La mentira llega a Don Remondo
La escalada del rencor puesta en marcha por dirigentes del PP en 2004, cuando perdieron las elecciones, lleg¨® anteayer adonde nunca debi¨® llegar; a la esquina de sombras de la calle Don Remondo, donde hace diez a?os ETA acab¨® miserablemente con la vida de un matrimonio feliz, el del concejal popular Alberto Jim¨¦nez Becerril y Ascensi¨®n Garc¨ªa Ortiz. Desde entonces, cada a?o se congrega all¨ª una peque?a multitud silenciosa, a rendir su memoria y su coraz¨®n a las v¨ªctimas del hacha y la serpiente. Un sencillo acto, donde el alcalde dirige una breve alocuci¨®n, el prelado unas preces, la familia deposita unas flores, y poco m¨¢s. Con el mismo recogimiento y la misma pesadumbre, los asistentes se disuelven. Siempre me ha impresionado esta muestra con la que Sevilla, por otra parte tan dada a los bullicios, administra sabiamente su silencio.
Pero la otra tarde algo quebr¨® tan necesaria costumbre. Y ese peque?o territorio, hasta entonces ejemplo de concordia y de cordura contra el enemigo com¨²n, se llen¨® de pronto de otra cosa. Entre variadas protestas e insultos a la autoridad democr¨¢tica ("traidores, sinverg¨¹enzas"), una se?ora -o eso parec¨ªa- se encar¨® con el alcalde en plena ceremonia, increp¨¢ndole con el alegato aprendido de "no queremos poes¨ªa, sino que ilegalic¨¦is a ETA" (como si ETA hubiera sido legal alguna vez) y "t¨² te quedas tan tranquilo diciendo palabras huecas" (como si S¨¢nchez Monteseir¨ªn, en ocasi¨®n tan sentida, fuera capaz de entregarse a la ret¨®rica). Ah¨ª es nada lo que escupi¨® la se?ora. Qu¨¦ horror, adonde est¨¢ llegando la oleada aquella.
Pero ya no podemos quedarnos s¨®lo en la perplejidad. Es preciso recordar c¨®mo y por qu¨¦ sucede esto, y precisamente en Sevilla. Pues viene de lejos, y est¨¢ localizado.
Hace cuatro a?os justos -a mayor precisi¨®n, un 7 de marzo de 2004- el ex presidente Aznar se atrevi¨® a relacionar los asesinatos de Alberto y Ascensi¨®n con los "aliados pol¨ªticos de Carod Rovira"; o sea, por un lado con ETA, a la que el nacionalista catal¨¢n hab¨ªa contactado en una torpe maniobra; por otro, con los socialistas del PSC, con los que Carod formaba Gobierno en Catalu?a, y, por ende, con todo el PSOE. Es decir, ya este desatino triangular formaba parte del argumentario de campa?a del l¨ªder de las Azores. Y de ah¨ª, cuando se produjo el atentado de Atocha, su empe?o en atribu¨ªrselo a ETA, contra toda evidencia, para as¨ª poder inculpar al PSOE y derrotarlo en la urnas. Pero el tiro le sali¨® por la culata.
A pesar de ello, no han cejado, ¨¦l y los suyos, en tan retorcida manipulaci¨®n. Es m¨¢s, la han ido engordando, engordando, en la m¨¢s pura t¨¢ctica de Goebbels - "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad"-, con la ayuda de otros voceros delirantes, y pese a que haya reca¨ªdo sentencia firme contra los verdaderos autores de la masacre del 11 M. (Al PP las sentencias judiciales, ya se ve por los casos del Hospital Severo Ochoa y el de la paridad de g¨¦nero en las listas electorales, como que les traen al fresco).
Lo malo es que tama?os disparates han calado en un sector importante de la derecha espa?ola, as¨ª en la sevillana, que desde luego nunca se ha caracterizado por su mesura. Y lo que causa verdadero escalofr¨ªo es que lleguen a utilizar el sagrado dolor por la muerte de Alberto y de Ascensi¨®n en esa premeditada campa?a, hasta donde haya que llegar. Ojal¨¢ pudiera entenderse lo de la otra tarde como un hecho aislado, fruto de la exaltaci¨®n de una mente envenenada. Pero la inminencia de unas nuevas elecciones generales induce a pensar en otra direcci¨®n. Qu¨¦ espanto.
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