La calle de la ¨²ltima oportunidad
Hay hechos que nadie creer¨ªa, pero que son reales y han sucedido en esta ciudad, del mismo modo que hay en ella calles de la ¨²ltima oportunidad. Si me lo permiten, les hablar¨¦ de ambas cosas.
Una de las calles de la ¨²ltima oportunidad es la Ronda de Sant Antoni, que antes fue muralla, reducto de sastrer¨ªas conservadoras y viejas mercer¨ªas donde compraba mam¨¢. Tambi¨¦n fue, con los cines Goya y Rondas, la f¨¢brica de sue?os baratos en la que hasta el fin crey¨® Terenci Moix, as¨ª como pasarela de se?oritas con tacones que viv¨ªan de creer en el amor. Quiz¨¢ sus padres llegaron por la estaci¨®n de Francia y se encontraron con los grises y la dulce canci¨®n de Joan Manel Serrat. Las se?oritas de la pasarela tuvieron en la ronda su ¨²ltima oportunidad, buscando hombres que las quisieran en la ciudad que no las quer¨ªa. Tambi¨¦n hubo all¨ª unos almacenes legendarios, El Barato, donde las amas de casa buscaban no la ¨²ltima oportunidad de su vida, pero s¨ª, al menos, la ¨²ltima oportunidad del mes.
Hoy nada de ello existe: los cines del sue?o al alcance de todos han sido cerrados, los almacenes s¨®lo almacenan olvidos, y las se?oritas de los tacones han sido apartadas por las fuerzas represivas de la ciudad. Quedan, eso s¨ª, dos hotelitos de paso que eran tambi¨¦n la ¨²ltima oportunidad de los varones infieles. Uno deb¨ªa de causarles arrepentimiento inmediato, porque est¨¢, o estaba, en la calle de la Virgen, y el otro miedo ante su falta de discreci¨®n, porque se llamaba Hotel Radio.
Pero en otras cosas tambi¨¦n segu¨ªa siendo la calle de la ¨²ltima oportunidad. All¨ª exist¨ªa el Price, donde los luchadores viejos ensayaban la ¨²ltima llave antes de que los arrojaran de la lona. Donde los boxeadores buscaban la ¨²ltima oportunidad del ¨²ltimo asalto, en la sala donde no estaban prohibidos ni la ilusi¨®n ni el humo. Fue tambi¨¦n ¨²ltima oportunidad para estudiantes desahuciados en las tardes del jueves, cuando el Price se convert¨ªa en baile para chicas del servicio dom¨¦stico llegadas tambi¨¦n por la estaci¨®n de Francia. Cuando ve¨ªan que la criadita esperaba a alguien, los estudiantes desahuciados se acercaban y preguntaban: "?Hace falta un sustituto?".
M¨¢s que nunca, la ronda fue lugar de ¨²ltimas oportunidades para los clientes de La Paloma, cargados de a?os y derrotas, pero que no capitulaban jam¨¢s y buscaban su pareja entre las sombras de mil pasados con m¨²sica. Una vez hice all¨ª una cr¨®nica de una exhibici¨®n de baile donde las actuantes deb¨ªan cumplir una ¨²nica condici¨®n: ser abuelas. No me digan ustedes que no era una ¨²ltima oportunidad.
Y voy con el suceso que no creer¨ªan, pero que es aut¨¦ntico. En uno de los hotelitos mencionados entr¨® una pareja a hacer el amor. No era una pareja del todo normal; ella ten¨ªa curiosidad y ¨¦l ten¨ªa pistola. Era polic¨ªa. Ya nos dec¨ªan los pap¨¢s que no se debe jugar en la cama, y aquella vez el juego result¨® mort¨ªfero: la chica quiso hacer un prodigio con la pistola y se le dispar¨® en la vagina. El polic¨ªa, lloroso, se entreg¨® en seguida.
Pero poco despu¨¦s tuvo que llegar la obligada reconstrucci¨®n del crimen: y all¨ª estaban la cama, el polic¨ªa tembloroso, los sesudos funcionarios, la malhadada pistola. Pero cuando ya iban a empezar, se dieron cuenta de que faltaba lo m¨¢s importante: ?una mujer!
En efecto, hac¨ªa falta un cuerpo femenino desnudo en la cama, una luz medio extinta y unas manos femeninas jugando con el arma en el sitio, como dir¨ªan los cl¨¢sicos, "do m¨¢s pecado hab¨ªa". Pero result¨® que el juez que dirig¨ªa la reconstrucci¨®n no era juez, sino jueza, quiz¨¢ la m¨¢s valiente de la ciudad. Y se tendi¨® en la cama, y dej¨® al descubierto sus partes menos judiciales, y lo reconstruy¨® todo con la pistola en su sitio. De lo cual, claro, los funcionarios levantaron acta.
No me digan tampoco que no es aprovechar la ¨²nica oportunidad.
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