La Diagonal y sus metamorfosis
Es una de las v¨ªas barcelonesas para mi gusto de mejor nombre junto con otra avenida, la del Paral¡¤lel. Nombres geogr¨¢ficos y geom¨¦tricos, surgidos del amor antiguo de la raz¨®n a espacios para los que hubo que buscar denominaciones m¨¢s inventadas que para el resto de las cosas (no debe descartarse, en consecuencia, que muchos crean hoy que paralelo y diagonal son nombres de avenida y basta). Tambi¨¦n tenemos la Meridiana. Su nombre tiene un matiz interesante, pues lo habitual es que la palabra sea utilizada en forma masculina (meridiano, trazo que, como el paralelo, pertenece a los mapas) y aqu¨ª se altera la norma; aunque tambi¨¦n es un adjetivo que indica claridad: la avenida se llama Meridiana por su trazado en el mapa urbano (el Paral¡¤lel, que tambi¨¦n es avenida, no adopta forma femenina). Diagonal, Paral¡¤lel y Meridiana delimitan, por lo dem¨¢s, tres ¨¢mbitos de voces muy distintas. La Meridiana fue la primera que cambi¨® de cara y de ¨¢rboles hace unos a?os, que era muy fea. El Paral¡¤lel tiene la suerte ambigua de no llamar demasiado la atenci¨®n municipal y en parte mantiene una huella que fue popular y a menudo transgresora, pero la Diagonal, se?oras y se?ores, es el ojo mismo del hurac¨¢n, pues ella une y separa, depende, el tapiz humano de Barcelona. M¨¢s que las otras dos avenidas, que ya es decir. Cumplir¨¢ siglo y medio el a?o que viene con el Plan Cerd¨¤ y vive sus metamorfosis, como el bicho de Kafka. Una ya sucede -la de Diagonal Mar- y la otra est¨¢ al caer: de la plazade Maci¨¤ al paseo de Sant Joan.
En el F¨®rum, la avenida no ha logrado la atenci¨®n ni el afecto de las gentes, ni siquiera de los turistas. Casi todo es impostado all¨¢, como si las voces de la Mina y del Camp de la Bota reclamaran su parte en el proceso que convierte un sitio en un lugar, en un espacio habitado por el presente y su vitalidad. Pero los arquitectos no se desaniman. Un d¨ªa u otro terminar¨¢n las reformas del 22@ (vaya nombre, ?qu¨¦ afecto implica?) y de la plaza de las Gl¨°ries, de Ca l'Arany¨®, y los rascacielos se unir¨¢n al perfil del cielo que ahora controla la torre Agbar. Cabe decir que el monolito ha entrado en uno de los cotos cerrados de Barcelona, el de sus postales, hasta ahora dominadas casi en exclusiva por lo gaudiniano o la sufrida Rambla. Para los turistas, me dijo un d¨ªa uno, la torre es su punto de orientaci¨®n. De ah¨ª a las postales s¨®lo hay un paso, que ning¨²n otro edificio reciente ha logrado dar, ni mucho menos la variedad de esculturas urbanas que durante los Juegos Ol¨ªmpicos e incluso antes se erigieron: ni el pez de Gehry, ni la cara de Liechtenstein, ni menos todav¨ªa la Dona i ocell de Mir¨® en el parque antes llamado del Escorxador (se llama de la Pau, pero nadie sabe su nombre).
Mientras la Diagonal se prepara para presentar ya a sus nuevas estrellas, del mar a la torre Agbar, el municipio anuncia otros cambios. A ver qu¨¦ pasa. Del paseo de Sant Joan a la plaza de Maci¨¤, los ¨¢rboles reclaman piedad y algunas aceras tienen menos de medio metro. Por ejemplo, la acera de monta?a de Ll¨²ria al paseo de Gr¨¤cia. Sus sem¨¢foros son criminales para los ancianos (para todos, pero sobre todo para los viejos) en m¨¢s de un punto, pues las luces cambian cuando la abuela est¨¢ justo en medio de la v¨ªa central, o ella cruza cuando le parece, harta de dar rodeos, perversa o aturdida. Los coches son los amos y el carril bici se ha convertido en un l¨ªo absurdo. A ver, que Diagonal es un nombre hermoso para una avenida tan y tan mal manoseada (dejo de lado la entrada de las tropas franquistas y tantas historias que en el franquismo sucedieron en la Diagonal desde el hoy parque Cervantes, junto a Esplugues).
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