El desaf¨ªo
"Espa?a ser¨¢, en el terreno cultural, lo que en un sentido militar fue en los a?os treinta: el escenario de una guerra de ensayo, en la que las fuerzas de los dos grandes bloques probar¨¢n sus nuevas armas y pondr¨¢n a punto nuevas estrategias". Estas l¨ªneas fueron escritas en 2005 por el periodista estadounidense John Allen, uno de los m¨¢s brillantes vatican¨®logos, y pertenecen al libro El ascenso de Benedicto XVI.
No era un pron¨®stico arriesgado. De hecho, las hostilidades ya hab¨ªan comenzado. Resultaba casi obvio que el sucesor de Juan Pablo II iba a concentrarse en una guerra cultural con escenarios muy concretos. En la homil¨ªa Pro eligendo papa, con la que el cardenal Joseph Ratzinger abri¨® el c¨®nclave del que sali¨® como Benedicto XVI, todo el ¨¦nfasis reca¨ªa en una frase: "La dictadura del relativismo". Y cuando habla de relativismo, Ratzinger piensa en Europa en general y en Espa?a en particular.
Con su desaf¨ªo moral e intelectual, Ratzinger ha condenado su pontificado a la intransigencia
En el conflicto entre la Iglesia cat¨®lica y el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, los obispos se limitan a cumplir su papel. Al margen del tono brutal de ciertos discursos, mimetizados con el tono del debate pol¨ªtico espa?ol, los obispos hacen lo que el Papa les pide que hagan. El Vaticano y las conferencias episcopales son expertos en el juego del polic¨ªa bueno y el polic¨ªa malo; hay que ser bastante inocente para creer que son distintos. Y si arzobispos como Rouco o Garc¨ªa-Gasco asumen un especial protagonismo es porque Benedicto XVI aprecia su combatividad.
Ratzinger es un hombre de ideas conservadoras. Como cardenal, dijo que la homosexualidad constitu¨ªa "una tendencia hacia un mal moral intr¨ªnseco". ?se es s¨®lo un ejemplo. Su guerra cultural, que concibe como un desaf¨ªo a las ideas predominantes, no es, sin embargo, una reedici¨®n del enfrentamiento cl¨¢sico entre derechas o izquierdas, conservadurismo o progreso. A Ratzinger le da igual que el sector el¨¦ctrico sea p¨²blico o privado, y respeta (lo ha reconocido varias veces) la teor¨ªa social y econ¨®mica marxista. Para el Pont¨ªfice alem¨¢n, que lleg¨® a vestir el uniforme del ej¨¦rcito nazi, se libra una batalla que trasciende las ideolog¨ªas. De un lado, la dictadura. Del otro, la libertad. Ratzinger, evidentemente, se sit¨²a en el lado de la libertad.
No es un delirio. Lo que para unos representa un avance, como el derecho al aborto o a la eutanasia, constituye para Ratzinger, y para la gran mayor¨ªa de los cat¨®licos, un abandono de los principios morales en nombre de la utilidad y la comodidad. Y tiene raz¨®n, hasta cierto punto, en que el esclavismo, el racismo o la esterilizaci¨®n forzosa de determinados ciudadanos fueron vistos en su ¨¦poca como elementos de progreso.
Ratzinger ley¨® After virtue, de Alasdair MacIntyre (1981), uno de los ensayos que dieron contenido intelectual a la revoluci¨®n conservadora de Ronald Reagan. MacIntyre establec¨ªa paralelismos entre la decadencia del Imperio Romano y la actual situaci¨®n euroamericana, sosten¨ªa que en ambos casos exist¨ªa una crisis moral y acababa pidiendo "un nuevo san Benedicto". ?se fue el nombre papal que eligi¨® Ratzinger.
San Benedicto fue el fundador de los monasterios que preservaron la cultura grecorromana y los valores judeocristianos, es decir, Europa, durante los siglos de barbarie. Pero Ratzinger no quiere monasterios apartados. "El papa Benedicto no propone que se abandone el mundo, sino que se le desaf¨ªe", escribe John Allen. La clave de lo que ocurre es el desaf¨ªo a lo que este Papa concibe, quiz¨¢ de forma inevitable por su biograf¨ªa personal, como una reedici¨®n suave, org¨¢nica, casi benevolente del nazismo. Ratzinger no cree que la mayor¨ªa tenga siempre raz¨®n, y suele evocar, en sus conversaciones personales, el fervor popular que rode¨® a Hitler. Con su desaf¨ªo, especialmente fragoroso en Espa?a, aspira a conseguir reflexiones ¨ªntimas sobre el bien y el mal, al margen de alineamientos pol¨ªticos.
La intenci¨®n no es despreciable. La actitud es discutible. Ratzinger y buena parte del catolicismo se sienten bajo asedio, rodeados por la "dictadura del relativismo", y piensan que cualquier concesi¨®n doctrinal (en la obsesi¨®n contra el preservativo, por ejemplo) ser¨ªa interpretada como una muestra de debilidad. Al contrario, toman la iniciativa, exigen, desautorizan al poder civil, defienden privilegios, levantan pendones teocr¨¢ticos. Con su desaf¨ªo moral e intelectual, Ratzinger ha condenado su pontificado a la intransigencia. Las guerras sacan lo peor de cada uno. Y esto, por desgracia, es una guerra. -
The rise of Benedict XVI, John Allen. Editorial Doubleday, 2005. 249 p¨¢ginas.
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