Miguel Mihura, cartas de amor y odio
La correspondencia in¨¦dita del dramaturgo y fundador de 'La Codorniz' ve la luz y evoca las amistades y rencores de los humoristas de 'la otra generaci¨®n del 27'
Gente as¨ª ten¨ªa que escribir cartas as¨ª: ep¨ªstolas relamidas con sabor a algod¨®n de az¨²car o misivas feroces como el ataque de celos de una starlette de variet¨¦s. Fauna de pelaje tan genialoide, ingenuo y ciclot¨ªmico como Miguel Mihura, Enrique Jardiel Poncela, Edgar Neville y Tono ten¨ªa que encontrar en el g¨¦nero epistolar el foro ideal para exponer sus filias y sus fobias, sus neuras y sus paranoias, en medio de un contexto pol¨ªtico y cultural -el de la Guerra Civil y la posguerra- abierto a todos los excesos a pesar del rid¨ªculo control de los censores franquistas.
El epistolario qued¨® en poder de vecinos de Hondarribia (Guip¨²zcoa)
En el legado figuran el carn¨¦ de falangista y la biblioteca personal
El volumen Epistolario selecto de Fuenterrab¨ªa, editado por el profesor Jos¨¦ Antonio Llera (editorial Espuela de Plata), recoge 52 cartas in¨¦ditas seleccionadas de entre los papeles personales de Mihura. Un legado que, tras la muerte en 1977 del autor de Tres sombreros de copa, qued¨® en poder del matrimonio Ruiz-Villandiego, vecinos y amigos de Mihura en Fuenterrab¨ªa (actual Hondarribia), la localidad guipuzcoana en la que el escritor sol¨ªa pasar largas temporadas en compa?¨ªa de su hermano Jer¨®nimo, d¨¢ndose a tres de los placeres que ten¨ªa como prioritarios: pasear frente al Cant¨¢brico, comer en lugares como la Hermandad de Pescadores y leer novelas de Simenon.
Ese legado incluye no s¨®lo un centenar de cartas, sino tambi¨¦n la biblioteca personal del dramaturgo, enciclopedias m¨¦dicas de todo tipo (Mihura era el campe¨®n del mundo de los hipocondriacos), diversos dibujos y ¨®leos, guiones cinematogr¨¢ficos, fotolitos de sus chistes en La metralleta y La Codorniz, salvoconductos de la Guerra Civil, su carn¨¦ de falangista y el borrador de su discurso de ingreso en la Real Academia, discurso que le trajo en jaque pero que jam¨¢s llegar¨ªa a pronunciar porque antes muri¨® de una crisis hep¨¢tica.
El abigarrado conjunto, ahora estudiado y ordenado por Jos¨¦ Antonio Llera, perfila una biograf¨ªa oficiosa del autor teatral m¨¢s c¨¦lebre de los a?os treinta y cuarenta. Pero de entre todo ese material embutido en cajas de cart¨®n, destaca como verdadera joya de la corona la carta que Enrique Jardiel Poncela, primero maestro, luego colega y al final enemigo de Mihura, le dirigi¨® para hacerle ver su asqueo personal ante lo que consideraba un plagio continuado de su obra.
"Desde hace muchos meses, m¨¢s de dos a?os, vienes utilizando para tus cuentos y art¨ªculos todos aquellos trucos, desplantes, equivalencias, resortes, comparaciones, hip¨¦rboles, incongruencias y juegos de ingenio que yo invent¨¦ para mis art¨ªculos y mis cuentos", dice el autor de Elo¨ªsa est¨¢ debajo de un almendro. Y contin¨²a en un tono sin asomo de florituras: "La influencia en literatura es l¨ªcita..., lo que ya no es l¨ªcito es el plagio. Los hijos nacen influidos por sus padres, pero no los plagian jam¨¢s".
El choque de trenes entre los dos grandes del teatro de posguerra es evidente. Los celos corroen a Jardiel ante lo que considera "un amateur de la literatura ante el que me tengo que defender". No opina lo mismo Jos¨¦ Antonio Llera, que en sus comentarios exime de culpa y sale en defensa del autor de Ninette y un se?or de Murcia: "Los celos de Jardiel Poncela est¨¢n injustificados; la obra de ambos evoluciona hacia lugares muy diferentes, y no hay plagio, lo que ocurre es que Jardiel quer¨ªa ser ¨¦l solo el inventor de la vanguardia de su ¨¦poca, todo es una paranoia suya. De todas formas, esta carta demuestra c¨®mo el mundillo de la literatura de aquellos a?os se mov¨ªa a trav¨¦s de los celos, las rivalidades y las envidias".
Pero no es esta la ¨²nica carta in¨¦dita digna de menci¨®n. Algunas otras de las que ahora salen a la luz hay que incluirlas directamente en la n¨®mina del surrealismo militante, aunque involuntario, claro. Es el caso de la misiva que el 23 de agosto de 1943 le env¨ªa a Mihura el general jefe del benem¨¦rito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria y general fundador de la Legi¨®n..., un tal Jos¨¦ Mill¨¢n-Astray, para felicitarle por los contenidos de La Codorniz. "?Fijaos bien lo que supone para un hombre de tan azarosa vida y de tanto dolor el re¨ªrse francamente a mand¨ªbula batiente!".
Tampoco es manca (como si lo era el propio Mill¨¢n-Astray) la carta en la que un muy p¨ªo lector de Pamplona le recrimina las chispas picantes de la revista, consistentes en alg¨²n muslo femenino al aire. O aquella en la que el propio Miguel Mihura -un falangista sin ideolog¨ªa, un falangista pragm¨¢tico, m¨¢s bien- se despide as¨ª de su interlocutor, a la saz¨®n el jefe de Prensa Nacional: "Miguel Mihura. Saludo a Franco Arriba Espa?a".
O la que Edgar Neville le manda desde Washington, dici¨¦ndole que en 15 d¨ªas se marcha a Hollywood "a intentar y aprender", porque, sostiene, "¨¦ste es un pa¨ªs encantador, y el que acierta, se hincha".
Cartas de Mihura, cartas de Jardiel, cartas de Neville. La herencia epistolar de toda una ¨¦poca, con aquellos chalados y sus locos... epistolarios.
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