Ave Mar¨ªa
Que la impugnaci¨®n del paso del AVE por debajo de la Sagrada Familia sea uno de los temas estrella de la presente campa?a electoral es una buena met¨¢fora del estado de desorientaci¨®n en que vive la pol¨ªtica catalana. Empecemos por el enunciado del problema: en pleno siglo XXI, tres partidos pol¨ªticos, dos de los cuales se hab¨ªan comprometido anteriormente con el proyecto, y parte de la opini¨®n p¨²blica pretenden cambiar el trazado del AVE para evitar que ponga en riesgo un monumento, en este caso la Sagrada Familia. Nos lo explicar¨ªan de cualquier otro lugar del mundo y no lo creer¨ªamos.
Grave es la sensaci¨®n de desconfianza en las propias fuerzas y de miedo a la modernidad que se transmite. Todas las ciudades importantes construyen t¨²neles, trenes y metros. Y cada vez se construir¨¢n m¨¢s porque para muchas cosas ya no hay otro espacio que el subterr¨¢neo. Aqu¨ª se convierte en problema pol¨ªtico una estricta cuesti¨®n t¨¦cnica que la ingenier¨ªa puede resolver con todas las garant¨ªas. Se pretende desmontar un acuerdo que ofrece soluciones para el transporte en la ciudad y un futuro para un barrio -la Sagrera- porque se teme que las cosas se hagan mal. ?Para debilitar al adversario hay que ofrecer esta imagen de pa¨ªs tercermundista?
Un presente inc¨®modo y un futuro impensable hacen que un trazado y un 'lobby' puedan ser estrellas electorales
Grave es el oportunismo de partidos como CiU y el PP, que ayer aprobaban el trazado y ahora se manifiestan en contra, sencillamente porque piensan que pueden capitalizar la desconfianza generada por el accidente del Carmel, y que conectan la cuesti¨®n de la Sagrada Familia con el catastr¨®fico funcionamiento del Adif y Renfe en Catalu?a para pescar a r¨ªo revuelto. En vez de transmitir seguridad a los ciudadanos, que es lo que se espera de un responsable pol¨ªtico, se especula con sus miedos para arrancar alg¨²n pu?ado de votos. O sea, en vez de proyectar hacia el futuro, se columpian en el pasado, como si fueran partidos extraparlamentarios.
Grave es la permeabilidad de un sector de la clase pol¨ªtica a los intereses de un lobby eclesi¨¢stico que lleva tiempo medrando a costa de la Sagrada Familia y que tiene entre sus m¨¦ritos el haber cometido uno de los m¨¢s vergonzosos atentados contra el patrimonio art¨ªstico: convertir un proyecto de Gaud¨ª en un aut¨¦ntico adefesio, para un negocio franquicia. Eso s¨ª: con el benepl¨¢cito de las autoridades municipales y nacionales, que nunca han querido poner coto a tales desmanes.
Y sin embargo, CiU ha llegado a poner el cambio de trazado como condici¨®n para la investidura del pr¨®ximo presidente del Gobierno espa?ol y el PP -uno de los que trazaron y aprobaron esta opci¨®n- ha llegado a prometer que modificar¨¢ el trazado si gana las elecciones. Cultivando la desconfianza y el miedo y haciendo seguidismo de un grupo de presi¨®n que intenta rociar de agua bendita todo el barrio, dif¨ªcilmente se puede llegar muy lejos. Y ciertamente, no parece que sean las mejores bases sobre las que sustentar un proyecto de pa¨ªs. A pesar de ello, el tema est¨¢ en los medios de comunicaci¨®n y en los debate pol¨ªticos y se toma en consideraci¨®n como si fuera un problema realmente serio. Y aunque la adjudicaci¨®n de las obras parece que empieza a decantar el debate por la v¨ªa de los hechos, hay una parte de la opini¨®n p¨²blica que sigue dudando, que se siente interpelada por el discurso catastrofista de algunos sectores de la pol¨ªtica y del clero. ?Por qu¨¦? Porque este caso tiene que ver con el desconcierto catal¨¢n.
Sin duda, como en todo, hay una base para que un tema tan fuera de lugar y de tiempo (un t¨²nel como problema en el siglo XXI parece una broma) cale en la opini¨®n p¨²blica. Esta base se fundamenta en hechos objetivos: la desastrosa gesti¨®n de las infraestructuras ferroviarias, que ha llevado a la crisis del a?o pasado y que pone en evidencia a todos los gobiernos de aqu¨ª y de Madrid que han tenido la gobernaci¨®n de Catalu?a bajo su responsabilidad. Lo cual, dicho sea de paso, hace m¨¢s evidente el oportunismo de los que ahora protestan por lo que ellos mismos hicieron. De estas p¨¦simas experiencias se pueden sacar dos conclusiones: no repetir errores y afrontar todo aquello que se releg¨® en el pasado y ahora emerge en forma de atrasos infraestructurales o convertir el miedo en activo pol¨ªtico y seguir paralizando proyectos. Algunos parecen haber escogido esta segunda opci¨®n, s¨ªntoma de la falta de orientaci¨®n en que se mueven, mientras que otras ciudades del entorno han puesto el turbo, sin reparar en t¨²neles y trenes.
Un pa¨ªs necesita saber ad¨®nde va. Catalu?a hoy tiene demasiadas dudas. El periodo de reconstrucci¨®n nacional se centr¨® en un objetivo: la afirmaci¨®n cultural identitaria. Y al final de camino se ha visto que el pa¨ªs hab¨ªa descuidado buena parte de la b¨¢sico: lo que garantiza los movimientos de las personas y de las mercanc¨ªas. La primera respuesta ante la constataci¨®n de los d¨¦ficit ha sido la victimista: nos han expoliado. La parte de raz¨®n que en ello haya no es suficiente como explicaci¨®n, ni ¨²til como estrategia para aumentar la combatividad del pa¨ªs. Es el eterno conformismo del que se contenta con sobrevivir contra el enemigo de siempre. El independentismo ha sacado bandera. Y ha producido un efecto campo que ha descentrado a buena parte del nacionalismo. Pero nadie ha acertado a dibujar un camino real propio, m¨¢s all¨¢ de la lejana promesa. ?Qu¨¦ ha quedado? Una sensaci¨®n de desconcierto, de falta de rumbo. Y la frustrante invocaci¨®n de los peligros y de los miedos como arma pol¨ªtica. Cuando el presente resulta inc¨®modo y el futuro parece impensable, ocurren cosas como ¨¦stas: que un trazado que no era problema ni en el siglo XIX y un lobby de los tiempos en que la Iglesia era un poder importante, pueden ser estrellas electorales.
Se necesita un liderazgo dispuesto a reparar esta pol¨ªtica de Ave Mar¨ªa que lastra los intentos de progreso con la pesada carga de la tradici¨®n irredenta.
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