C¨®lera de un pueblo, certeza de una naci¨®n
En este a?o se cumple el 200 aniversario del 2 de Mayo en Madrid, una fecha pol¨ªticamente inc¨®moda, manipulada hist¨®ricamente y usufructuada por los distintos reg¨ªmenes, partidos e ideolog¨ªas desde entonces
Pocas fechas han sido tan interpretadas y manipuladas como el 2 de Mayo de 1808. Aquel estallido de violencia en Madrid tuvo consecuencias extraordinarias que hoy marcan todav¨ªa la vida de los espa?oles. Esa es la raz¨®n de que, durante 200 a?os, esa jornada haya venido siendo caudal hist¨®rico abierto a diferentes interpretaciones, materia apropiable por unos y otros, instrumento ideol¨®gico para las diversas fuerzas pol¨ªticas implicadas en el proceso de construcci¨®n, consolidaci¨®n y definici¨®n del Estado nacional.
El 2 de Mayo es una fecha pol¨ªticamente inc¨®moda. Lo fue ya desde el primer momento, aquel mismo d¨ªa. Los madrile?os, que como el resto de Espa?a hab¨ªan sido incapaces de reaccionar ante la invasi¨®n napole¨®nica, estaban perplejos, tambi¨¦n, ante la invasi¨®n de las ideas. Lo ¨²nico claro para ellos era que las tropas francesas actuaban como enemigas, y que la paciencia ante tanto desafuero y arrogancia desbordaba el l¨ªmite de lo sufrible por aquel pueblo inculto, sujeto a la tradici¨®n mon¨¢rquica y religiosa. Su ira era m¨¢s visceral que ideol¨®gica.
Fue el pueblo humilde quien se hizo cargo, a tiros y pu?aladas, de una soberan¨ªa nacional
Esa fecha tiene hoy m¨¢s actualidad que nunca: clave para entender la certeza de esta naci¨®n
Como han se?alado historiadores l¨²cidos que vieron m¨¢s all¨¢ del lugar com¨²n de la naci¨®n en armas, s¨®lo dos minor¨ªas perspicaces, la profrancesa y la fernandista -unos mirando hacia el futuro y otros hacia el pasado-, advirtieron lo que estaba ese d¨ªa en juego; del mismo modo que m¨¢s tarde, en C¨¢diz, s¨®lo otras dos minor¨ªas inteligentes, la liberal y la servil, comprender¨ªan la oportunidad hist¨®rica de aquella guerra y de aquella Constituci¨®n. La gran masa de espa?oles, el pueblo ignorante que pele¨® en Madrid y luego en toda Espa?a durante seis a?os m¨¢s, interven¨ªa s¨®lo como actor, voluntario o forzoso, en la cuesti¨®n de fondo: no se trataba de la lucha de una dinast¨ªa intrusa frente a otra leg¨ªtima, sino de un sistema pol¨ªtico opuesto a otro. La pugna entre un antiguo r¨¦gimen sentenciado por la Historia y un turbulento siglo XIX que llamaba a la puerta.
La ¨¦pica jornada de Madrid ha sido trastornada por su propio mito. La gente que sali¨® a combatir lo hizo por su cuenta y riesgo. Fue el pueblo humilde quien se hizo cargo, a tiros y pu?aladas, de una soberan¨ªa nacional de la que se desentend¨ªan los gobernantes. La relaci¨®n de v¨ªctimas prueba qui¨¦nes se batieron realmente: chisperos, manolas, rufianes, mozos de mes¨®n, alba?iles, presidiarios, carpinteros, mendigos, modestos comerciantes. El 2 de Mayo fue menos un d¨ªa de gloria que un d¨ªa de c¨®lera popular que apenas dur¨® cinco horas. Eso limita el ¨¢mbito inicial del mito, pero engrandece la gesta. Adem¨¢s, hizo posible lo que vino despu¨¦s: una epopeya nacional extraordinaria. Aquella jornada callejera, con sus consecuencias, dio lugar al 3 de mayo. Y a partir de ah¨ª, de modo espont¨¢neo y solidario, una naci¨®n entera se confirm¨® a s¨ª misma sublev¨¢ndose contra la invasi¨®n extranjera, y arrastr¨® a los tibios, a los indecisos y a muchos de los que, por sus ideas avanzadas, estaban m¨¢s cerca de los invasores que de los invadidos.
Un hecho singular es que, en estos 200 a?os, el 2 de Mayo no ha sido patrimonio exclusivo de ninguna fuerza pol¨ªtica espa?ola; todas procuraron hacerlo suyo en alg¨²n momento. En los primeros tiempos, no sin cierta prudencia, la monarqu¨ªa absolutista y la Iglesia cat¨®lica lo reclamaron como propio. Luego tomaron el relevo los liberales. La Espa?a fiel a la Constituci¨®n de C¨¢diz volvi¨® a hacer suya la insurrecci¨®n, plante¨¢ndola de nuevo como haza?a c¨ªvica de un pueblo soberano que habr¨ªa peleado, heroico, para labrar su destino: una naci¨®n moderna, responsable, hecha por ciudadanos libres de cadenas.
Tambi¨¦n resulta esclarecedor el modo en que se han considerado las figuras de los capitanes de artiller¨ªa Luis Daoiz y Pedro Velarde. Ya desde el primer momento, el absolutismo hall¨® en ellos un argumento que oponer al del pueblo de Madrid como protagonista ¨²nico de la jornada. Lo parad¨®jico es que, del mismo modo, los militares liberales que durante el siglo XIX se pronunciaron por las nuevas ideas y el progreso tambi¨¦n se justificaron mediante Daoiz y Velarde: modelos de oficiales que, poniendo a la naci¨®n de ciudadanos por encima de reyes y jerarqu¨ªas, abrazaron la causa de la libertad y dieron la vida por ella, junto a un pueblo fraterno, protagonista de su destino. Lo mismo har¨ªan luego, con opuesto enfoque, Primo de Rivera y el general Franco.
