Feas
Pocas y viejas. As¨ª, tan reveladoramente, defin¨ªa el presidente de E-Cristians a las asistentes a las manifestaciones proderecho a una ley de plazos (no proaborto, por favor, porque no hay nadie que desee realizar una actividad tan traum¨¢tica). Por si la definici¨®n no nos hab¨ªa herido suficientemente, el escritor Juan Manuel de Prada nos la explic¨®, con sorna, en una columna. Lo que ese despreciativo "pocas y viejas" encerraba era un adjetivo que saltaba, al parecer, a la vista: feas. Mujeres feas que hab¨ªan sobrepasado la edad de procrear y que por tanto deber¨ªan esconderse en su casa para que la libido, tan sensible, de ciertos varones no se viera afectada. Bien es cierto que no se sabe que en la historia de las reivindicaciones callejeras haya nada escrito sobre la edad, el sexo, la belleza o la raza que deben cumplimentar los manifestantes, y que la presencia de estas mujeres maduras apoyando la libertad de las j¨®venes no responde sino a un deseo de solidaridad que, por cierto, deber¨ªa haberse contagiado a muchos hombres, que en este tipo de casos muestran su indignaci¨®n de forma perezosa. ?Qu¨¦ culpa tienen de que la naturaleza dejara caer la responsabilidad sobre los hombros de ellas?
Pocas, viejas, feas. Se podr¨ªa respetar casi todo, incluso la no aceptaci¨®n del aborto, si no fuera porque esa defensa de "la vida" nunca se reduce a ese acto sino que encierra una idea despreciable de la mujer, que nunca parece ser adulta para decidir sobre su propio destino. Viejas, feas. Adjetivos que escupe la boca de aquel que entiende que s¨®lo se ejerce la masculinidad rebajando a las mujeres. Palabras que se siguen escupiendo en esta Espa?a que a veces se expresa como hace cuarenta a?os. Y es que para que algo hubiera cambiado en nuestra esencia eterna este art¨ªculo debiera haber sido escrito por un hombre.
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