Alianza frente a conflicto de civilizaciones
La corriente de fondo que nos lleva a un di¨¢logo entre civilizaciones va ganando fuerza frente a la tumultuosa corriente del choque de civilizaciones.
Es una corriente m¨¢s tranquila, que se mueve entre los meandros de la complejidad del momento hist¨®rico presente, en tanto que la profec¨ªa del choque de civilizaciones es m¨¢s simple en sus planteamientos de amigo-enemigo y de confrontaci¨®n para dominar, por eso tiende a autocumplirse.
Como siempre, construir la paz, como condici¨®n necesaria para todo lo dem¨¢s -el desarrollo o la cooperaci¨®n-, es m¨¢s dif¨ªcil que declarar la guerra al otro, al que se supone que encarna el mal. Como siempre, el di¨¢logo que busca el conocimiento -el logos- del que es diferente y tiene una percepci¨®n distinta de la realidad, es un ejercicio m¨¢s costoso, que parte de la renuncia a la imposici¨®n de nuestras verdades, aun sin aceptar la imposici¨®n de las verdades del otro. Es una b¨²squeda de los valores y de los intereses que se puedan compartir para dar fundamentos al entendimiento mutuo y avanzar en un nuevo orden internacional.
Los de la guerra de Irak dicen que Espa?a pierde peso si propone di¨¢logo y legalidad
La Alianza tiene apoyo de 80 pa¨ªses, muchos m¨¢s que tuvo la guerra de Irak
Venimos de un proceso hist¨®rico peculiar, por la profundidad y por la velocidad de los cambios. La ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn en 1989 y la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica llevaron a la desaparici¨®n de la vieja divisi¨®n del mundo en dos bloques ideol¨®gicos antag¨®nicos y mutuamente excluyentes.
Inmediatamente afloraron realidades ocultas o aplastadas por esa divisi¨®n. Pulsiones identitarias que afirmaban la pertenencia a realidades culturales muy diversas, ¨¦tnico-religiosas, ¨¦tnico-culturales o de nacionalismos irredentos que iban surgiendo por todas partes.
Pero este mundo se parec¨ªa m¨¢s a s¨ª mismo, aunque se hiciera m¨¢s incierto y se nos mostrara m¨¢s complejo, que el de la divisi¨®n en bloques ideol¨®gicos, con sus alineamientos simplificadores y su reparto de influencias. Los viejos conceptos de equilibrio del terror o destrucci¨®n mutua asegurada, y su correlato menos negativo que fue la coexistencia pac¨ªfica, perdieron vigencia sin encontrar un sustituto.
En los a?os 90 parec¨ªa que viv¨ªamos en una cierta anomia, una p¨¦rdida de reglas de juego, del valor de la pol¨ªtica, de soluciones supuestamente espont¨¢neas que vendr¨ªan del mercado libre. Se hablaba de los dividendos de la paz, aunque al mismo tiempo se elaboraba la teor¨ªa del choque de civilizaciones.
Pero al tiempo que ocurr¨ªan estos acontecimientos, se aceleraba el curso de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, especialmente la informacional, como ruptura de las barreras del tiempo y del espacio en la comunicaci¨®n entre los seres humanos. La globalizaci¨®n hizo pr¨®ximo e inmediato el planeta Tierra, en todos sus rincones, en todo lo que acontec¨ªa, y empez¨® a cambiar la relaci¨®n de fuerzas en el mundo.
En realidad, hab¨ªa quedado uno de los dos bloques antag¨®nicos, el liderado por Estados Unidos como ¨²nica superpotencia, pero su justificaci¨®n por contraposici¨®n a la amenaza sovi¨¦tica hab¨ªa desaparecido con la URSS. La teor¨ªa del choque de civilizaciones, casi como una profec¨ªa, se basaba en la necesidad de llenar el vac¨ªo de enemigo, anunciando la aparici¨®n de nuevos demonios civilizatorios, en sustituci¨®n de los ideol¨®gicos, que hab¨ªa que prepararse para combatir y dominar.
