La ignorancia
Hace unos meses, atrapado en la vor¨¢gine de un festival literario, visit¨¦ en cinco d¨ªas cinco ciudades francesas. En cada una, siguiendo el itinerario del marat¨®n que me hab¨ªan programado, asist¨ªa en la ma?ana a un lyc¨¦e, donde daba una charla para un grupo de alumnos que hab¨ªan le¨ªdo con anticipaci¨®n mi libro; y por la tarde me somet¨ªa a una presentaci¨®n formal, en alguna librer¨ªa de la ciudad. Lo del lyc¨¦e era una de esas oportunidades que no podemos perder los novelistas, porque conseguir el inter¨¦s de un muchacho de 13 a?os significa cultivar un lector que, en el m¨¢s afortunado de los casos, ir¨¢ leyendo tus siguientes libros; esto adem¨¢s del privilegio que supone intercambiar puntos de vista con gente tan joven.
Un alumno franc¨¦s conoce mejor la Guerra Civil espa?ola que uno espa?ol
Hacen falta m¨¢s novelas, pel¨ªculas y programas de estudio sobre la Guerra Civil
El libro que iba presentando de ciudad en ciudad, en aquel marat¨®n franc¨¦s, es una novela sobre la Guerra Civil y el exilio en M¨¦xico, un tema que yo supon¨ªa ajeno para los alumnos franceses, porque cuando he ido con este mismo libro por institutos de Espa?a, invariablemente he tenido que comenzar por explicarle a los alumnos, en grandes y desesperados trazos, las generalidades de esa guerra en la que pelearon sus bisabuelos o abuelos, y cuya sombra oscureci¨® la infancia de sus padres y deber¨ªa, como m¨ªnimo, matizar la de ellos. Pero resulta que, para mi sorpresa, los alumnos de los cinco colegios franceses que visit¨¦ conoc¨ªan perfectamente la historia de la Guerra Civil porque sus profesores, como es natural, consideran que esta guerra nuestra es un episodio muy importante en la historia del siglo XX y, igual que hacen con la Edad Media o la Revoluci¨®n rusa, la ense?an a sus alumnos.
?C¨®mo es posible que un alumno franc¨¦s, que estudia en Francia, conozca mejor la Guerra Civil espa?ola que un alumno espa?ol, que estudia en Espa?a? A 32 a?os de la muerte de Franco y a casi 30 de la Constituci¨®n, el vac¨ªo que hay en los programas de estudio, sobre este cap¨ªtulo fundamental en la historia de Espa?a, comienza a dar verg¨¹enza. Sin este conocimiento crucial, ?c¨®mo van a entender los espa?oles del futuro a este pa¨ªs? Los a?os pasan y los protagonistas, y los testigos, de la guerra se van muriendo; pronto no habr¨¢ nadie que tenga un padre, o un abuelo, o un bisabuelo que haya estado ah¨ª y, sin ese referente familiar, el tema quedar¨¢ a los cuatro vientos. ?Que se ha escrito ya demasiado sobre la Guerra Civil?; yo dir¨ªa que no, a juzgar por la cantidad de j¨®venes que ignoran el tema, y en todo caso no basta con que esta historia est¨¦ a disposici¨®n de los lectores en librer¨ªas y bibliotecas; lo deseable ser¨ªa que un joven llegara a la edad adulta sabi¨¦ndose la guerra porque se la han ense?ado en la escuela, igual que, por la misma raz¨®n,sabe cu¨¢l es la capital de Alemania y cu¨¢l es el resultado de la operaci¨®n cinco por cuatro.
A estas alturas del nuevo milenio, la Guerra Civil no deber¨ªa ser una materia para investigadores y lectores empecinados en saber de ella, tendr¨ªa que ser un conocimiento, por decirlo de alg¨²n modo, ambiental, y para llegar a este nivel hacen falta muchos m¨¢s ensayos, novelas y pel¨ªculas y, sobre todo que, en los programas de estudio, la Guerra Civil sea una materia que tenga, como m¨ªnimo, la misma relevancia que el reinado de Carlos V; y todo por una raz¨®n muy sencilla: quien ignora la Guerra Civil, no entiende del todo las claves de la Espa?a contempor¨¢nea, le falta instrumental para comprender los debates en el Parlamento, o las arengas de los obispos o, por tocar una preocupaci¨®n ciudadana rabiosamente actual, fen¨®menos como el de la inmigraci¨®n: si un alumno aprende en el colegio que medio mill¨®n de compatriotas suyos, al perder la guerra, tuvieron que irse de Espa?a, hace apenas 69 a?os, huyendo de la represi¨®n del general Franco, y que estos compatriotas, despu¨¦s de pasar las de Ca¨ªn en los campos de concentraci¨®n franceses, se convirtieron en emigrantes espa?oles en Francia, en M¨¦xico, en Argentina y en muchos otros pa¨ªses; la mirada de este muchacho sobre la inmigraci¨®n actual, cada vez m¨¢s palpable en las ciudades espa?olas, tendr¨ªa cierto matiz.
Iniciativas como la Ley de la Memoria Hist¨®rica deber¨ªan tomarse muy en serio y aplicarse con un riguroso seguimiento; es necesario saber todo lo que pas¨®, es preciso desenterrar todos los huesos para que, en una fase posterior, se pueda enterrar lo que haga falta para hacer de la Guerra Civil un cap¨ªtulo "normal" de la historia de Espa?a. La Ley de la Memoria Hist¨®rica puede ser el principio, pero servir¨¢ de muy poco si a los espa?oles del futuro no empieza a ense?¨¢rseles la historia que ha dado origen a esta ley, si no se les imparte el conocimiento que les permita, m¨¢s adelante, decodificar correctamente su pa¨ªs.
Esta idea de desenterrar todos los huesos para saber qu¨¦ somos y hacia d¨®nde vamos aparece en el libro North, del poeta irland¨¦s Seamus Heaney; por sus p¨¢ginas camina un hombre que va interpretando la tierra donde vive, su esencia y su sustancia; a lo que mira y conversa, suma los huesos que encuentra y los fragmentos de historia que desentierra. El poema Belderg empieza con el asombro de un pueblo que descubre, a ra¨ªz de que un campesino escarba en las orillas de un pantano, que sus casas descansan sobre muelas de molino y otras piezas s¨®lidas del periodo neol¨ªtico; al principio la gente mira estas piezas con desconfianza, "pens¨¢bamos que no eran de aqu¨ª", pero el hombre que ha dado con ellas, tiene la certeza de que ha descubierto el eslab¨®n que le faltaba para decodificar y comprender el mundo en el que vive. "Cuando retir¨® el manto vegetal", escribe Heaney, "los siglos suavemente amontonados se abrieron con elocuencia". Lo que oculta en Espa?a ese manto vegetal, el eslab¨®n que falta, tiene nada m¨¢s unas cuantas d¨¦cadas.
Algo no funciona cuando un alumno de lyc¨¦e en Francia estudia la Guerra Civil, y un alumno espa?ol no; tampoco anima la perspectiva de que el tema de la Guerra, a fuerza de no ense?arlo, se vaya diluyendo, porque se trata de un conocimiento imprescindible para la construcci¨®n del porvenir de Espa?a; no puede proyectarse con tino sin saber con precisi¨®n lo que ha pasado y, por otra parte, saber los detalles de este episodio capital puede ayudarnos a evitar caer en viejos, y catastr¨®ficos, errores. Al final lo que no podemos permitir es que, m¨¢s all¨¢ de qui¨¦n gan¨® y qui¨¦n ha perdido, nos acabe derrotando a todos la ignorancia.
Jordi Soler es escritor.
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