La memoria art¨ªstica de ?frica
La Fundaci¨®n Alberto Jim¨¦nez-Arellano Alonso expone sus valiosas terracotas subsaharianas.
Cuando muri¨® nuestro hijo, sentimos la necesidad de ponernos un horizonte por delante. Fue entonces cuando decidimos crear una fundaci¨®n con las obras que ven¨ªamos coleccionando. Era la forma de prolongar su recuerdo como el gran amante del arte y de la m¨²sica africana que era". Ana Alonso y Alberto Jim¨¦nez-Arellano hab¨ªan empezado a comprar arte contempor¨¢neo en los a?os cincuenta, "con lo que ¨ªbamos ahorrando de aqu¨ª y de all¨ª"; entonces no se imaginaban que llegar¨ªan a reunir uno de los m¨¢s impresionantes conjuntos de terracotas africanas del mundo. "La colecci¨®n es la m¨¢s completa de las actualmente exhibidas, lo que no excluye que existan valiosas piezas en los grandes museos, o en alguna colecci¨®n privada, pero que no est¨¢n mostradas al p¨²blico". La puntualizaci¨®n la hace Alberto Jim¨¦rez-Arellano, dando a valer las obras y consciente de que puede haber algunas otras de semejantes caracter¨ªsticas que, por diversas razones, permanecen ocultas.
La termoluminiscencia, aplicada a la arcilla, permite datar las fechas de su creaci¨®n
No siempre es la antig¨¹edad lo que determina el valor del arte africano
En un principio, hab¨ªan descartado hacerse con esculturas africanas en terracota por la extremada fragilidad del material. "Tuvimos una mala experiencia con una pieza procedente de Indonesia que se deterior¨® y pensamos que ser¨ªa mejor interesarnos s¨®lo por obras de bronce". Pero la singularidad de las figuras africanas realizadas en arcilla fue tomando protagonismo entre una colecci¨®n heterog¨¦nea compuesta de pintura y escultura contempor¨¢nea y antigua, objetos etnol¨®gicos y piezas de mobiliario de diversas procedencias. Desde que empezaron a reunirlas, hace apenas dos d¨¦cadas, no han dejado de aumentar las adquisiciones a un ritmo vertiginoso. Alberto Jim¨¦rez-Arellano reconoce que fue su mujer, Ana Alonso, la que le inici¨® en el conocimiento de las antiguas culturas del continente africano que, aunque pr¨®ximo geogr¨¢ficamente, no hab¨ªa merecido la atenci¨®n de los coleccionistas espa?oles. "Espa?a todav¨ªa no ha descubierto el arte africano, hay m¨¢s inter¨¦s en Francia, Italia, Reino Unido o Estados Unidos". Pero que esa indiferencia va torn¨¢ndose en una creciente atenci¨®n lo demuestra la duplicaci¨®n del n¨²mero de visitantes y la expectaci¨®n de los especialistas que acuden al Palacio de Santa Cruz de Valladolid desde que se inauguraron, en 2006, las salas dedicadas a las terracotas subsaharianas.
Cuando tuvieron la idea de crear una fundaci¨®n que llevara el nombre de su hijo, Alberto Jim¨¦nez-Arellano Alonso, para conservar unido todo lo coleccionado durante a?os sin otra responsabilidad que la de satisfacer su afici¨®n por el arte, tuvieron que replantearse la orientaci¨®n de sus compras. Buscaron entonces la manera de diferenciar la colecci¨®n para dotarla de un sello identificador que pudiera atraer al p¨²blico y la convirtiera en algo ¨²nico. La clave vino dada por las extraordinarias cualidades de las terracotas que s¨®lo a partir de los a?os sesenta, y por casualidad, se iban descubriendo en tierra africana. Su hallazgo hizo enseguida de ellas las obras m¨¢s valiosas y codiciadas del mercado de arte africano tradicional gracias a la aparici¨®n de un nuevo sistema, la termoluminiscencia, que aplicado a la arcilla permit¨ªa datar las fechas de su creaci¨®n con una precisi¨®n imposible de conseguir en el caso de piezas realizadas con metal. Curiosamente, y a pesar de su fragilidad, las terracotas hab¨ªan conseguido sobrevivir a la corrosi¨®n del suelo later¨ªtico de ?frica que destru¨ªa m¨¢scaras y figuras de madera. Su estudio empez¨® a ofrecer una dimensi¨®n impensada al conocimiento que se hab¨ªa tenido hasta hace poco sobre la antig¨¹edad de algunas culturas africanas, haciendo retroceder las fechas de su origen varios siglos antes de nuestra era. Estos datos han sido determinantes para poder llenar las numerosas lagunas de la arqueolog¨ªa subsahariana, una ciencia que parec¨ªa imposible desarrollar antes de la aparici¨®n de estas esculturas.