Con el tiempo, la fecha del 2 de Mayo qued¨®, a menudo, englobada en el marco general de la guerra de la Independencia, como simple primer acto de ¨¦sta. Eso era m¨¢s f¨¢cil de asumir por todos, y ahorraba debates. Frente a la realidad de unos pocos madrile?os ignorantes, fan¨¢ticos del trono y la religi¨®n, saliendo a pelear ese d¨ªa contra los franceses mientras el ej¨¦rcito permanec¨ªa en sus cuarteles y la gente de orden se quedaba en casa, el marco general de la guerra, la espont¨¢nea solidaridad ¨¦pica y el esfuerzo com¨²n contra los invasores proporcionaban, en cambio, un espacio s¨®lido; una indiscutible certeza de naci¨®n en armas y consciente, o intuitiva, de s¨ª misma. De ese modo, hasta los carlistas hicieron suya la fecha. Tranquilizaba recurrir a palabras como abnegaci¨®n, sacrificio y lealtad al Estado, al trono, a la tradici¨®n. Para los conservadores era m¨¢s conveniente hablar de libertad de la patria que de libertad a secas. Hasta los mismos liberales, una vez alcanzado el poder, procuraron diluir el protagonismo del pueblo, distanci¨¢ndose a favor de la burgues¨ªa en la que ahora se apoyaban. Todo esto habr¨ªa de plantearse, desde diversos puntos de vista, en la agitada vida pol¨ªtica espa?ola del reinado de Isabel II, la primera Rep¨²blica y la Restauraci¨®n, en t¨¦rminos de inter¨¦s partidario. Ni siquiera el primer centenario, en 1908, hizo posible una aut¨¦ntica conmemoraci¨®n nacional, m¨¢s all¨¢ de los actos puntuales y la ret¨®rica de unos y otros. S¨®lo los republicanos siguieron confiando en la fuerza del mito popular como ruptura revolucionaria. Y esa interpretaci¨®n se mantendr¨ªa, con altibajos y matices diversos, hasta la Guerra Civil.
En el primer tercio del siglo XX, el 2 de Mayo sigui¨® sujeto a interpretaciones varias, tanto de la izquierda revolucionaria como de la derecha defensora de la religi¨®n y las tradiciones nacionales. En el Pa¨ªs Vasco, donde el discurso reaccionario sabiniano a¨²n no hab¨ªa cuajado en los extremos que alcanz¨® m¨¢s tarde, el primer centenario se plante¨® como parte de un esfuerzo patri¨®tico, incuestionablemente espa?ol, con las batallas locales de Vitoria y San Marcial. En Catalu?a fue diferente. All¨ª, carlistas y cat¨®licos se ocuparon de los combates del Bruc y de los sitios de Gerona, con una lectura distinta: el somat¨¦n luchando en su tierra y por su tierra. Y es significativo que el catalanismo pol¨ªtico prefiriera centrarse en la celebraci¨®n del s¨¦ptimo centenario de Jaime I el Conquistador.
La Dictadura, la Segunda Rep¨²blica, la Guerra Civil y el r¨¦gimen franquista hicieron tambi¨¦n sus interpretaciones particulares del 2 de Mayo. La izquierda radical asumi¨® esa fecha para aplicarla al concepto del pueblo como protagonista de su propia historia -en la defensa de Madrid, un cartel republicano recurri¨® a la imagen del parque de Montele¨®n-, mientras el bando nacional tambi¨¦n hac¨ªa suyo el s¨ªmbolo, identific¨¢ndolo con una Espa?a tradicional y cat¨®lica, basada en el t¨®pico de la indomable y valerosa raza.
Los ¨²ltimos a?os del franquismo, la democracia y la Constituci¨®n de 1978 situaron otros asuntos en primer plano. Contaminado por la fanfarria patriotera del r¨¦gimen, el 2 de Mayo fue v¨ªctima del nuevo discurso pol¨ªtico. La insurrecci¨®n madrile?a y la guerra de la Independencia fueron arrinconadas por quienes, olvidando -y m¨¢s a menudo, ignorando- la tradici¨®n liberal y democr¨¢tica de esos acontecimientos, simplificaron peligrosamente el asunto al identificar patriotismo y memoria con nacionalcatolicismo; atribuyendo adem¨¢s, en arriesgada pirueta hist¨®rica, una ideolog¨ªa de izquierda a los ej¨¦rcitos napole¨®nicos.
Ahora, al coincidir el segundo centenario con el desaf¨ªo frontal a la Constituci¨®n de 1978 por parte de los nacionalismos radicales vasco y catal¨¢n, un interesante debate sobre las palabras Espa?a y naci¨®n espa?ola se anuncia en torno a cuanto el 2 de Mayo hizo posible e imposible. Esa fecha tiene hoy m¨¢s actualidad que nunca: sugerente para nuevos tiempos y nuevas inteligencias, clave para entender la certeza de esta naci¨®n, discutible quiz¨¢s en su configuraci¨®n moderna, pero indiscutible en su esencia colectiva, en su cultura y en su dilatada historia. Antes de que la actual clase pol¨ªtica convierta, como suele, tambi¨¦n la fecha del segundo centenario en pasto de inter¨¦s particular, mala fe e ignorancia, convendr¨ªa tener todo eso en cuenta. El 2 de Mayo, con sus consecuencias, a ning¨²n espa?ol le es ajeno.
Arturo P¨¦rez-Reverte es miembro de la Real Academia Espa?ola y autor de Un d¨ªa de c¨®lera, novela-documento sobre el 2 de Mayo de 1808.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.