"No te sueltes, hijo"
Los desapariciones de Mariluz, Amy y Yeremi viven con angustian a pueblos enteros
Hace una semana, Mariluz Cort¨¦s, de cinco a?os, le pidi¨® a su madre Irene un euro para ir al quiosco de las chucher¨ªas de la esquina. La ni?a sali¨® a la calle, atraves¨® la plazoleta. Eran m¨¢s o menos las cuatro y media. Lloviznaba y hac¨ªa fr¨ªo en Huelva esa tarde de domingo. No hab¨ªa gente por la calle. Dobl¨® a la izquierda en la primera esquina y camin¨® unos cincuenta metros por la acera de una avenida de dos carriles por sentido. Lleg¨® al quiosco, pidi¨® una bolsa de patatas fritas. Los chavales que hablaban con el quiosquero fueron los ¨²ltimos que la vieron.
?D¨®nde est¨¢ la ni?a?
Media hora despu¨¦s la angustia m¨¢s espeluznante se apoder¨® de la familia. La alarma salt¨® a todo el barrio gitano de El Torrej¨®n; desde ah¨ª se expandi¨® a todo Huelva y a Espa?a entera.
La polic¨ªa asegura que no hay m¨¢s desapariciones que otros a?os
En el barrio crecen los rumores. Alguien dice haber visto a la ni?a en un autob¨²s
El caso se suma al de la adolescente irlandesa Amy Fitzpatrick, de 15 a?os, desaparecida en Mijas (M¨¢laga) hace 20 d¨ªas y al de Yeremi Vargas, de nueve a?os, que falta de su casa de Gran Canaria desde marzo.
La noche del domingo, los familiares de Mariluz organizaron batidas para buscar a la ni?a. Se acercaron a las obras cercanas, miraron en los bajos de los edificios en construcci¨®n que rodean el barrio. Desde el primer momento sospecharon de un vecino con antecedentes penales. Se acercaron a su casa con intenci¨®n de asaltarla. La polic¨ªa lo impidi¨®, pero tom¨® nota de la sospecha. A la ma?ana siguiente este hombre huy¨® a Granada. Sin embargo, los especialistas policiales le han localizado, interrogado y registrado su casa. Est¨¢ considerado sospechoso, pero no hay ninguna prueba contra ¨¦l y est¨¢ en libertad.
La polic¨ªa no descarta tampoco que el caso responda a una venganza entre familias gitanas. Pero nada est¨¢ claro. S¨®lo que Mariluz no aparece: se la busca ya no s¨®lo en Huelva, sino en Sevilla y en Portugal, y no s¨®lo en los solares cercanos, sino en el vertedero municipal o en las marismas del Odiel y el Tinto.
El padre de la ni?a, Juan Jos¨¦ Cort¨¦s, es ocasionalmente pastor evangelista y fue entrenador de los infantiles del Recreativo de Huelva. Regenta una peque?a empresa de alba?iler¨ªa. Cuando habla en p¨²blico se expresa con soltura, con determinaci¨®n, en voz baja pero firme.
En el barrio de El Torrej¨®n se disparan los rumores: alguien asegura que vio a la ni?a en compa?¨ªa de otras dos menores esa tarde de domingo; otro dice que le pareci¨® verla llorando en un autob¨²s, o a bordo de una sospechosa furgoneta blanca... nada es cierto, o por lo menos nada ha podido comprobarse. "Y estas falsas alarmas no hacen sino producir m¨¢s dolor si cabe", resum¨ªa el padre el mi¨¦rcoles.
La psicosis no para aqu¨ª. "Dicen que en Motril un tipo encapuchado quiso llevarse un ni?o de los brazos de su madre", comenta Ricardo Su¨¢rez, primo de la madre de Mariluz. "?Son bandas organizadas!", a?ade.
El caso tiene una base. Una madre de Motril, efectivamente, denunci¨® que un hombre trat¨® de llevarse a su hija. Pero la polic¨ªa asegura que no se trataba de un intento de rapto, sino de un perturbado o de un bromista con mala sangre que sali¨® despu¨¦s corriendo.
Pero el miedo se propaga casi solo y lo deforma todo. As¨ª que tras escuchar a Su¨¢rez decir lo de Motril, una vecina espantada agarr¨® con cierta desesperaci¨®n la mano de su ni?o y se march¨® para su casa gritando: "No te sueltes de m¨ª, hijo, por Dios, no te sueltes".
La polic¨ªa asegura que no hay m¨¢s denuncias en Espa?a de desapariciones que otros a?os, que no se ha producido un aumento de los delitos de secuestro, que no hay razones para una alarma general. Los tres casos citados, el de Mariluz, el de Amy y el de Yeremi responden a sus propias caracter¨ªsticas aisladas. En una palabra: no hay una ola de desapariciones.
Cada a?o se producen alrededor de 14.000 denuncias por este motivo. De ellas, el 60% son de menores que se fugan de casa y la mayor¨ªa aparece, antes o despu¨¦s. Ahora mismo, la polic¨ªa contabiliza 9.000 denuncias vivas que esconden, eso s¨ª, todo tipo de situaciones: muchas son relativas a personas que se van de golpe de casa y no quieren que las encuentren.
Pero los agentes centrados en desapariciones conservan una carpeta especial y siniestra. Agrupa los casos considerados "inquietantes": ahora hay 100 nombres en ella, de ellos unos 20 menores. Cada a?o se incorporan 10 casos. El de Yeremi Vargas y el de Mariluz Cort¨¦s son dos de ellos.
No as¨ª el de la irlandesa Amy. Su rastro se perdi¨® la noche de A?o Nuevo en el camino que une la casa de su mejor amiga con la de su madre. Desde el primer momento, los investigadores han barajado como principal hip¨®tesis que la adolescente se ha marchado voluntariamente, ya que cuando discut¨ªa con su madre sol¨ªa pasar noches fuera de casa. Aunque conforme pasa el tiempo esta hip¨®tesis se debilita y el caso gana posibilidades de pasar a la carpeta negra.
En Gran Canaria siguen sin noticias de Sara Morales (la adolescente de 14 a?os que desapareci¨® en Las Palmas el 30 de julio de 2006), ni de Yeremi Vargas. Ahora, la investigaci¨®n se centra en un individuo de Las Palmas, propietario de un crematorio de perros, condenado en 1999 por el intento de violaci¨®n de su propia hija, de dos a?os, que fue detenido al tratar de raptar a una ni?a que logr¨® zafarse en el ¨²ltimo momento. Pero no hay nada todav¨ªa.
Esa angustia de no saber y de imaginarse lo peor a cada paso carcome el coraz¨®n de las familias. Esta semana, la abuela de Mariluz se acerc¨® de pronto a los micr¨®fonos de los periodistas y exclam¨®: "La ni?a lleva mi nombre, que nos la devuelvan, que la pongan en un taxi y nos la devuelvan, porque si no vamos a ir cayendo todos detr¨¢s".
Con informaci¨®n de Manuel J. Albert, Juana Vi¨²dez y Juan Manuel Pardellas.
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