Lugares sagrados
Las emociones, los espacios en los que uno puede hundirse como en el mar, los paisajes donde la vida adquiere una dimensi¨®n profunda, son realidades sagradas. Los individuos religiosos acuden a sus lugares sagrados para diluir la propia identidad en el todo de una verdad absoluta. Las iglesias consiguen que los fieles se fundan como gotas de aguas en el mar de una liturgia celeste, superior y perfecta. Los individuos laicos tienen tambi¨¦n lugares sagrados, pero acuden a ellos para poder vivir en primera persona las ilusiones colectivas. Pasear por la casa de un escritor admirado, habitar algunos rincones hist¨®ricos de una ciudad, imaginarse los paisajes de aquellos episodios decisivos por su poder de plenitud o de tragedia, supone tomar conciencia del pasado, aceptar que, bajo las prisas superficiales, la existencia adquiere una lentitud de matices compartidos, de huellas sigilosas, de palabras y sentimientos heredados. Los oficios y los g¨¦neros literarios tienen tambi¨¦n sus mitolog¨ªas, sus mapas de lugares sagrados. Sentirse periodista, m¨¦dico, pol¨ªtico, arquitecto, poeta, significa desde luego poseer una t¨¦cnica determinada. Pero, adem¨¢s, hace falta una memoria de respetos y de situaciones, de acontecimientos y personajes inolvidables, maestros fundadores, noches dif¨ªciles en un laboratorio o en una mesa dominada por el humo del tabaco, instantes marcados por la luz de los descubrimientos. La leyenda de la poes¨ªa contempor¨¢nea empez¨® a formarse cuando el joven Rimbaud lleg¨® a Par¨ªs con la fuerza de un ¨¢ngel maldito y deslumbr¨® a Verlaine hasta arrastrarlo a un drama de versos maravillosos, habitaciones s¨®rdidas, heridas de bala y comisar¨ªas. Tan sagrada es la bendici¨®n de Dios como la sonrisa del diablo, y la poes¨ªa moderna, al enfrentarse a los burgueses pragm¨¢ticos y a la mediocridad fea de las ciudades industriales, fund¨® su fe en lugares malditos, en la llama oscura de los deseos prohibidos, los excesos y los suburbios.
Esta semana se ha inaugurado en la Huerta de San Vicente la exposici¨®n Vida y hechos de Arthur Rimbaud. Se trata de la misma exposici¨®n que pudo verse el a?o pasado en La Casa Encendida de Madrid. Pero la residencia de la familia Garc¨ªa Lorca en Granada es un lugar sagrado para todos los que buscaron la huella del poeta bajo la capa espesa del silencio, la muerte y las humillaciones de una ciudad derrotada no s¨®lo por el ej¨¦rcito rebelde, sino tambi¨¦n por los ¨®xidos del franquismo. Como altares po¨¦ticos se ordenan ahora las vitrinas sagradas de la historia de Rimbaud, sus ejercicios escolares, los primeros poemas, los dibujos, las fotograf¨ªas que uno ha visto mil veces en los libros, las cartas que uno ha le¨ªdo, el manuscrito del soneto de las vocales, los informes policiales, los testimonios de sus aventuras comerciales en las costas del Mar Rojo y Abisinia. Rimbaud apenas dedic¨® cinco o seis a?os a la creaci¨®n po¨¦tica. Despu¨¦s de que Verlaine le disparara en medio de un ataque de c¨®lera, el muchacho dej¨® la poes¨ªa, cambi¨® de vida y se dedic¨® al comercio. No ten¨ªa m¨¢s de veinte a?os cuando renunci¨® a la escritura, pero a ¨¦l se debe una parte definitiva de la leyenda contempor¨¢nea. La exposici¨®n, preparada por Lola Mart¨ªnez de Albornoz y Gonzalo Armero, nos conduce por los episodios del adolescente que quiso convertirse en un visionario, buscando la confusi¨®n de los sentidos y el alma de las palabras. Las ciudades, las caligraf¨ªas, los rostros, son lugares sagrados de una historia po¨¦tica que quiso romper las costuras de un honor oficial y turbio, sostenido por la represi¨®n, la avaricia y la indiferencia. Resulta emocionante ver objetos sagrados en un lugar sagrado, vivir la historia de todos en primera persona. Aqu¨ª los fieles no desaparecemos en la liturgia, comprendemos la historia y las contradicciones de nuestro coraz¨®n.
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