨ªderes que deciden qui¨¦n y d¨®nde terminar¨¢ incorporado a las listas. Otros denuncian la repugnancia que las ejecutivas tienen al talento y al juicio propio, la forma en que premian muchas veces la docilidad, la sumisi¨®n y la adhesi¨®n incondicional.
Fuera de estas aflicciones, de esas incertidumbres, s¨®lo han venido quedando los que fueron estampillados como pioneros, los que el presidente que sea reconoce o imagina como compa?eros leales de la traves¨ªa del desierto. Los que compartieron fuegos de campamento con Adolfo Su¨¢rez, los de la tortilla del prado de San Sebasti¨¢n con Felipe Gonz¨¢lez, los compa?eros de pupitre en las aulas del colegio del Pilar o de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, o los que se encaminaron por la nueva v¨ªa en aquellas tardes de caf¨¦ en casa de Trini. Porque es una regla muy extendida esa de considerar indudables a quienes tuvieron o se apropiaron de la condici¨®n de compa?eros en tiempos dif¨ªciles, cuando nadie reconoc¨ªa las virtudes intelectuales, morales y pol¨ªticas de quien despu¨¦s pasara a convertirse en l¨ªder y terminara atrayendo sobre s¨ª los admirables dones del carisma. A veces, la clave m¨¢s segura para estar en las listas es la confianza. Nada como estar en confianza, pero recordemos que donde hay confianza da asco. Atentos.
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