Ya en los meses siguientes a la Guerra del Golfo de 1991, los profetas de la confrontaci¨®n trataron de colocar sus teor¨ªas en la Casa Blanca, reclamando para Estados Unidos el papel de gendarme del nuevo orden internacional. Pero hasta los atentados de las Torres Gemelas, con su dramatismo y brutalidad, no tuvieron la oportunidad de colocar su producto, envolvi¨¦ndolo en la amenaza real del terrorismo internacional para dar consistencia al choque de civilizaciones. La dimensi¨®n de esta forma de criminalidad internacional ser¨ªa muy distinta si el enfoque no hubiera sido el de la confrontaci¨®n civilizatoria, con todas las implicaciones de criminalizaci¨®n de una de las religiones del Libro. El error m¨¢s grave ha sido y es la falta de comprensi¨®n de que esta amenaza real no est¨¢ destinada en mayor medida a desplazar el poder en el mundo occidental que en el isl¨¢mico.
Desde esta base err¨®nea, se puede comprender el m¨¦todo de confrontaci¨®n b¨¦lica y voluntad de dominio que se ha venido utilizando. La amenaza real, a partir de esta estrategia, no s¨®lo no ha disminuido, sino que la percibimos como m¨¢s grave y virulenta.
Las cr¨ªticas ante la estrategia de la pura confrontaci¨®n, de la hegemon¨ªa y de la imposici¨®n, con guerras preventivas y sin base en la legalidad internacional, han ido creciendo. Los que fueron en su d¨ªa partidarios de este planteamiento se han ido replegando o reduciendo, aunque persistan los m¨¢s impenitentes. Es evidente que en la visita del Presidente Bush a Medio Oriente, se insiste en alimentar la confrontaci¨®n hist¨®rica entre sunitas y chiitas, entre ¨¢rabes e iran¨ªes, pasando a segundo plano el prop¨®sito de avanzar en el problema israelo-palestino.
Sin embargo, incluso para los m¨¢s opuestos a esta deriva, se ve con una cierta frialdad y escepticismo la propuesta de la Alianza de Civilizaciones, con sus mecanismos de di¨¢logo entre diferentes culturas y religiones para avanzar, primero, hacia una mayor comprensi¨®n mutua, y despu¨¦s hacia acuerdos que fortalezcan el objetivo de un nuevo orden internacional basado en los valores de las propias Naciones Unidas.
En nuestro pa¨ªs han sido y son especialmente cr¨ªticos los que aplaud¨ªan a rabiar la declaraci¨®n de guerra a Irak, los que la justificaban con mentiras y endosaban el conflicto pese a su ilegalidad manifiesta. A¨²n hoy argumentan que perdemos peso internacional si las propuestas que hacemos como pa¨ªs se encaminan hacia el di¨¢logo y el respeto a la legalidad internacional.
Pero, asumida por Naciones Unidas, la Alianza de Civilizaciones ha encontrado el apoyo de 80 pa¨ªses, muchos m¨¢s que los que apoyaron la teor¨ªa y la pr¨¢ctica de las guerras preventivas y el unilateralismo. Y se van a seguir sumando otros. Pero lo m¨¢s significativo es la gran corriente de simpat¨ªa que se va creando en numerosos actores de la sociedad civil, en las distintas confesiones religiosas, en las ONGs, todos dispuestos a hacer impulsar con acciones la estrategia del entendimiento frente a la de la pura confrontaci¨®n.
Asumir la diversidad, cultural o religiosa, como una riqueza compartida, en la que podemos encontrar valores comunes y objetivos que tambi¨¦n lo sean, frente a la violencia destructiva, es un objetivo alcanzable que ir¨¢ restando capacidad al terrorismo, a pesar de las muchas dificultades para encontrar rutas adecuadas.
Por el contrario, insistir en la propuesta de agresi¨®n, en el unilateralismo al margen de las reglas, va a seguir alimentando la caldera del terror, incluso d¨¢ndole excusas ante los ciudadanos de mundo que se sienten v¨ªctimas de esta estrategia.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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