Sexo, calaveras y dibujitos
Los on¨ªricos mundos de Chiho Aoshima, en la Fundaci¨®n Mir¨®
Colores ¨¢cidos, brillantes, alegres. Desde cierta distancia es un hermoso albaricoque en flor; m¨¢s de cerca se distinguen las adolescentes atadas, que cuelgan de sus ramas; pero, s¨®lo al mirarlo detenidamente, se descubren las calaveras que anidan en sus ra¨ªces, las posturas casi inarticuladas de los cuerpos desnudos y sus at¨®nitas miradas.
As¨ª, entre belleza y horror, atracci¨®n y repulsi¨®n, sue?o y pesadilla, son los mundos que surgen del ordenador de Chiho Aoshima (Tokio, 1974), uno de los mayores activos de Kaikai Kiki Corporation, la factory de Takashi Murakami, Andy Warhol japon¨¦s del siglo XXI. "Un d¨ªa, alguien me dijo que mis obras le daban miedo. As¨ª que fui a un templo a consultar a un bonzo. ?l me aconsej¨® tener m¨¢s conciencia de mis antepasados. Mis obras intentan transmitir lo invisible que impregna nuestra vida y espero aprender a captarlo cada vez m¨¢s", explica Aoshima, en Barcelona, para inaugurar la exposici¨®n que le dedica el Espai 13 de la Fundaci¨®n Mir¨®, en el marco del ciclo ?Kawaii! Jap¨®n, ahora, dedicado a los creadores japoneses emergentes.
Bajo el t¨ªtulo Terror y seducci¨®n, la muestra re¨²ne grandes impresiones digitales que revelan el fantasmag¨®rico mundo de la artista, donde las preocupaciones de la juventud de las megal¨®polis orientales se mezclan con el peso de la tradici¨®n y del mundo de lo intangible. "El budismo tiene diferentes aproximaciones a la muerte, seg¨²n la escuela. Yo no soy atea, s¨®lo indiferente, pero percibo continuamente lo invisible en mi vida cotidiana", asegura Aoshima, sacudiendo su larga melena oscura. Con su silueta espigada y flexible, como las de las chicas que dibuja, se parece a un personaje de Banana Yoshimoto, joven escritora de culto en Jap¨®n y otros varios pa¨ªses. "Me encanta su obra y su forma peculiar de tratar los fen¨®menos inexplicables que rodean nuestra vida, de abordar la muerte desde una perspectiva positiva e integrar el mundo de los esp¨ªritus en la cotidianidad", explica.
Le gustan las ruinas y los cementerios y lleg¨® al dibujo por v¨ªa tangencial, tras licenciarse en Econom¨ªa. "Mientras mi generaci¨®n crec¨ªa delante de los dibujos animados, mis padres no me dejaban verlos porque los consideraban violentos, er¨®ticos o demasiado tontos. Y se lo agradezco, porque me obligaron a refugiarme en un mundo de fantas¨ªas prohibidas". Un mundo que toma la forma de un oc¨¦ano que vomita calaveras, colinas que se convierten en orondas figuras y ciudades antropom¨®rficas con edificios que cobran vida, para fagocitar las peque?as hadas aladas, tremendamente sensuales, que comparten protagonismo con lagartos, insectos, reptiles, fantasmas y demonios de la mitolog¨ªa japonesa.
Son las mismas figuritas que protagonizan una serie in¨¦dita, dedicada a los signos del hor¨®scopo chino, donde Aoshima sustituye el ordenador con una t¨¦cnica ancestral que emplea el zumo de palo de santo fermentado para impregnar el papel, posteriormente pintado con acuarelas, l¨¢pices de colores y pan de oro. Los dibujos de Aoshima se pueden encontrar tanto impresos sobre un bolso (ha realizado varias colaboraciones con el estilista Issey Miyake), como en los gigantescos papeles de pared con los que ha forrado enteros espacios expositivos y p¨²blicos, como la estaci¨®n del metro de Union Square en Nueva York. Su ¨²ltimo trabajo, City glow, es un v¨ªdeo de animaci¨®n en cinco pantallas, sobre una ciudad invadida por una vegetaci¨®n lujuriosa, en la que hadas y demonios libran una batalla a muerte. "Hay sensaciones, como la inquietud y el misterio que transmiten unas nubes en movimiento, que no se pueden plasmar en papel, necesitan la animaci¨®n", concluye.
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