Un cl¨¢sico sin escombros
Hasta el verso sexto del Cantar no sabemos qui¨¦n es el personaje que, llorando, vuelve la cabeza para observar los restos de un hogar desolado. Ese intenso principio, con Rodrigo D¨ªaz alej¨¢ndose de Vivar, es un milagro literario. La belleza de los versos iniciales, el modo en que se resuelven en el suspiro del Cid, irgui¨¦ndose sobre el caballo camino del destierro, nos avisan de que nos encontramos ante una pieza art¨ªstica de primera categor¨ªa. La obra de un poeta. Pero tambi¨¦n es fruto de una casualidad a la que nunca sabremos si calificar de feliz o de infeliz: la primera hoja del manuscrito ¨²nico de la obra ha desaparecido de la faz de la tierra, y con ella las razones po¨¦ticas por las que el Cid mira atr¨¢s, llora y luego vuelve su rostro al frente para emprender un fragmento de vida ¨¦pica.
Cantar de Mio Cid
Edici¨®n de Alberto Montaner
Estudio preliminar de Francisco Rico
Galaxia Gutenberg, C¨ªrculo de Lectores
y Centro para la Edici¨®n de los Cl¨¢sicos
Espa?oles (Biblioteca Cl¨¢sica)
Barcelona, 2007
CCCL + 826 p¨¢ginas. 37 euros
El libro se organiza como una enorme obra de ingenier¨ªa, como un puente que uniera dos orillas separadas por 800 a?os
No es lo ¨²nico que ha desaparecido. El a?o pasado celebramos el octavo aniversario de un espectro, el C¨®dice Desconocido. Un manuscrito que, creado alrededor de 1207, en el entorno de Alfonso VIII de Castilla (1155-1214), habr¨ªa sido la primera versi¨®n por escrito del Cantar de Mio Cid tal y como lo conocemos hoy, en tanto que obra literaria. Ese c¨®dice ausente habr¨ªa sido el modelo para la copia que, mutilada de su primera p¨¢gina, se conserva en la Biblioteca Nacional. De no ser por ¨¦sta, hoy nada conocer¨ªamos del Mio Cid del Cantar, salvo quiz¨¢ algunos trozos rescatados del incendio de la historia, como sucede con casi toda la ¨¦pica castellana.
Conmemorar algo es volver a hacerlo presente, lo cual, en este caso, significa mirar a trav¨¦s del c¨®dice conservado para intentar extraer lo que pudo haber sido. Y, al mismo tiempo, lograr que esa presencia sea comprendida por todo tipo de lectores. Alberto Montaner ha conseguido hacerlo de una manera magistral: con este volumen de Biblioteca Cl¨¢sica ha creado un monumento editorial para ese monumento de la literatura espa?ola que es el Cantar de Mio Cid. El libro se organiza como una enorme obra de ingenier¨ªa, como un puente que uniera dos orillas separadas por ochocientos a?os. El extenso pr¨®logo permite incorporarse al balance y auditor¨ªa de la cr¨ªtica sobre el Cantar y la materia cidiana, al tiempo que ofrece con claridad y elegancia todos los elementos para la comprensi¨®n de los contextos hist¨®ricos, el del Cid Campeador (1043-1099) y el de las diferentes versiones de su leyenda, tanto en lat¨ªn como en romance. El texto, le¨ªdo incluso en sus partes m¨¢s dif¨ªciles, usando todo g¨¦nero de recursos t¨¦cnicos (reflectograf¨ªa, microfotograf¨ªa, fotograf¨ªa hiperespectral, entre otros procedimientos polisil¨¢bicos), queda soportado por dos columnas de notas al pie que aclaran el sentido de una lengua que hoy va haci¨¦ndose cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil, gracias sin duda a los esfuerzos de nuestros sistemas educativos. Una elevada proporci¨®n de esas notas puede complementarse a trav¨¦s de otras m¨¢s extensas situadas al final del texto, en las que se discuten, con la minucia y erudici¨®n propias de Montaner, los pormenores cr¨ªticos, hist¨®ricos o interpretativos de cada problema suscitado por el Cantar. La edici¨®n se corona con una serie de l¨¢minas y mapas, que hacen visibles los atuendos y objetos mencionados por el poema y las rutas y derrotas de los estos protagonistas.
Rutas y derrotas exploran el camino de una frontera amplia, l¨¢bil, extraordinariamente inestable, fluida. La frontera entre los reinos cristianos y los andalus¨ªes en que se desarrolla la vida del Campeador, y, al tiempo, la frontera consistente en crear una obra literaria. En el estudio preliminar, Francisco Rico nos invita por su parte a entrar en ella de la mano de la historia y de las tradiciones po¨¦ticas. Su lectura del Cantar no s¨®lo se aventura por las fronteras de la cultura literaria de la Edad Media; tambi¨¦n nos ayuda a situarnos en el espacio que separa al int¨¦rprete del Cantar de los distintos espacios de recepci¨®n en que ¨¦ste tiene lugar. En gran medida, el arte del Cantar viene de la capacidad del poeta de incorporar al auditorio a las emociones de los protagonistas, a los espacios que pisan, o a las gentes con las que se encuentran, llam¨¢ndolas a todas por su nombre.
Por eso es tan fascinante que, por un milagro, la primera visi¨®n que tenemos del h¨¦roe se produzca mientras ¨¦ste llora, cuando a¨²n no sabemos su nombre, y que el poeta se convierta tambi¨¦n en el inspector de las emociones de cuantos participan en el poema. El Cantar es ante todo, una obra cl¨¢sica de la literatura. Alberto Montaner y Francisco Rico se han trasladado a la frontera en que el Cantar existe. All¨ª, han retirado con m¨¦todo y rigor los escombros que agobiaban al texto y a su uso a lo largo de la historia. El resultado es una obra hecha con cuidado y lista para ser le¨ªda, como dijo un te¨®rico medieval "por todo ciudadano trabajador". -
Jes¨²s Rodr¨ªguez-Velasco es medievalista y profesor de la Universidad de California, Berkeley.
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