"Las terracotas son las obras m¨¢s dif¨ªciles de encontrar", reconoce Alberto Jim¨¦nez-Arellano, que mantiene una elegante discreci¨®n acerca de su elevado valor econ¨®mico. No en vano, las 28 figuras de la cultura Nok que se exhiben en Valladolid representan el ejemplo m¨¢s antiguo de la tradici¨®n escult¨®rica africana. Sin embargo, no siempre la antig¨¹edad determina el valor del arte africano, al contrario de lo ocurrido en Occidente, los artesanos africanos han mostrado una capacidad asombrosa para mantener intacta su creatividad durante a?os e incluso siglos. La vitalidad de ese continuismo es lo que permite una equiparable apreciaci¨®n est¨¦tica tanto de las piezas Nok fechadas en el siglo V antes de Cristo como de las realizadas mil a?os despu¨¦s, en ese mismo ¨¢mbito cultural, localizado en la actual Nigeria.
Esta diferencia en las claves que delinean el horizonte art¨ªstico de ?frica obliga a una dedicaci¨®n m¨¢s paciente y atenta de la que requiere el coleccionismo de arte contempor¨¢neo al que el matrimonio Jim¨¦nez-Arellano Alonso estaba habituado. "Hemos tenido que derribar muchos prejuicios en la valoraci¨®n del arte africano. Con el tiempo, tambi¨¦n hemos ido adquiriendo experiencia para no comprar piezas de origen dudoso o falsas". Sortear errores de ese g¨¦nero, inexcusables en el caso de una fundaci¨®n que pertenece a la Universidad de Valladolid, y eludir el fomento del expolio, lamentablemente activo en ?frica, se convirti¨® en un requisito b¨¢sico. Para ello rechazan a los vendedores directos o desconocidos y dirigen sus compras hacia el mercado occidental, tomando antes todas las precauciones necesarias. "Cuando alguien nos ofrece una o un conjunto de obras, primero las sometemos a varias pruebas de autentificaci¨®n y dataci¨®n en diferentes laboratorios; s¨®lo si nos ofrecen absoluta seguridad, las aceptamos".
Pero el paso fundamental en la vida de un coleccionista consiste en decidir el futuro de todo lo reunido tras a?os de ilusi¨®n, de ofertas fallidas, de hallazgos inesperados, de renuncias y de cuentas que unas veces salen y otras, no. Incluso, cuando se ha tomado la determinaci¨®n de ofrecerlo en donaci¨®n, el panorama no est¨¢ despejado de incertidumbres; se requiere una energ¨ªa decisiva para vencer la reticencia de instituciones p¨²blicas o entidades bancarias que nunca antes hab¨ªan mostrado ninguna atracci¨®n, no ya por el arte contempor¨¢neo, sino por un tipo de creaci¨®n tan extra?a y lejana como la del ?frica negra. Sobre todo en un pa¨ªs que se ha mostrado tan ajeno como el nuestro, durante cuarenta a?os del siglo XX, al arte moderno, un arte revolucionario que fue el agente descubridor de esas otras est¨¦ticas "exc¨¦ntricas".
"Es m¨¢s f¨¢cil coleccionar que donar", reconocen Ana Alonso y Alberto Jim¨¦rez-Arellano. Pero hay excepciones, y en este caso se dieron dos consecutivas. Ellos mismos representaron la primera, cuando tomaron la decisi¨®n de donar su colecci¨®n, y la segunda la signific¨® la Diputaci¨®n de Valladolid al interesarse por ella. El objetivo fundamental que les hab¨ªa llevado a crear una fundaci¨®n y a ofrecer sus fondos particulares no fue s¨®lo el hecho de que pudieran conservarse unidos, evitando el riesgo de la dispersi¨®n y las consiguientes p¨¦rdidas, sino que se mantuvieran en un marco universitario donde pudiera promoverse el estudio de las mal conocidas culturas africanas que, a pesar de su azarosa historia, poseen mucho que ense?ar. La Universidad de Valladolid, actual propietaria de este conjunto ¨²nico de terracotas africanas, adem¨¢s de otros objetos etnol¨®gicos, piezas de uso en bronce y de la colecci¨®n de arte contempor¨¢neo de la Fundaci¨®n Alberto Jim¨¦nez-Arellano Alonso, tiene como proyecto inmediato la creaci¨®n de una c¨¢tedra para estudios sobre el continente africano. La financiaci¨®n aportada por el Grupo del Banco Santander Central Hispano permitir¨¢ tambi¨¦n instituir un programa de becas para alumnos africanos. Tomar conciencia del valor del propio patrimonio ser¨¢ un paso adelante para promover el estudio y la conservaci¨®n en los pa¨ªses de origen, evitando el deterioro y la desaparici¨®n de un g¨¦nero de creaci¨®n tan extraordinaria.
Mientras sus antiguos propietarios preparan la presentaci¨®n de nuevas adquisiciones, de una excepcionalidad equiparable a las ya existentes, las figuras de terracota se dejan rodear por un grupo de ni?os que las miran con naturalidad. "S¨®lo el verlos aqu¨ª llena de sentido lo que hab¨ªamos empezado como una afici¨®n privada y continuamos como prolongaci¨®n de un recuerdo amado".
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